30 de noviembre de 2009

CAPITULO 20

YUUJUU!! he aquí, mis primeros veinte capítulos. Qué feliz sooy !! 

  
  Gracias a toodos de verdad :D
  A ver si cuelgo mañana el 21 (: 

Un gracias extra a los blogs amigos que me dan taaaantos premios :D

Bueno, A DISFRUTTAAR(: y comentad qué tal :D


TODO era muy raro.  Una señora cargaba conmigo. Me cubrió con un paño, y después me entregó a los brazos de otra mujer, creo. Solo que ésta estaba sudorosa y jadeaba, pero cuando lentamente abrí los ojos, sonreía triunfalmente. Me canturreó una nana y cerré mis ojos.

  Desperté cuando oí aquel extraño y doloroso sonido que provenía de la boca de aquella hermosa mujer de pelo oscuro. No sé por qué, no tenía ganas, pero su sufrimiento me lo transmitió, y me eché a llorar.

  Me separaron de ella, y lloré más fuerte. “No llores, hermosa, no llores” me decía cuando me volvieron a posar en sus brazos ahora recubiertos con una bata.

  Nos movimos, y otra persona, un señor algo mayor que la mujer de cabello oscuro, comenzó a hablar con una voz grave, acompasada… y me dormí.

 Abrí los ojos, me separaban de la mujer, no lloré, observé. Me pusieron en una cuna, se acercó la mujer moqueando y acariciándome, me decía algo, pero el mundo se comenzaba a mover. “¡No te entiendo!” le quería decir, pero solo me salió una burbujita, lo que hizo reir a la mujer.

 Se acercó a mí y me dio un beso. Miró para atrás –alguien la llamaba. Asintió, me observó detalladamente por última vez y desapareció.

 El mundo cada vez daba más y más vueltas. Me mareaba. Lloré. Lloré.        

 Quería vomitar, me mareaba demasiado. Como cuando vas en una montaña rusa que se estropea y no para de dar y dar vueltas, era horrible. Así que…

 

 Grité. Me senté en la cama con sudor en la frente y jadeando fuertemente. Volví a soñar con aquella mujer,  solo que esta vez, había más personas, y la veía más grande. Pero seguía queriéndome decir algo. Y nunca la entendía, no podía.

  Cubrí mi cara con las manos y gemí. Leo se removió a mi lado. Su mano tocó mi espalda, acariciándola suavemente.

  -¿Tis? ¿Estás bien? –preguntó preocupado. Se sentó, también.

  -Si, es sólo que tuve una pesadilla.

  -Mmm. ¿No habrá sido de monstruos no? –sonrió en la oscuridad.

  -No, esta vez no soñé contigo –dije, y me levanté. Leo rió y se volvió a recostar, posando los brazos en la cabecera.

  Entré al baño. Mi reflejo se veía pálido y cansado. Me eché agua y me froté los ojos, entonces, la barriga me sonó.

  -Arg, me muero de hambre. Voy a por algo de comer, -auncié- ¿quieres algo?

  -Muchas cosas –dijo Leo con voz gutural.

  -Ya, bueno, a ver qué te traigo.

  Bajé las escaleras corriendo, fui a la cocina, y allí abrí la nevera, cogí dos latas de coca-cola y una bolsa de doritos y patatas. Me comí por el camino un trozo de queso que había cogido.

 Con cuidado de no hacer ruido al abrir la puerta, entré en mi habitación. Leo se levantó y se sentó a mi lado, cogió una lata de coca-cola, la abrió y comenzó a beber.

 Mientras, pensé en aquella mujer. La conocía, sabía que sí. ¿Podría ser un recuerdo de mi madre que comenzaba a florecer? Me agité ante aquella posibilidad.

 Después de zamparnos las dos bolsas y las coca-colas, le conté mi sueño a Leo. Éste se quedó con el ceño fruncido ante la posibilidad que le dije.

 -Bien, eso es bueno, si de verdad es tu madre, o alguien de tu vida pasada, significa que poco a poco tu subsconciencia va recordando datos y te los da en tus sueños, donde tu mente es más vulnerable –bostezó.

 -¿Qué hora es? –le dije, bostezando también.

 -Aún quedan dos horas justas –consultó su reloj.

Así que limpié lo que pude las miguitas, me acosté junto a él, y como antes, su mano cubrió mi cintura haciendo que descargas eléctricas recorriesen mi cuerpo.

***

  A la mañana siguiente, cuando sonó el despertador, tuve una buena razón para quedarme en la cama cinco minutos más, si es que no sé cómo, pero acabé durmiendo en el pecho de Leo,  y la verdad, se estaba muy cómoda allí. La mano de Leo descansaba en mi espalda.

  Pero cuando vlvió a sonar, me levanté a duras penas. Leo abrió un ojo, bufó y se volvió a dormir. Me cambié en el baño, me peiné unas siete veces y cuando me revisé por cuarta vez, salí.

  -¿Tú no tienes colegio? –le dije.

  -Sí, pero no empiezo a las siete como tú, pringada. Sino a las nueve menos cuarto.

  Puse los ojos en blanco y cogí la mochila que estaba al lado del sitio donde dormí. Cuando me agaché para recogerla, Leo dijo:

  -Gracias por dejarme dormir aquí, Tis.

Me puse colorada, y sólo cuando estaba en la puerta, le contesté.

  -Cuando quieras, Leo. Para eso están los amigos, ¿no?

 Bajé a desayunar, donde Jotapé  me esperaba junto a Melisa. Comimos entre risas, pero incómodas, ya que sólo que daban tres días.

 Al terminar, nos separamos para ir a buscar nuestras cosas y dirigirnos al colegio.

  -Si sigues así de lenta llegarás tarde –canturreó Leo mientras me lavaba los dientes.

  -Oh, cállate –le dije.

Pero me moví más rápido. Cuando ya terminé, miré a Leo.

  -¿No te vas a ir? –le dje.

 -Claro que sí, en cuanto cruces la puerta. Pero antes –dijo, cuando abría la puerta- te voy a recoger al colegio, ¿vale?

Asentí, y cerré la puerta. Conté hasta cinco y la abrí. Leo se había esfumado. Sonreí.

       ***

 Creo que este fue el lunes más aburrido de la historia, y no solo porque empezaba con esa clase. La directora ya se había encargado de decirle a todos mis profesores que me iba el jueves, y aunque, bueno, no era la meejor estudiante, pero gracias a Dios, tampoco la peor. En fin, se despedían los  profesores con un “suerte”, “vuelve pronto” o cosas así.

  Después de clase, fui la primera en salir pero Jotapé me tapó la salida.

  -Déjame que te acompañe.

  -Claro.

Comenzamos a caminar juntos, pero en silencio, entonces Jotapé suspiró y empezó.

  -Bueno, no sé, yo… quería decirtelo ahora para que reaccionases.

Se puso frente a mí.

  -Está bien.

 Me cogió por la barbila y clavó sus ojos en mí.

  -Te quiero Tisiana, te quiero como no lo he hecho con cualquier otra chica.

Sonreí. Eso era imposible pero problable, ya que era gay, pero…

  -Jotapé, sabes que quisiste más a…

 -Mi madre falleció cuando tenía diez y la recuerdo –asintió- cierto. Pero contigo… no sé, ella se fue, no estuvo conmigo cuando más la necesitaba. En cambio tú siempre estuviste aquí, a mi madre la quiero, pero a ti te quiero cada día más, ¿sabes? Ya te he dicho antes que siempre te quise más que Melisa, que la quiero eh, no pienses mal –sonrió- pero ella es tan -gesticuló con las manos- y no sé, no me comprende como tú.

  Me abrazó, pero como bien había dicho, no reaccioné.

  Cuando estaba en el coche con Leo, fue cuando pensé en lo que me había dicho Jotapé, y lo emotivo que había sido.

 Aparcamos en el mismo sitio que ayer, y cuando nos metimos en e bosque, no se acercó a mí, sino que se alejó, y cerró los ojos.

 -Empecemos con fuego.

Alzó su mano, donde había una bola de fuego.

 -¡No lo pienses, actúa! ¡Déjate llevar por la magia! –y me lanzó la bola.

Grtié y me aparté.

 -¿Pero a ti que te pasa?

 -Vamos Tisiana, déjate llevar, vamos, ¡tú puedes!- y me volvió a lanzar la bola.

 Pero esta vez  no me aparté. Con un grito abrí las manos, no lo pensé, sólo dejé que una imagen del fuego inundase mi cuerpo. El calor recorrió cada fibra de mi ser, y cuando la bola de fuego de Leo, iba a impactar contra mí, de mis manos salió otra bola.

  El fuego se fusionó, no sé cómo hice ni por qué, pero sabía que se trabtaba de destruír a la otra bola, por lo que comencé a mover las manos, pero no pasaba nada.

  Leo movió un poco su mano, y mi bola de fuego estalló, lancándome por los aires.

  -Mañana será –me dijo cuando se acercó a mí.

  El martes, con el agua sucedió exactamente lo mismo. Así que cuando el miércoles aparcamos en la orilla de siempre, y en medio del bosque Leo se paró, yo tenía en mente ganarle. Y por primera vez, empecé yo.

  De mis manos abiertas salió una ráfaga de fuego que casi impacta en Leo, pero éste con otra, logró apartarla de él, pero dos árboles se incendiaron.

 Comenzamos a pelear como los dos últimos días y como los dos últimos días, Leo comenzó a ganar ventaja.

  Rechiné los dientes e impulsé más fuerte el fuego, movía las manos, para que la línea gruesa de fuego, intentase chocar contra Leo (pero claro, me había enseñado a no darle calor con un extraño hechizo que no me molesté en memorizar).

  Podía ver a Leo, con una mano (yo tenía dos) y sin una maldita gotita de sudor en la frente, mientras la mía estaba perlada de sudor. Así que me pareció de lo más normal controlar con la mano izquierda la bola de fuego, y en la derecha crear otra de agua y fusionar los dos elementos creando un hermoso color violeta.

 Leo abrió mucho los ojos, pero enseguida sonrió, y de una de sus manos salió un chorro enorme azul, que se fusionó con el rojo, haciendo un violeta tirando al azul.

  Maldecí por lo bajo, su afinidad era el agua. Pero no podía hacer magia con el pie, y menos en estas circunstancias.

  Pero mi cuerpo reaccionó a mi mente.

  Dentro de mí, sentí despertar algo nuevo, y antes de que me diese cuenta, de mis manos, sentí como se juntaba con el fuego el poder de a naturaleza, y con el agua, en la misma danza, el viento.

  Leo, sorprendido, sólo aguantó unos pocos segundos. Su cuerpo voló por los aires y se estrelló contra un árbol. Fue fácil parar, simplemente, paré, no sé, ya no quise más magia, así que cerré las manos y me sacudí de pies a cabeza.

  Tenía la impresión de que parecía idiota con la sonrisa que se había formado en mis labios, pero era que no podía parar de sonreír, me sentía nueva, regenerada. Me sentía bien. Me sentía completa.

  -Pero bueno, ¿qué te ha pasado? No te preocupes –le dije mientras me acercaba, aún con la sonrisa de tonta en la cara- mañana será.

  Y disfruté con su derrota. Si es que me llevaba machacando los últimos dos días, con agua, fuego y tierra, y por una vez que le gano, y creo una esencia de poder con los cuatro elementos sin que él me enseñase ¿quién no disfrutaría devovlviéndome las palabras que me lleva diciendo?

  Leo, poco a poco se levantó, jadeando y mirándose el brazo que estaba en un ángulo extraño.

  -¡Ay mi madre! –le dije.

  -Joder, me lo has roto –sonrió cansado- pero lo has hecho bien Tis, me has ganado –silencio- sólo que…

  -¿Sólo que qué? –le incité a continuar.

  -Eso de fusionar los cuatro elementos, con tan solo las dos manos, sin que yo te lo enseñase, y manejarlos con tanto control –se miró el brazo que se estaba hinchando- y tanta fuerza, eso es de grandes magos y…

  Se calló y me miró, pero ya sabía lo que vendría a continuación, así que terminé por él.

  -De la realeza –susurré.



UOOO!!!! vamos a ver, ¿os dejo un adelanto? Veamos...

     ...el siguiente capítulo de esta emocionante historia...: (jajajaja)

 Me estaba mirando con esa sonrisa pícara tan suya, que hacía que mi corazón latiese a mil por hora. Sabía que estábamos en un sitio público, y hasta me sorprendí cuando escuché mi voz decir:                                                               -Ya no aguanto más, me da igual lo que te haya dicho antes, porque yo también te quiero -así que tiré de su camisa, y con furia, posé mis labios en los suyos ignorando su gemido de dolor...

 

GUAUU!! jajajaja bueno, ¿a quién besará? ¿dónde? ¿qué pasó después? Ö Averígualo en el próximo capítulo (;

29 de noviembre de 2009

PREMIOSS (H)

Bueno, hola holiiiiita :D
  aquí van unos premio, GRACIAS A MARTETA, DE honey wordss (aplausos)

Bien, cada premio llevaba sus preguntillas, pero de verdad, lo siento pero es que no hay nada de ganitas, así que tan solo pongo las fotos, vale???



AY MI MÁ QUE RIIICO jajja






Para mis seguidores y lectores (L




27 de noviembre de 2009

CAPITULO 19

HOLA TOO EVERYONE!!! :D, bien, milagrosamente, ayer pude terminar el capi 19, y dije, bbua, pos lo subo ¿no? aasí que, QUE DEMONIOS!!! jajajajaja.


Bueno, siento poner eso, pero que Laura Pensado, mi mejor amiga leerá esto, y aunque a algunas no le importe, es necesario:

Nuestro colegio se ha vuelto un caos, si tú te vas Lau, si te echan por esa SEMEJANTE GILIPOLLEZ, y te cambias, juro que voy al Sr. Tocapelotas y le digo cuatro cosas:

VÁYASE USTED A COMER MIERDA, MARICÓN, JUBILATE DESGRACIADO!!!!!

Siento esto, pero lo necesitaba. Más o menos, paRa que entendáis: teneis novio, estáis en un banco con él, os cacha un idiota y os manda a direccion, no pasa nada. A la semana, vuestra tutora os dice que la próxima vez que os vea juntos, os echan ocho días del colegio.

 Tócate los huevos con semejanza estupidez, Dios! Hay que ser subnormales y cortitos.

Bien, a lo que iba xd, este capitulo aunque empieza a ser un coñazo, termina bfff, esque me encantó, pero claro, a gustos, colores xd

  APARECIÓ un hombre. Llevaba un atuendo de los siglos X o XII quizá. Sus ojos de un color azul oscuro –su afindad era el agua- hacían contraste con su cabello negro. Nariz totalmente recta, y labios fruncidos. A medida que iba caminando, iba apareciendo poco a poco más la imagen.

 Se movía por unos pasillos largos, llenos de sirvientes, que cuando él pasaba, inclinaban la cabeza y susurraban algo como “señor”. Pero el señor les ignoraba, y seguñia caminando con paso decidido hacia el frente.

 Una puerta se apareció en el fondo, donde dos guardias, tras vacilar, le cerraron el paso con lanzas.

 “Lo siento, mi señor, pero nos está prohibido dejarle…” Su señor, cansado de tanta idiotez, le lanzó un rayo que acabó con la vida de aquel hombre. Su compañero, miró aterrorizado a aquel guardia, padre y marido. Volvió su mirada a su señor, y éste alzó una ceja como diciéndole, “¿algo más?” bajó la vista, y se arrodilló.

 El hombre con tanta autoridad, asintió satisfecho. Se podía atisbar una pequeña áurea negra, de maldad, pero se la sacudió de encima, y abrió la puerta.

 La multitud que estaba allí llamada se dio la vuelta, y gritos y murmullos siguieron a la pequeña interrupción. Al fondo, un hombre muy bien vestido, se levantó de su trono y gritó “¡Leonardo! ¡Por el amor de los Dioses! ¿Qué haces hermano?” Leonardo empezó a caminar hacia el trono, concentrándose.

“Hermano” escupió “Un hermano no le roba el trono a otro hermano, Bartolo” Bartolo suspiró, “Si fueses el mayor estarías aquí, y te pondrían la corona. Pero en vez de eso, te cabras y refunfuñas como un auténtico niño. Ésa personalidad no es digna de un rey. Y si tan seguro estás de que tú eres el rey, estarías tranquilo, ya que al posar la corona sobre mi cabeza, lo más seguro es que moriría” dijo Bartolo con autoridad. Leo asintió y con un gesto de la mano le invitó a que siguiese, pero estaba dudoso, ya que su hermano estaba muy confiado, y le conocía, sabía que si no estuviese claro, no lo haría.

 La corona se alzó, y el sacerdote hablaba latín. Leonardo se concentró más que nunca.

 La corona bajaba poco a poco, ya rozaba la cabeza… y Leonardo actuó.

“¡NOO!” y sin vacilar, abrió mucho las palmas de las manos, concentrando toda su fuerza en aquel ataque, pero los guardias pudieron apartar aquella bola negra, que además nunca daría en su objetivo, por estar dirigido a la realeza.

 Como este ya sabía, por muchos hechizos mortíferos que le lanzasen, ninguno funcionaría, pero no desapareció, sino se quedó mirando como la corona encajaba perfectamente en la cabeza de su hermano… mayor y sintió un vacío en el estómago. Bartolo le miró. Su hermano, su hermanito, co uien jugaba, quien le cuidó y el cuidó de él también… tantos recuerdos felices, rotos todos por aquella corona que ahora se ceñía a la perfección en su cabeza y que le daba autoridad, aquellaautoridad que tenía que usar.

“Leonardo VIII quedas excolmugado de esta comunidad por intento de asesinato…” le falló la voz. Carraspeó y una lágrima involuntaria le rodó por la mejilla “…por intento de asesinato al rey Bartolo IV” Leonardo creó una mueca que borró al instante. Bartolo subió las manos, y sintió como el poder surgía y le llenaba de autoridad, abrió las palmas, y como hacía para jugar cuando eran pequeños, le lanzó a su hermano una bola, que ya no era amarilla como antaño (no es peligrosa el amarillo) sino negra y llena de autoridad del rey.

 Le impactó de lleno en el pecho. Leonardo gritó… “venganza” se escuchó.

 

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 Bartolo tenía en brazos a su nieto. Aunque no le gustaba la idea de que su único hijo –y último a partir de ahora por la ley- tuviese un hijo a los diecisiete años, su mujer se había quedado embarazada antes de lo previsto por un “pequeño desliz”. Tenía los ojos violetas, como los tenía él, su mujer y su hijo.

  Le tendió el niño a la madre –su nuera- quien con unos ojos marrones violáceos, le sonrió y bajó la cabeza, aun estaba aprendiendo español, pero seguía con unligero tono francés. Sonrió.

  Salió fuera de aquella sala, donde estaba también su mujer, que no cabía en sí de felicidad.

  Su sargento más cercano le dijo la palabra que mas temió durante aquellos últimos dieciocho años “Mi señor” bajó la mirada, asustado “volvió”.

 

***______________________________***_______________________________***

 

  Fuego, Aire, Viento, Tierra, variados hechizos y colores se dilumbraban por la capilla del castillo, donde Eugenia, la Reina, rezaba a los Dioses. Destrucción era lo que se veía por doquier. Tristeza acompañado de dolor.

“Mis Dioses, por favor, oir mis plegarias”

 En los pergaminos y en las vidas de las criaturas magicas se escribiría con tinta el primer día de aquella Primera Guerra Mundial de las Criaturas Mágicas.

 

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Bartolo tenía en su poder a su hermano. Había pedido privacidad, aunque notaba a los guardias fuera de la habitación. Suspiró. Leonardo había envejecido en aquellos años de oscuridad, aparentaba más de cincuenta, cuando ambos empezaban los cuarenta. “Leo, Leo, Leo… hermano, ¿qué has hecho? ¿Por qué hermano, por qué?” Leonardo le sonrió, y le iba a contestar cuando se abrió la puerta de golpe “¡Miserable! ¡Rata callejera! ¡Hijo de Satanás!” Gritó el heredero, rojo por la rabia, cerrando el puño, y descargandolo con toda su fureza posible en la cara de su tío, quien se hizo un ovillo. Bartolo miró a su hijo con horror y a su hermano con lástima “Santo Cielo, ¿qué haces hijo?” Los ojos violeta se clavaron en los de su padre, y de ellos comenzaron a brotar lágrimas “Éste hijo de, éste cabrón” dijo señalando a Lenardo, quien seguía ovillado en el suelo “Asesinó sin piedad a Faiceé” sollozó. Bartolo miró con horror a su hijo, que con tan solo dieciocho años había sido padre, y ahora se quedó viudo.

 Más tarde dejaría ir a su hermano, sin poderes, cosa que le costó casi la vida, y en cama, le entregó la corona a su hijo, quien reinó con tristeza pero con rudeza de matar a cualquier ser que practicase la hechicería.

 Cuando Auguste II –nieto de Bartolo- cumplió la temprana edad de los dieciocho, se convirtió en rey, ya que su padre, vencido por la tristeza y soledad, había fallecido.

 

***______________________________***_______________________________***

 

Años, e incluso siglos más tarde, la lucha seguiría, hasta que la paz reinase otra vez en el Mundo Mágico, pero siempre hubo, hay y habrá una duda: ¿Es verdad que el Señor Oscuro –o sus descendientes- sigue vivo? ¿Qué hará? ¿Qué maldades creará para destruir?

 

  Pestañeé varias veces, y quité avergonzada, unas lágrimas que habían osado caer con la historia y que yo ni me había enterado. Me quedé mirando al vacío. La historia había sido realmente emocionante, dramática… pero tan revelador y real, que me había llegado al fondo, haciendo que mis tripas se revolviesen.

 Miré a Leo, quien tenía los ojos cerrados. Abrió uno, y sonrió con sorna.

 -Realmente me ponen las tías sensibles –dijo. Le di un pequeño golpe en el hombro.

 -Esto es mucho más largo y más amlpio de lo que el Sr. Romero me contó –dije, cambiando de tema.

 Leo se desperezó, dejando ver algo de su barriga, que más bien se podía decir que era una tableta de chocolate…

 -¿Te gusta? –dijo señalándose.

 -Oh, cállate –le dije, y nos reímos.

 -Anda, vayámonos –me dijo, cogiéndome de la mano.

 Todo se puso negro de nuevo. ¡Comenzaba a odiar esto!

 Abrí mis ojos pestañeando, porque pequeñas y frías gotitas caían sobre ellos. Leo seguía en aquella posición tan cerca de mí, y abrió los ojos. Se separó inmediatamente, sonrojándose ligeramente.

 -Llueve –dijo. Sonreí, era obvio que llovía y que se sentía azorado por mi presencia. Sonreí, me sentía con poder sobre él, muajaja. “Concéntrate Tisiana” dije.

 Leo se tocó el pelo, y comenzó a caminar hacia donde estaba yo, pero pasó de largo, y fue cuando caí en la cuenta de que volvíamos tras nuestros pasos.

Corrimos hacia el coche, donde nos notamos empapados.

 -Dios, me va a dar una pulmonía… -dije. ¿Cuánto tiempo llevaría lloviendo?

 -¿Qué hora es? –pregunté.

 -Las… -consultó el reloj- Las dos menos cuarto.

 -¿¡De la mañana!? –casi grité.

 -Sip. ¿Por?

 -Dios, Leo, mañana es día escolar, ¡arranca arranca!

 Leo conducía rápido cuando quería, realmente rápido. Fuera, las luces de la carretera apenas se notaba como un borrón. Imagínate, llgamos a y cuarto al orfanato, cuando en un día normal, llegaríamos como a las tres, si no calculo mal.

 Desde luego, no le invité, pero Leo me siguió hasta la habitación.

 -Bien, esto… -momento incómodo- me voy a duchar- dije.

 El vapor acariciaba mi piel, calentándola. El espejo estaba empañado, y puse en él mi nombre: Tisiana Severino con aquella letra tan irregular mía. Me vestí –lo admito, con mi mejor pijama- me lavé los dientes, y tras una última revisión, salí a mi habitación.

 Como ayer por la mañana, Leo estaba dormido sobre mi cama, y como ayer por la mañana mi corazón se derritió.

 Suspiré, y muy a mi pesar, le moví ligeramente.

 -Leo, Leo… -canturreé- levanta.

Pero Leo no se levantó.

 -¡Leo, despierta! –dije con la voz más alta ahora.

 -¿Qué? Oh, perdona –dijo sonrojándose ligeramente- últimamente no duermo mucho.

 -Ya, por eso te vienes a dormir en mi cama ¿no? –sonreí. Su camiseta estaba mojada, empapada más bien.

 -Leo, mi má, dúchate en agua caliente, anda –le dije sin pensarlo. Cuando se me quedó mirando, comprendí las palabras y me sentí ruborizar- Digo, que si quieres te duchas aquí, que si no te e-e-enfermas –balbuceé.

 Leo sonrió, y dijo.

 -Claro, nena. Sigue en pie mi oferta a que me des un masaje.

 -En ese cajón –señalé haciendo caso omiso de su comentario- hay camisetas de chico, coge una.

Leo asintió y cogió una negra (que sabía que cogería) y me mordí el labio para no reir.

 Mientras, preparé lo del día siguiente, acomodé algo la haitación, me puse un poco de brillo en los labios, cogí un libro y me puse a “leer”.

 Poco después, se escuhó la puerta, salió Leo enfadado mirándose a si mismo.

Reí a carcajada batiente.

 -¡Esto no es de chico Tisiana! –gritó.

 -Si que lo es –dije- Es de Jotapé.

 -Aarrgg… -dijo. Se veía tan chistoso con aquella camiseta que le tapaba poco más de los boxers, donde en el pecho ponía en rosa: “Kiss me boy, if don't I'll do it”.

 Leo se movió rápido y se puso los pantalones. Y se me quedó mirando. Me había colocado las sábanas hasta la cintura y supongo que con el calor que hacía en mi habitación, estaría roja. Suspiró.

 Y de nuevo sin invitarle, se sentó a mi lado, y me miró suplicante.

 -No me va a dejar pasar el internado –me dijo. Iba a encoger los hombros cuando me di cuenta de lo que me estaba pidiendo.

 -¡Oh! Bueno –vacilé- coge una sábana y ponte a dormir en el suelo.

 -¿Con el frío que hace? –dijo.

 -Pégate al radiador.

 -¿Sin colchón? ¿Dormir allí como un perro? –volvio a decir fingiendo una mueca de horror tirando a incredulidad.

 -¿Qué quieres? ¿Qué duerma yo allí, o que?

Leo me sonrió de una manera tan pícara y sexy, que corrientes de calor recorrieron mi cuerpo.

 -Podemos compartir la cama.

 -Ni de coña –dije, pero antes de que me diese cuenta, se había quitado los pantalones (quedando solamente en camiseta y boxers, ¡DIOS!) y se había metido junto a mí.

 -Vamos, imagínate que soy Jotapé. Fijo que ya has dormido con él.

 -Pero él es gay, no cuenta –repliqué, además el no hacía que me sintiese tremendamente mareada. Giré mi cuerpo al contrario del suyo, y dijo:

 -¿Me estás incitando a algo o qué?

Aunque por lo bajo reí, apagué la luz.

-Vale, vale, sólo amigos, lo recuerdo, lo recuerdo -susurró por lo bajo.

Suspiré.

 -Buenas noches, Leo –susurré tiritando. Leo me agarró por la cintura y me acercó a él. Que calentito y cómodo se estaba.

 -Buenas noches,linda.

Me estremecí, puede que de felicidad o de satisfacción, el hecho fue que me quedé dormida placenteramente en los calientes, cómodos y fuertes brazos de Leo, obviamente, con una sonrisa en la cara y su respiración revolviendo mi pelo.



Bien, espero que os haya gustado (: Siento lo anterior, pero me preció muy fuerte, de verdad. Para compensarlo, un adelanto:


Me cogió por la barbilla y clavó sus ojos en mí.

 -Te quiero Tisiana, te quiero como no lo hecho con cualquier otra chica.

Sonreí. Eso era imposible...


¿Más? Averígualo en el capítulo 20 (;

26 de noviembre de 2009

CAPITULO 18

Hola!! Bueno, he aquí el capi 18, espero que disfruten, y CREO que mañana o pasado subiré el 19 (:

   

    MIRABA el techo estrellado de mi habitación escuchando la respiración acompasada de Jotapé. Lo mejor de él era que cuando querías silencio, obtenías silencio, por lo que las horas siguientes a la elección, había subido a mi habitación y me había tirado a la cama, que como la vez en que vine a cambiarme, estaba vacía ya que Leo se había ido. Poco después sonó la puerta, y vinieron muchos niños adarme ánimos, luego había venido la directora a decirme que tuviese listas las maletas el jueves a las tres de la tarde. Antes de salir, se me había quedado mirando, como que con ganas de decirme algo, pero ¿qué me va a decir la persona que desde los siete años me lleva castigando por cualquier cosa? ¿Suerte? ¿Por fin? Así que, tras agitar la cabeza, cerró la puerta y se marchó. A continuación de ella entró Melisa.

 -Qué suerte tienes, Tisiana. No sé como lo lograste, pero te vas.

 -Yo no lo veo así –dije. Sabía que le afectaba mucho todo esto: ella siempre fue la que quiso tener la familia, mientras yo solo quería cobrar mi herencia y salir pitando de aquí.

 -Es muy raro todo esto –se sentó a mi lado en la cama y me miró largamente, mientras yo recorría también su cara con la mirada. Aquella cara con la que había compartido secretos, travesuras, enfados, alegrías, desgracias… todo. Jotapé podría ser mi mejor amigo, pero Melisa era mi otra mitad, había cosas que simplemente no le podía contar a Jotapé por ser chico, ya que no entendería.

 Las lágrimas comenzaron a brotar de nuestros ojos tan diferentes, pero que rebosaban tristeza a cal y a canto. Nos abrazamos, enterré mi cara debajo de aquel pelo que siempre olía a miel.

 -Tis, Tis, Tis –lloró Melisa.

 -Dios, no sabes cuánto te voy a extrañar –le dije.

  Ambas sabíamos que me iba a mudar muy lejos de aquí, pero Melisa pensaba que iba a ser a otro sitio, mientras que yo sabía que era algo muy diferente: cambiaría de dimensión, de mundo. Pensar que por un momento casi la pierdo, cuando el director de mi nuevo colegio dijo que haría que me olvidasen… me estremecí y me separé de ella.

 -Melisa, mantendremos el contacto telefónico, ¿vale?

 -Pero, ¿quién me calmará si vuelven las pesadillas? ¿Quién me llevará a casa cuando me emborrache? –Sonreímos ante lo último -¿Y cuándo me rompan el corazón? ¿Quién estará allí para no dejar que me hunda?

 Suspiré. Melisa podría parecer una chica feliz, más las noches eran su peor pesadilla, ya que la invadían en sus sueños la noche en que, saliendo de una obra, unos ladrones asesinaron a sus padres con una navaja. Para hacerla sonreír, de pequeña le decía que sería Batwoman  por el parecido de su historia con la de aquel chico.

 Cuando se fue, llegó Jotapé que como siempre ya había supuesto que aquella pareja no era una pareja normal, sino una mágica. Abrió mucho los ojos cuando le dije quién eran en realidad. Después estuvimos recordando viejos momentos y habíamos quedado los dos tendidos sobre la almohada con las piernas entrelazadas mirando al techo.

 -Así que te vas de verdad –rompió el silencio Jotapé –Por unos instantes pensé que era mentira, que todo era un sueño, que no te ibas… -se le rompió la voz y se mordió el labio. Mordí el mío, tratando de pensar con claridad y no en aquellas lágrimas que intentaban resbalar por mis mejillas.

 -En realidad, creo que yo tampoco me lo creía, ¿sabes? Tenía mi mundo ya hecho, por lo menos hasta los dieciocho, y ahora no sé lo que haré desde el jueves.

 Volvimos a quedarnos en silencio. A partir de mañana todo sería distinto, comenzaría a hacer las maletas, iría al colegio a despedirme de todos, los abrazos, y por las tardes, estaría con Leo. Claro, siempre y cuando aquel cabrón apareciese de una vez, ya que le había dejado durmiendo, y al volver ya no estaba.

 Como si leyese mi mente a distancia, se escuchó un estruendo, y en dentro de un remolino girs, salió Leo, vestido de azul oscuro (vamos, que se había cambiado), con el pelo algo mojado. Sacudió algo su cabeza y después miró hacia nosotros y se rió.

 No me estraña, deberiamos de tener una pinta: Jotape y yo abrazados por el susto en una esquina de la cama, Jotapé con cara de susto, y yo… aunque al principio era cara de susto… ahora, con mi corazón latiendo a mil…

 -Bueno, esto –dijo Leo tocándose el pelo, algo que había notado yo que hacía cuando se ponía nervioso- Necesito a Tisiana un momentito, José.

 -Jotapé –corrigió éste separándose de nosotros y asintiendo. Me dio una mirada significativa y se marchó.

 -Vale, ¿dónde estabas? –le dije cortando el silencio incómodo que siguió a continuación.

 -¿Y te lo debería contar porque…? –me dijo, pero su expresió cambió cuando levantó una ceja y dijo: ¿O es que estás celosa de que me fuese con otra mujer?

 Bufé.

 -Cuando esté celosa de alguna mujer por estar cerca de ti le quemaré el pelo, mientras, por ahora, me apiado de ella.

Leo asintió pero no dijo nada. Me recosté en la cama y entreabrí un poco los ojos.

 -¿Qué haces?

 -Ver tu habitación. Bien, oye –dijo- mañana irás al trabajo, pero para dimitir,¿vale?

Me quedé estupefacta, pero asentí.

 -Luego, por la tarde, quedamos en Dallí’s –mencionó el restaurante al que fuimos el otro día… con Miguel y los demás, donde nos besamos por primera vez. Me sonrojé -…y después te llevaré a un sitio para poder practicar, ¿vale?

Volví a asentir. Nos quedamos mirando, y se acercó a mí: se sentó a mi lado. Me acarició la mejilla, ocasionando que mi corazón latiese a mil por hora, y cuando el ambiente estaba en su máxima calidez, tocaron la puerta, y Leo desapareció. Me peiné y dije “adelante”. Entró Miguel.

 -Esto… hola –dijo azorado.

 -Hola.

Entró en mi habitación y vino a sentarse al lado de mí.

 -Yo… sólo vine a despedirme de ti, Tis –dijo. Nos quedamos un rato en silencio. Pobre Miguel, realmente lo iba a pasar mal, y todo por mi culpa, desde luego, era una misearable. Como leyendo mis pensamientos dijo:

 -No te preocupes, Jotapé me dijo que nos visitarías y que llamarías, yo sólo no quiero que… te olvides de mí, ¿vale? –me miró, sus ojos llorosos, al igual que los míos. Le acaricié el pelo, y su cabeza calló en mis rodillas, sus brazos se entrlazaron detrás de mí, por  la parte baja de mi espalda. Y allí lloró secamente.

 -Miguel, siento todo lo que te hice, porque sé que te hize mal, no digas que no. Perdóname.

 Levantó su cabeza, y tras pedirme perdón por la escena anterior, se secó las lágrimas y se puso más rojo, si es posible.

 -Te quería pedir dos cosas Tis.

 -Claro.

 -Quiero que te quedes esto para que me recuerdes –y me dio una especie de pulsera rosa de bolitas con un lazito violeta.

 -¡Miguel! ¡Es precioso! ¡Gracias! –le abracé- No deberías…

 -Espera, tengo otra cosa –hice como si cerrase mi boca con una llave y la tirase y asentí- En realidad no te tengo, sino que quiero pedirte algo. Un regalo a cambio de este, si no es mucho pedir –Alcé una ceja, intrigada, pero me callé. Miguel bajó mucho la voz cuando dijo- regálame un beso, Tis. Un último beso de despedida.

 Abrí mucho los ojos por la sorpesa, pero no pude decir el no que tenía en mente, si es que me sorprendí cuando me di cuenta que de veras quería, asi que sin decir nada, poco a poco, nos fuimos acercando, hasta que nuestros labios se tocaron.

 Miguel pasó sus manos por mi espalda, acariciándome, y yo enredé mis dedos en su cabello. Fui yo la que nos separó (ambos rojos y jadenado) porque ¡parecía una puta! Dios santo… y además, yo… tan sólo pensaba en Leo mientras me morreaba allí con Miguel, el pobre Miguel que sonreió, me abrazó y salió de la habitación, dejándome sola, con una mueca en la cara.

 Me puse rápidamente el pijama, y me quedé dormida.

Dormí mal, a decir verdad.

 A la mañana siguiente, ni me molesté en ponerme mi uniforme del trabajo, y cuando llegué allí, y le dije a Don César que me iba por mi “adopción” me sorpendió como este viejo cayó en mis brazos, diciéndome que había sido la mejor dependienta que tuvo en toda la historia de su heladería, a lo cual yo refunfuñe “demasiado tarde, idiota”.

 Me dio el mes de septiembre y octubre(que ya me hacía falta) y de regalo, el de noviembre.

 Cuando, con la palabra en la boca, me despedí de Don César, me dirigí al Burger King, que estaba a mi izquierda y allí comí, y vi las manecillas del reloj pasar lentamente.

 Suspiré cuando me tiré frente al Dallí’s. No sabía a qué hora habíamos quedado, simplemente me dijo “por la tarde”. Así que mientras veía como la gente pasaba y pasaba, se me ocurrió una idea.

 Cerré los ojos, como bien me había enseñado Leo, y me concentré. Agua, agua, agua, agua, agua pensaba, y comenzó a llover. ¿Qué dirías si vieras a una empapada chica de casi diecisiete años, saltar como una loca y riendo como tal? Por que sería lo que dirías si me vieses.

 Escuché aplaudir detrás de mí. Me giré y allí empapado, estaba Leo. Se me cayó el alma a los pies. ¿Cómo alguien podía ser tan sexy y haberme prometido sólo amistad? Pero nada iba a estropear eso, por lo que cuando llegó, le abracé y tras vacilar algo, él me lo devolvió.

 -Vale loca –me dijo-  Vayamos a un lugar que te quiero enseñar.

  Me dio la mano y me condujo a su deportivo, me abrió la puerta del copiloto, y tras sentarnos y abrocharnos el cinturón provocando una descarga eléctrica literalmente, cuando nuestras manos se tocaron, arrancó el coche y nos fuimos de allí.

  Condujo hasta una carretera vacía, donde aparcó –en la nada- y después se internó en un bosque que había detrás.

 A unos trescientos metros, paó y respiró hondo y se volteó a mirarme.

Abrió los brazos invitándome a acercarme, cosa que hice después de vacilar unos segundos. Me agarró las manos.

 -Hoy empezaremos con algo de historia ¿qué te parece?

 Asentí sin palabras, la verdad. No estaba segura, tampoco, si quería saber la historia. Él tambien asintió y bajó mucho la cabeza, nuestros labios casi tocándose, subió sus manos hasta la altura de mi cabeza prácticamente rozándola, abrió mucho las palmas y con el dedo corazón tocó mi sien por ambos lados.

 Noté como se me ponían los ojos en blanco y como si fuese una pantalla plana, aparecieron imágenes.

 -Es un tipo de Vislumbración –escuché de la voz de Leo. Me di la vuelta, estaba a mi lado, miró a la derecha y allí apareció un sillón, donde se sentó y me invitó a que lo hiciese. Lo hice- La gente que posee el Don de la Visión es capaz de ver el futuro, el pasado, o ambas. Pero los magos hemos aprendido que siempre que queramos, podemos pasar cierta información con imágenes, pero lo solemos hacer a gente a la que confiemos, ya que esa persona lo puede dar/enseñar a otra persona que no debería tener aquel tipo de información –Me conmovió el hecho de que me dijese que confiaba en mí, aunque fuese indirectamente- Lo que se enseña es el punto de vista de algún suceso de la persona que da la información. Lo que yo te voy a enseñar, es más o menos nuestra historia según libros e imágenes de profesores que tuvieron el punto de vista de un vampiro.

 Se quedó un momento en silencio.

  -Así que lo que vas a ver, también tendrá algo de mí, pero si le preguntas a Iara, tu futura compañera de habitación, podrá tener otra versión. Como si hubiese pasado una pelea, yo te figo que la empezó ella, y ella te dice que la empezé yo, aunque si eres lo suficientemente lista, podrás ver los puntos iguales de la visión, ¿vale?

 Asentí, creo que lo pillaba.

  -Bien, comencemos por la Primera Guerra… -cerró los ojos, y tras unos instantes de silencio, las imágenes se definieron y tuvieron sonido. Me acomodé bajo el brazo que Leo había puesto sobre mis hombros, y presté atención a lo que tenía delante.

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