12 de diciembre de 2009

CAPITULO 25

HOLAA!!!  Bien, veamos,,,, madre mía, este capitulo es largo, pero CREEDME: no lo pude cortar y eso que ayer me pasé como una hora y media buscando y cortando, pero no me gustaba como quedaba. 

  Lo bueno es que es resbaladizo, vamos fácil de leer, espero que os guste :D

Silver, es para tí (:


  NOS apelotonamos con todos los demás como pudimos y conseguimos llegar hasta delante de todo. Bandas rojas nos separaban de los dos carruajes. Entonces, la puerta del carruaje blanco se abrió. Mi corazón latía a mil por hora. ¿Quién saldría de allí?

  La respuesta fue un joven de mi estatura con ropa muy cara. En su pose, no se parecía en mí para nada: se encontraba seguro al otro lado esperando a sus guardias, alzó la cabeza y miró hacia todos nosotros.

  En lo demás….

  Tenía los mismos ojos violetas que yo, sólo que tenían ese aire de superioridad que solo un noble podía tener. Su caminar era seguro e inclinaba la cabeza en un saludo y sonreía a algunas personas, quienes se inclinaban también ligeramente. Nuestra diferencia más clara era el pelo: mientras él lo tenía castaño claro, yo lo tenía a más oscuro no poder.

  A sus espaldas, pegado a él, iban sus guardias elementales, al que al de la derecha –un chico alto de pelo claro y ojos verdes- se le tiró alguien encima.

El pelo rojo tapaba su cara, pero supe que era Iara. Todos nos quedamos mudos por el shock, pero mi mente iba maquinando el por qué de esa acción suicida de Iara. Los guardias actuaron.

  No lo dudé y fui tras ella, a protegerla, quizá. Cuando ya veía manos amenazadoramente levantadas, se escuchó:

  -¡Alto! –su voz fue baja pero autoritaria. Todo el mundo se quedó quieto, y me equivoqué al mirarle a los ojos, quienes me devolvieron la mirada. La bajé automáticamente, aún frente a Iara protegiéndola, pero sentí  como se acercó a mí y fue entonces cuando, desde detrás del pelo de Iara, el chico habló.

  -Su majestad –se colocó frente a mí, tapándome y suspiré aliviada. Iara estaba a mi lado, pero no podía parar de mirar fijamente a aquel chico que supuse que era Roi, su hermano mayor que estaba en la Guardia Elemental.

  -Os pido las más sinceras disculpas por esta escena, pero os ruego que perdonéis a mi hermana pequeña, que hace casi seis años que no me ve, por eso el ímpetu de venir a mí. –Desde detrás pude apreciar el movimiento de vacilación de su cabeza- Y sólo tiene quince años. Así que por favor, perdonadla, no volverá a pasar.

  No pude ver la cara del príncipe, pero sí la de Iara, que ahora miraba avergonzada al suelo, y luego a mí.

  -¿En qué estabas pensando, so burra? –le pregunté en un susurro rápido.

Ella se limitó a encogerse de hombros.

  El silencio que transcurrió fue muy dramático, tampoco era para tanto.

  -Está bien, Roi, pero que no vuelva a suceder. ¿Por qué no la acompañas a su habitación para que se calme un rato? Te mereces un descanso –aún cuando sus palabras parecían amables y todo, su voz era algo sarcástica.

  Roi asintió, agarró de la mano de Iara quien agarró la mía a la vez y la… nos arrastró hacia las habitaciones.

  -Iara Green, ¿en qué estabas pensando? –dijo Roi cuando estábamos ya apartados. Todavía él no se había fijado en mí. En el lado izquierdo de la cara, cerca del ojo, tenía una vena que se estaba hinchando debido a su enfado. Se parecía mucho a su hermana pequeña con la misma nariz respingona y pestañas grandes que hacían de sus ojos verdes aún más preciosos, aunque en este momento estaban enfadados. Su pelo no era rojo como el de Iara, sino una extraña mezcla entre rubio oscuro y castaño claro con un clarísimo toque anaranjado, que lo llevaba muy corto, mas le sentaba bien.

  -En serio, ¡te das cuenta de que tus impulsos podían costarte la vida! –Alzó las manos- Tienes que ser más consecuente de tus actos, Iara. Eso ha costado muy caro, en serio te lo digo, y eso que llevo ¿qué? ¿Seis años? O casi con la realeza y han castigado –recalcó la palabra- a gente tan impulsiva.

  Iara había bajado de nuevo la vista y miraba sus manos que movía nerviosamente.

  -Iri –dijo más calmado, cogió la barbilla de Iara y la alzó para que la mirase- Lo siento, en serio –suspiró.

  -No lo pensé, sé que fue un acto impulsivo, es sólo que… bueno de verdad te he echado de menos, nada ha sido lo mismo sin ti –dijo Iara mirando el pecho de su hermano mayor. Sus palabras consiguieron que la vena desapareciese y su cara se transformase en una mueca de ternura. La atrajo hacia él y besó su pelo.

  -Yo también te eché de menos, créeme. Tenía pensado visitarte después, pero ya veo que tú te ocupaste de eso –sonrió cariñosamente. Me iba separando de ellos para dejarle intimidad y di la vuelta. Una enorme planta de un extraño color azul estaba en una ventana y su hoja se colocó debajo de mi nariz e inhalé su fragancia picosa y olorosa. Me tapé la nariz intentando no estornudar mientras los hermanos seguían con su conversación.

  -No sabes lo contento que se va a poner Yago cuando sepas que estás aquí. No soporta al idiota de Diego –asumí que Yago era el hermano mediano de los tres, y supuse que Diego era “el español”. Mi nariz me escocía y sentía como las ganas de estornudar se acercaban. ¡No!, pensé. Se me cerraban los ojos y con una mano los abrí como pude, pero… estornudé igual.

  Su conversación se paró inmediatamente, y Roi acostumbrado a actuar enseguida, se colocó frente a Iara, quien desde debajo de su brazo extendido me miraba divertida.

  Levanté una mano a modo de disculpa, pero las ganas volvieron y estornudé una, dos, tres veces más. Ellos se habían acercado a mí y la cantarina risa de Iara resonaba en mis oídos. Abrí un poco los ojos, que después de tanto estornudo estaban algo llorosos y escocían.

  -¿Quién es, Iara? –preguntó Roi.

  -Es Tisiana, mi nueva compañera de habitación.

  Ella seguía riéndose malosamente mientras me frotaba los ojos, y entonces los abrí y fijé la mirada en Roi. Sus ojos verdes pasaron de la curiosidad a la estupefacción, y después a una mezcla entre horror y se veía que tenía una lucha interna entre mirarme con respeto o desconfianza. Optó por la segunda.

  -¿Tisiana qué? ¿Qué haces aquí? ¿Cuántos años tienes? ¿Y ese color de tus ojos? –me hacía preguntas sin parar y me enfadé. Pero vamos a ver, ¿desde cuando se le hace tanto cuestionario a una desconocida? ¿Y esa desconfianza, de dónde salía?

  -Vamos a ver, me llamo Tisiana Severino y tengo dieciséis años, esto es un internado, por lo que es obvio que estoy estudiando aquí y mi color de ojos son así porque bueno, salieron así –me encogí de hombros- pero te agradecería que fueses algo más gentil.

  -Sí, Roi, desde luego… -dijo Iara- es mi amiga, y es de confianza, además es su primer día aquí no la estreses.

  La mirada de Roi rebosaba amor cuando miró a Iara.

  -Vuelves a tener razón, hermanita. –Guió su mirada hacia mí- Lo siento, Tisiana. No suelo ser tan maleducado y menos con las amigas de mi hermanita –revolvió el pelo de Iara- pero confieso que tus ojos me asustaron algo.

  -Tranquilo, no pasa nada –respondí.

  -Pero de todas maneras deberías ir a hablar con el príncipe Richard.

  -¿Quién?

  -El príncipe, Tisiana, el tío que viste antes.

  -Ah, claro, pero, no sé si sea buena idea. No sé, no quiero meter a nadie en líos. –Pensé en Leo, quien fue el que me metió en todo esto y tragué saliva.

  -Bueno, él se va a terminar dando cuenta. –Se encogió de hombros. En su bolsillo sonó un móvil, lo cogió y después de unas rápidas conversaciones lo cerró. –Es increíble que el tiempo pase tan rápido, pero ya es hora de comer –se volteó a Iara y depositó un beso en su frente- Es increíble lo mucho que has crecido, Iara, pensar que sólo tienes quince… Ya eres toda una mujer –Iara miró al suelo y se mordió el labio inferior, ruborizándose. Él me miró y sonrió. Tenía la misma sonrisa que Iara, te incitaba a responderle con otra sonrisa, que fue lo que hice.

  -Aunque ya veo que sabes quién soy –me tendió la mano derecha- Soy Roi Green.

  Su musculosa mano bronceadísima me dio un apretón fuerte pero caluroso.

  -Tisiana Severino –respondí.

  Iara se puso en medio de nosotros dos y caminamos hacia la cafetería mientras Iara le decía lo último en su casa: su madre había cambiado mucho desde que empezó con Diego –Roi en respuesta cerró los puños- Yago había bajado mucho las notas y se emborrachaba muchísimo.

  -Le afecta mucho tu ausencia, Roi. –Dijo Iara más seria, cuando estábamos a punto de llegar a la cafetería.

  -Lo sé, pequeña, pero qué le vamos a hacer. Yo tengo mi trabajo, y mi deber está en Italia. Su trabajo es el estudio, y su deber es aprobar todo. Él ya es mayor, tiene la edad suficiente para ser responsable de sus actos.

  Roi nos abrió la puerta y con la mirada buscó algo o a alguien. Aproveché para hacerle una pregunta a Iara.

  -¿Tienes quince años?

  -Sí –dijo, aunque se puso algo roja.

  -¿Y cuando cumples los dieciséis?

  -En julio del año que viene –confesó bajando la vista.

  -¿Y por qué estás en mi curso?

  -Me adelantaron un curso, al igual que a Yago y a Roi, es de familia –sonrió.

  -Ah, vale, jaja, qué listos –reímos.

  Roi había encontrado a la persona: un chico de media cabeza más alta que yo, ojos verdes, algo de barbilla, mueca en la boca –que se convirtió en sonrisa cuando vio a Roi. Le delató su pelo casi rojo: era Yago, el hermano mediano de los Green.

  Yago se levantó de la mesa en la que estaba sentado y fue corriendo hacia los brazos abiertos de Roi. Fue una escena tierna que duró poco, porque al parecer Yago pensó que estaría haciendo el ridículo comportándose de esa manera delante de todos, así que se separó y le dio la mano a su hermano mayor, aunque con la mirada –cargada de adoración- se comía a su hermano.

  -Tengo hambre –anunció Iara, y cuando lo dijo mis tripas sonaron. ¿Pero qué hora era? ¿Tan rápido había pasado mi primera mañana? Ojalá todas fuesen tan rápidas.

  Seguí a Iara hasta la cola, que era enorme. El estómago rugía cada vez con más fuerza y me lo agarré. El olor que por mi nariz entraba era delicioso y se me hizo la boca agua.

  Habían pasado casi diez minutos cuando por fin, después de Iara, me tocó coger la bandeja y llenarla con el primer plato: sopa de fideos y el segundo plato: hamburguesa. Cogí una botella de agua y me fui hacia la mesa donde Iara se dirigía.

  -Hola chicos –sonrió ella. Se sentó y yo me quedé como una auténtica idiota levantada sin saber qué hacer. Los dos individuos que estaban ahí se me quedaron mirando mientras sentía como mis mejillas se encendían, pero soporté su mirada sin desviarla, entonces Iara se acordó de mí.

  -¡Ay, Dios! Tisiana, lo siento. –Miró al grupo y señaló a una chica rubia platina con ojos rojos como los de Iara y aparato en los dientes- Tisiana, ésta es Clara, Clara Tisiana- inclinamos la cabeza a modo de saludo- Y éste de aquí es Ryan. –El chico sonrió abiertamente y algo en su pose me recordó a Jotapé.

  -Siéntate, mujer –dijo Ryan, palpando el sitio a su lado donde me senté. Cuando me disponía a comer mi sopa –la cual hacía que me babease- unas manos me taparon los ojos, impidiéndome comer. Fruncí el ceño.

  -Saca Leo –dije, pues era el único que me conocía bien, ¿no? Y a parte de Iara el único que me haría algo así, de confianza.

  -¡Pues no! –Rió una voz de chico aguda- Aunque ya te gustaría.

 Miré hacia atrás para ver con una sorpresa agradable a Insua riendo. A mi lado derecho se sentó Leo, que me besó en la mejilla.

  -Huiste, después del incidente. No sabía dónde estabas y me tuve que ir a clase.

  -Me arrastraron lejos –dije. Alzó una ceja- ¡Enserio! Es más, fue Iara.

La señalé como si fuésemos unas niñas pequeñas chivándonos de algo malo y puse morritos. Leo miró a Iara y le sonrió.

  -Mala Iara.

Clara y Ryan se habían quedado mirando a Leo y luego a mí. Iara suspiró dramáticamente y me hice una idea de sus caretos. Sonreí, y se ensanchó al ver a Derek, Olren, Andrew e Insua se sentaban con nosotros, el último a mi lado, en medio de Ryan y mío.

 La cara de los amigos de Iara seguía siendo de shock, pero enseguida Iara se puso a hablar calurosamente con Andrew, quien enseguida le siguió la conversación.

   Le conté a Leo a dónde había ido y frunció unos segundos el ceño, pero enseguida sonrió.

  -Al final vas a ser princesa y todo –me besó, pero esta vez en la boca.

  -Huis, guarros que sois, iros a un hotel –dijo Insua sonriendo. Le miré y sus ojos negros como agujeros sin fondo, pero amables y sinceros.

  -Me gusta tu pelo, es original –le dije.

  -Ya, bueno, es así ¿sabes? –dijo él.

  -¿Enserio? Pues es una pasada.

  -Que va a serlo. Es llamativo.

  -Y eléctrico. –Contraataqué.

  -Es raro –dijo.

  -Yo también lo soy –me señalé los ojos- Pero eso nos hace más especiales, ¿no?

  Insua me regaló una media sonrisa.

  -Verdad.

  Me giré contenta y cogí mi cuchara de nuevo. Abrí la boca preparada, mi estómago rugiendo y sentí unas manos en mi hombro derecho que me llamaba. Gemí mirando mi sopa. Maldita sea, pensé.

  -¿Si? –dije cuando me volteé.

  -¿Tisiana Severino? –preguntó una niña de unos trece años.

  -Aquí me tienes –levanté las manos rendida.

  -El Sr. Romero requiere tu presencia –dijo nerviosa. Casi ni me miraba y cuando lo hacía, sus ojos demostraban… ¿miedo? Suspiré.

  -Voy después de comer –me estaba girando.

  -Dice que es importante.

Me la quedé mirando, y la pobre comenzó a sudar la gota gorda, así que sonreí aunque me salió una mueca.

  -Está bien –me levanté abatida. Hoy no iba a comer.- Veamos qué quiere.

La seguí a través de las mesas del inmenso comedor, con paredes de piedras hermosas. Sus baldosas brillaban, y casi me devolvían mi reflejo.

  La niña caminaba rápido y en silencio y me llevó por pasillos, hasta que llegamos el conocido despacho del director.

  -Gracias –le dije.

  -No hay de qué.

  Se fue rápidamente y tras encogerme de hombros entré al despacho. El director estaba sentado en su enorme silla bebiendo un líquido rojo que seguro era sangre. Me estremecí ligeramente.

  -¡Srta. Severino! Siéntese –dijo. Me senté en la misma butaquita marrón aterciopelada de siempre que estaba en el lado derecho. –Espero que no le importe que coma un poco –agitó su bebida- llevo días sin comer y ya me sentía muy hambriento –sonrió enseñado los colmillos. Pero en vez de darme miedo o cualquier o otra cosa, me enfadé, ¿por qué todo el mundo menos yo podía comer? Antes de que saliese sonido alguno de su boca abierta, le interrumpí.

  -Sr. Romero, perdone por la pregunta, pero mi curiosidad me mata. –El director hizo un gesto con la mano invitándome a seguir- Usted es vampiro, lo puedo ver, pero, ¿cómo es que puede salir a la luz del día?

  Ramón Romero terminó la bebida tomándose su tiempo y dijo:

  -Bueno, es simple. En esta dimensión, la llamada Frontera, con su nacimiento se creó un hechizo que hacía proteger a los alumnos con esos inconvenientes, pero para los que no quieren, hay clases nocturnas.

  -Vale, pero, cuando usted vino a mi orfanato, era de día.

  -Sí, bueno, estaba muy protegido con hechizos que no entendería. A lo que iba –se acomodó- los profesores están de acuerdo conmigo en que se le da muy bien los cuatro elementos, pero te tenemos que poner en uno, y te doy la opción de elegir.

  Me encogí de hombros.

  -A mí me da igual.

  -Bueno, entonces espero que no le importe ir en Tierra. Muy poca gente está teniendo esa afinidad y en verdad lo necesitamos.

  -Claro –asentí- la tierra me gusta –sonreí.

  -Bien. También quería avisarle, ya que usted es nueva, del baile que se celebrará mañana aquí, en el comedor del colegio. Será de Halloween y estará ambientado en los vampiros –sonrió- así que nada de disfraces raros, sino vestido de gala y sin falta, una máscara.

  ¿Mañana? ¿Baile? ¿Vestido de gala y máscara? ¿Y de dónde iba a sacar yo un vestido y una máscara?

  -Siento el retraso en comunicárselo, Srta. Severino, pero no se lo he podido decir antes.

  -Claro, no pasa nada. – Mi mente maquinaba con rapidez algún conjunto de gala para el baile, pero con tanta ropa que tenía (ironía) ni en sueños. Me pregunté qué pensaría Leo si iba de vaqueros.

  -Comenzará a las nueve de la noche y termina a la una de la madrugada. Como excepción de Halloween, el colegio no cerrará sus puertas a las tres, sino a las seis, máxima hora para que hayas entrado, sino te quedas fuera y duermes donde puedas, como bien sé que sabes que pasa –alzó una ceja pícara y me sonrojé al recordar que Leo durmió conmigo por llegar tarde, aunque ahora que lo pienso… era la una, creo. Aunque también era domingo, cierto.

  -Y por último, mañana para el baile, viene la reina. Y aunque usted está convencida de que no es su madre, se va a interesar igual, así que tenga cuidado y recuerda tratarle con respeto, porque si como usted dice sus ojos son coincidencia y le falta el respeto… -dejó la frase sin terminar- Igual pasa con el príncipe Richard.

  Estaba asintiendo cuando la barriga me sonó descaradamente. El director sonrió.

  -Puede marcharse a comer, yo me encargaré de decirle al profesor de la siguiente clase que estará ocupada.

  -Gracias, Sr. Romero –dije. Me levanté y tras una última despedida salí del despacho hacia el comedor como pude, aunque, en serio, es tan grande que sería milagro no perderse. Y yo no lo obtuve.

  Mirando las señas que me decían por dónde ir, intenté guiarme hacia el comedor y cuando creo que iba llegando, escuché unas voces. Reconocí una automáticamente: era baja, algo grave pero infantilada y con autoridad. Era Richard, la última persona con la que me quería encontrar.

  Gracias a Dios había un baño a mi derecha, y fuese de chico o no, me metí dentro.

  -Quiero que esté todo listo para mañana –iba diciendo Richard- Espero que recordéis a mi madre que no se olvide mi traje. Sigo sin saber qué demonios hago aquí mientras podría estar en Viena disfrutando. –Qué egoísta de su parte. Su obligación era atender al pueblo antes que a sí mismos, vaya nobleza que se gastan hoy en día.

  -Le recuerdo, majestad, que fue por haber llegado a casa en mal estado y por las noticias del día siguiente.

  -Y yo te recuerdo, Albus, que tengo catorce años casi quince ¿¡cómo no me voy a emborrachar en una fiesta de Halloween normal!? –Dijo el principito- Y también te recuerdo que si soy príncipe, heredero de la corona Mágica de este continente, que ¡por cierto! es el que manda, ¿cómo no voy a salir en las noticias? Si aunque diga culo en vez de trasero me ponen en el titular como: “El príncipe de Europa, dos puntos, el más maleducado”. –Hubo un extenso silencio a medida que se iban acercando- Sólo quiero que llegue mi madre para que se ocupe de esa niña que se le ocurrió Cambiar ahora. No es normal.

  -Y por eso le ha mandado venir su madre, para que se ocupe, para que se acostumbre –reconocí la voz de Roi, por lo que supuse que el príncipe iba con su Guardia Elemental. Aunque Iara me había dicho que su hermano iba con la reina.

  -Roi, hoy me has puesto de mal humor con esa escenita tuya –se exasperó Richard.

  -Y la le pedí disculpas, señor. –Contestó lentamente Roi.

  - Y te las perdoné porque sabemos que por eso viniste conmigo y no con mi madre –vale, pregunta de antes respondida- Maldigo el día que el Señor Oscuro atacó a su hermano. Siempre quise uno, ¿Sabían? –aquí hubo en silencio, por lo que supuse que habían asentido o negado con la cabeza en silencio.

  -Pero pequeño, yo quiero ser rey –dijo. Arg, mocoso repugnante y egoísta, pensé.

  -Bueno, caballeros, voy al baño.

 ¿Baño? ¿Baño? ¡Mierda!

Me apresuré y me escondí en uno de los váteres con puertita, en la que detrás ponía con una letra penosa: Pamela es una… y ya no se entendía más, pero lo podía deducir.

  Pronto escuché la puerta del baño abrirse, me subí arriba del váter, y creo que por mi peso y por la manera incómoda en la que estaba, cedió.

  Grité y caí encima de los trozos rotos, pero milagrosamente, no encima de uno, pero mi grito fue muy alto… y femenino.

  -¿Hola? –Preguntó el príncipe- ¿Hay alguien?

Mierda. Si me pillaban estaba muerta.



Bien, ¿os pareció muyy largo? ¿Muy coñazo? Decidmelo porrfa :P  

No os olvidéis de comenataaaar!! (:



Animo gente, que ya falta menos para navidad 

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