13 de diciembre de 2009

CAPITULO 26

HOLAA!!! bueno, aquí el capitulo 26, y una noticia, 


  En el siguiente capitulo será el baile y voy a subir una foto del baile, a ver si os gusta (: Bueno, sin más preámbulos, os dejo:

¿HOLA? –Repitió el príncipe, esta vez algo más insistente- ¿Quién está ahí? Da la cara –dijo.

   Escuché como entraban más personas al baño y desde el suelo pude apreciar ocho pies: la Guardia Elemental había entrado en acción, pero desde luego yo no me iba a quedar a esperar para ver cómo actuaban.

  Cerré los ojos a presión e intenté concentrarme en mi habitación para transportarme hacia allí.

  -Quédese detrás de mí, alteza –dijo alguien, entonces a mi derecha sonó como abrían las puertas de los baños. Vamos, vamos, pensé. En mi mente tomaba forma las persianas color beige, las dos camas, una aún con mi ropa por encima y otra llena de peluches.

  Mi puerta sonó, y con una patada impedí su apertura.

  -¿Quién está allí? –Dijo la voz de Albus- Salga ahora mismo, es una orden.

Pero mi pie hacia de pestillo y no la abrieron. ¿Por qué no estaba en mi habitación ya?

  -Quien esté al otro lado, si no quiere ser lastimado, abra ahora o abriremos nosotros.

  Mi pie temblaban por los golpes que daban, entonces el ambiente se cargó de electricidad, así era como sentía cuando iba a hacer magia.

  -Joder –susurré, aterrada.

  -Alteza, échese a un lado –dijo alguien. Cerré los ojos en un último intento y ya sentía como yo irradiaba electricidad, el mundo comenzaba a dar vueltas… y la puerta de mi baño estalló.

  Abrí los ojos, pero una luz impedía ver a los hombres, aunque yo me había desconcertado, el hechizo ya estaba hecho, y aunque sentí cómo me llamaban, ya había desaparecido.

 

***

 

  -¡Ah! –grité cuando caí del colchón de mi cama. Me alcé rápido, me acomodé la ropa y salí pitando hacia el comedor. Las cocineras me estaban esperando, y les pedí perdón por la tardanza, pero había ido al baño. Y no mentí y al fin y al cabo.

  Cuando ¡por fin! Me había comido de dos bocados la hamburguesa, me terminé mi refresco y salí dirigiéndome hacia mi clase.

  Bien, si todo había salido como había pensado, ellos no me vieron por esa extraña luz amarilla que consiguió cubrirme, pero ahora estarían buscando a una chica –estaba segura de que vieron mi falda- fugitiva, pero yo había estado con el director, así que tenía coartada, por lo que no sospecharían de mí. Menos mal.

  Mi siguiente pensamiento pasó al baile de mañana. Si reunía mis ahorros del trabajo, más la paga extra de Don César podía comprarme un vestido sencillito, y luego podría pedirle a alguien alguna máscara que le sobrase.

  Pensaba en Leo cuando lo vi. Pero no fue como siempre o esta mañana, que iba en medio del pasillo y cómodo… y popular para qué mentir. Iba pegado a la pared mirando a todas partes, como si quisiese que no le pillasen. Pero el tendría que estar en clase ahora, ¿no? Bueno, yo también pero a mí me había llamado el director. Y desde luego no fui pegada a la pared, o por lo menos no miraba así a todas partes.

  No sé en qué pensé cuando me puse detrás de una columna para que no me viese, estaba haciendo el tonto, ¡me estaba escondiendo de mi novio! Así que salí, sonriendo, y la sonrisa se me congeló en el rostro porque Leo cruzó a la derecha, por donde yo había ido, o sea, hacia las habitaciones de las chicas.

  ¡Traidor! ¡Asqueroso! Muchos más insultos pasaron por mi cabeza mientras silenciosamente le seguí. ¡Iba tan pegado y con desconfianza porque no querían que le pillasen yendo –nada más y nada menos- que a la habitación de una chica que no era su novia! Desgraciado, pensé.

  Cerré las manos en puños, y sentí como un torrente de energía se acumulaba allí. Cesó de repente.

  Un momento, fruncí el ceño. Ésa habitación, 364, era la mía. ¿Qué? Vale, no podía ir allí por Iara, y desde luego no había quedado con él, así que, ¿qué carajo hacía entrando en mi habitación?

  Bueno, aunque se supone que no podía, sólo podíamos entrar Iara y yo por nuestras huellas. Pero por mucho que me lo repitiese, mis ojos vieron como de alguna forma consiguió entrar y cerró la puerta tras de sí, pero mi cerebro no quiso hacer caso a esas imágenes.

  Me agazapé detrás de una columna a la espera de que saliese Leo, que fue unos quince minutos después, y llevaba algo en a mano que no conseguí ver.

  No quería que me viese ni quería salir del rincón en el que estaba mirando a la nada.

  Espero que Leo no sea de los típicos chicos obsesivos con sus novias que hasta cogen su ropa interior y la huelen… me estremecí. No, él no era desde luego así. Entonces, ¿por qué esto me daba tan mala espina?

  El timbre sonó, despertándome y salí corriendo en busca de Iara. Por suerte, no me costó encontrarla y las siguientes dos clases pasaron volando, gracias a Dios.

  Pero no me podía sacar de la cabeza la imagen de Leo entrando a mi habitación, salir con algo, mirar hacia los lados y salir en pasos suaves pero apurados. ¿Qué había cogido?

  Estábamos cruzando la pequeña plaza verde hacia el edificio de las habitaciones cuando Leo se nos pegó.

  -Chicas –saludó. Me dio un beso en el pelo, y me cogió la mano. No, era imposible que fuese un obseso o cualquier cosa, seguramente me había equivocado o no sé, pero seguramente tenía explicación.

  -¿Qué tal, Leo? –dijo Iara, sonriendo quizá excesivamente.

  -Bien, en realidad venía a hablar con Tis –dijo.

  -Oh, bueno, ya me voy –me miró- te espero en la habitación, ¿vale?

  -Ok –dije. Habíamos estado hablando sobre el baile, y me iba a ayudar con el conjunto. Que Dios la bendiga.

  -¿Y de qué querías hablar? –pregunté cuando estábamos solos. Había cambiado su mano a mi hombro, donde descansaba todo su brazo, y sus dedos jugueteaban con mi pelo.

  -Mañana hay un baile, ¿lo sabías? –Asentí- Bien, pues me preguntaba si te gustaría venir conmigo –soltó de golpe, y cuando terminó bajó la mirada. A los chicos les costaba demasiado decir tantas cosas, y la más era pedir para ir a un baile. Ahogué un bufido y le sonreí.

  -Me encantaría –alzó la cabeza y sonrió. Me cogió por el mentón y me besó. Allí, en medio de la plaza. Pero hubo tanta felicidad que le pasé los brazos por su cuello y enterré mis dedos en su melena oscura.

  Su boca se abrió dando paso a su lengua que se enrolló con la mía en el son de la misma canción. Después de separarnos y mirarnos –yo más roja imposible- y fuimos hacia mi habitación. 

  -¿Os vais a quedar toda la tarde allí metidas? –dijo Leo.

  -No lo sé, puede que sí. No tengo mucha ropa, así que nos va a costar algo de tiempo.

  -Bueno, siempre te puedo comprar algo –dijo Leo.

  -¡No! ¿Cómo me vas a comprar algo? –le dije, horrorizada.

  -No te preocupes por el dinero, es un regalo. Además, quiero que mi chica esté impresionante –añadió pícaro.

  -Ya, bueno, no era sólo por el dinero. Quiero que se una sorpresa, mi vestido, quiero decir –le confesé- Y no. Será mi última medida, no pienso abusar de tu dinero –le dije.

  Frente a mi puerta me dio un beso en la mejilla, y se fue diciendo:

  -Pero si no tienes vestido, mañana de compras –dijo.

 Suspiré. No quería quedar como una pobretona que abusa del dinero de su novio rico.

  Dentro de la habitación, ya estaba Iara y tenía toda mi ropa desperdigada por las dos camas.

  -Chica, ¿es que nunca fuisteis de compras en el orfanato? –me preguntó.

  -No mucho, la verdad.

Me acerqué a ella y nos pasamos el resto de la tarde poniéndonos conjuntos, prestándonos ropa, bailando, riendo, hablando… y llegamos a una conclusión.

  Nos dejamos caer en su cama, la más vacía.

  -Ni tú ni yo tenemos un maldito vestido que llevar mañana –dijo Iara.

  -Lo sé –suspiré. Aunque los conjuntos que creamos eran bonitos, no había vestidos, zapatos, faldas… sólo ropa informal.

  -Mañana nos levantaremos temprano, iremos al centro comercial a ver qué vemos.

  -Está bien, Iara, pero espero que no te importe que invite a alguien de mi orfanato –le dije.

  -Pero, ¿no se supone que estás en otro país-continente-lo-que-sea?

  -Sí, bueno, pero Jotapé sabe todo –dije.

 Iara me miró y luego asintió.

  -Como quieras.

  Después de cenar rápidamente (se nos pasó la hora) volvimos a la habitación y Iara anunció que se quería tomar un baño relajante y desapareció dentro de los azulejos morados.

  Yo aproveché y llamé a Jotapé.

  -¿Sí? –dijo la voz tan familiar de Jotapé.

  -Hola, soy yo.

  -¡Tis! –exclamó. Pude escuchar como caminaba, seguramente para que nadie le oyese- ¿Qué tal? ¿Cómo es todo por allá? –preguntó.

  -Se está bien, pero te echo mucho de menos.

  -Yo también, Tis, no sabes lo diferente que es todo esto sin ti. Miguel parece un zombi y Melisa ya no anda con nosotros. Se ha vuelto muy rara –me dijo. Pasamos unos segundos en silencio. Todo parecía tan lejano…- Pero cuéntame, ¿cómo ha sido tu primer día escolar? Oye, y las pruebas esas, ¿qué tal te salieron?

  Sonreí, y le relaté todo sobre los últimos dos días. Jotapé me escuchó y me hizo algunas preguntas. Le conté también lo de Leo, pero no supo que decirme.

  -Ay, Tis, no sé, no tiene pinta de estar loco, puede que te haya cogido la talla para comprarte algo –me dijo.

  -Pero fue muy raro, tenías que verle la cara. Y hablando de comprar…

  Le dije también sobre el baile y mi poca ropa y riendo dijo “sabía que algún día eso iba a suceder”. Cuando le conté como Iara y yo nos rendimos y accedí a ir de compras mañana, y que estaba invitado, escuché como daba pequeños saltitos y no pude evitar sonreír.

  -Bien, ¡sí! ¡Qué guay! Ay mi madre, todo ambientado a lo vampiro, Tis, qué nervios y cuánta envidia. ¿A qué hora y dónde? –preguntó.

  -A las doce frente a Zara, ¿ok?

  -Está bien, ¡nos vemos! –dijo, y colgó.

 

***

A las doce en punto estuvimos delante de Zara y tras abrazos de oso y besos de parte de Jotapé y mía, fueron las presentaciones.

  Habían venido con nosotras dos Leo, Andrew, Derek y Ryan, el amigo de Iara. Leo y yo íbamos de la mano y recordé la escena que tuvimos en mi habitación, cuando Iara había ido a “lavarse los dientes” –que por cierto, tardó unos quince minutos.

  -Así que ya caíste en la poca ropa que tienes, ¿eh? –me decía él.

  -Oye, perdona, lo que pasa es que en mi orfanato el armario era muy pequeño y como mi ropa cabía comprimida, pensé que tenía mucha, ¿Vale? –le dije enfadada.

   -Vale, pero no te enfades. No sabes lo guapa que estás así refunfuñada, y me haces querer hacerte cosas que no debería en tu habitación –me atrajo hacia sí y me empezó a dar besitos en el cuello.

  -Eres un cochino –le dije, pero me dejé llevar, y cuando Iara salió del baño, nos estábamos fundiendo en un beso apasionado.

  -Vale, yo, eh… -dijo cortada- Siento volver a interrumpir, bueno, os espero fuera. –Y salió apurada.

  Leo y yo nos reímos y fuimos detrás, y justo cuando Leo iba a abrir la puerta le solté:

  -¿Por qué viniste a mi habitación ayer? –Leo paró en seco y me miró.

  -¿Qué?

  -Sí, ayer, te vi entrar en mi habitación, Leo –dije. Leo me miró profundamente y lo negó, y cuando abrió la puerta, le creí. Seguramente me lo imaginé, pensé y asunto olvidado.

  -Tierra llamando a Tisiana –dijo Jotapé.

  -Perdona, estaba… -comencé.

  -En tu mundo chupi guay, lo sé –dijo él- pero vamos de compras, ¿recuerdas? Así que sácate ese abrigotón que tienes. Es más –me lo sacó él y se lo dio a Leo- Cógelo tú, ya sabes, es de mala suerte que veas el vestido de tu novia –le guiñó un ojo y sonrió. Me reí de la cara de Leo.

  -Es verdad, Leo, no me puedes ver hasta más tarde.

  -Como quieras, pero cuando tengas el vestido, avísame para darte mi tarjeta. –Me había estado acercando a él para darle un beso, pero me paré en seco y le dije:

   -No me vas a comprar nada, Leo, no soy pobre.

 Puso mi abrigo debajo de su brazo y acercó su cara a la mía.

  -Lo sé, pero tómatelo un regalo ¿vale? –me besó rápido, casi sin rozar mis labios y reí.

  -Me lo pensaré.

 Y nos separamos: Leo, Andrew y Derek por un lado y Ryan, Iara, Jotapé y yo por el otro.

  Estuvimos hasta las dos buscando vestidos. Me probé unos diez, que cinco era espantosos, uno demasiado corto, dos con demasiado escote y otro… sin comentarios.

  Iara ya había escogido su vestido. Cuando el director me dijo un baile de gala pensé en vestidos largos y pegados… bueno, modernos. Pero el director con lo de baile de máscaras ambientados en los vampiros , me explicó Iara, era un baile con trajes siglos pasados, como en las películas.

  Así que Iara se compró un vestido verde –que con su pelo rojo le quedaba divino de la muerte, palabras de Ryan- que donde estaban los hombros se convertía en bombacho. A partir del codo para abajo, la manga verde clarita era muy pegada y tenía una especie de guante que se ponía en el dedo corazón.

  Era muy largo, con los tacones que se compró aún se le arrastraba algo, pero no era pegado como los de ahora, sino que era circular. Es más, para que se viese tan bonito por dentro llevaba un aro.

  Su antifaz era verde con motitas rojas. Iba preciosa.

  Yo me había rendido ya hace mucho tiempo, pero no fue hasta cuando tropecé con un perchero en el suelo y caí, que vi un vestido blanco escondido, lo saqué y parecía y todo que había una luz que lo iluminaba.

  Había encontrado mi vestido.

  Era blanco, con los hombros también en bombacho, pero no tan grandes como los de Iara. Su cuello era redondo, y desde el centro del cuello hasta donde iría la cintura había bordados en color blanco y beige. La falda era un poco menos voluminosa que la de Iara, pero casi igual de larga y grande.

  Mis ojos aún estaban abiertos del todo. No sabía qué hacía un vestido de los siglos XVII-XIX en una tienda como ésta, pero lo agarré, verifiqué mi talla y salí en busca de mis amigos.

  -¡Es perfecto! –dijeron todos.

Y fue entonces cuando toqué algo duro cuando caí.

  -Es carísimo –me quejé- y no voy a hacerle a Leo comprármelo, total, para usarlo esta noche, ¿no?

  -Pero es un regalo de su parte, Tis –me dijo Ryan.

  -Pero un regalo no es tan caro, y si lo es, nunca se dice.

  -¿Cuánto tienes? –Preguntó Iara- Quizá entre todos podamos.

Y entre todos, aún nos faltaban quince euros, pero Ryan dijo que tenía la solución y fue hacia un cajero automático.

  -Vamos, es por una ocasión especial, ¿no? –me guiñó el ojo y le abracé.

  -Gracias, Ryan, gracias a todos, de verdad

  Eran ya las tres cuando llamamos a los otros tres para que viniesen. Leo se enfurruñó porque no le había avisado, y tras pedirle perdón unas trescientas veces, me dijo que ya me compraría algo.

  -No hace falta, Leo.

  -Quiero que lleves algo mío para que la gente sepa que eres mía.

  -No soy tuya –le dije.

  -Pero sí una parte de tu corazón –dijo, y me besó.

Comimos todos en un McDonald y a las cinco Iara se levantó.

  -Bueno chicos, es hora de que Tis y yo nos vayamos.

  -¿Ah sí? –dijimos todos, incluida yo.

  -Sí, sabemos que somos guapas, pero… la perfección toma su tiempo. Tenemos cita en la peluquería Tis, a las cinco y media, así que mueve tu culo y vámonos.

  Le entregó nuestras dos bolsas a Ryan y amenazó con la muerte a cualquiera que las abriese.

  Jotapé también se levantó diciendo que también se tenía que ir. Nos despedimos de todos y juntos salimos del local.

  -Tisiana, gracias por no sacarme de tu vida –dijo Jotapé.

  -No te pongas melodramático, eres mi mejor amigo, nunca te echaría.

Nos dimos un fuerte abrazo, y tras despedirse de Iara se fue.

  Iara suspiró.

  -Bueno, a partir de ahora y hasta las nueve menos cuarto, nos pasaremos por todo un tour de belleza –dijo.

  -Qué miedo –respondí, sonriendo.

  -Va a ser una tarde muy larga –sonrió ella también, con fingida maldad.



Y EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO:

Me estaba mirando. Me estaba mirando a los ojos. Me estaba miando DIRECTAMENTE a los ojos. Violeta y violeta.

-Sácate la máscara -me ordenó- ¡YA!

Cómo no le hice caso, se acercó a mí y...

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