26 de diciembre de 2009

CAPITULO 29

MIS AMORES (LL)
Perdonadme opor la tardanza, pero entre navidad y estrés y mierdas... no pude escribir por falta de tiempo, y cuando me disponía a escribir ¡BAM! se iba iba la inspiración TSSS jaja, bueno, espero que os guste este ccapitulo y que me perdonen.
De veerdad, espero poder poner el 30 antes (:

D I S F R U T A D (:


ABRÍ mucho los ojos ante la noticia. No esperé a nada y me fui, gritando hacia atrás:

-¡Amelia, dile al profesor que tuve que ir a la enfermería!

El camino que me llevaría caminando unos veinte minutos me llevó cinco. Jadeando por la carrera llegué a la habitación y entré.

-¿Leo? -pregunté bajito- ¿Qué pasa?

Él alzó la vista y clavó la mirada en mí.

-No saben, está empeorando mucho. Hace unas horas abrió los ojos y los tenía azules, ya, pero... hace una hora más o menos empezó la fiebre. Puede que tan solo sea una gripe, una infección o algo por el estilo pero no quieren arriesgarse, así que la trasladan a Viena con la reina y el rey.

Suspiré. Cogí una butaca y la arrastré hacia su lado. Acaricié la espalda de Leo, calmándolo. Él apoyó su cabeza sobre mi hombro mirando ahora a su pequeña hermana.

-Se pondrá bien, Leo, es una niña muy fuerte.

-Lo sé, es solo que... no sé qué le pasa. -Pasamos unos momentos en silencio antes de que Leo se levantase.

-Tengo que salir un momento, vuelvo dentro de una media hora, ¿vale?

Yo asentí, y tras el golpe de la puerta a la marcha de Leo, me quedé sola junto a Yakira.

Su cabello negro hasta los hombros caía lacio por la almohada, sus pestañas rizadas tintineaban ligeramente por el movimiento por debajo de los párpados. Las aletas de su pequeña nariz se inflaban y se desinflaban también muy suavemente.

Sus manos estaban a los lados de su pequeño cuerpo. Su mano izquierda tenía una dos vías y la derecha estaba colocada con la palma hacia arriba después de estar agarrada a la de Leo.

La puerta se abrió y entró una enfermera que dio un respingo cuando me vio.

-Vaya -dijo- no la esperaba aquí Srta. Severino, más bien esperaba al hermano de la Srta. Royal.

Enarqué una ceja. ¿Cómo es que sabe mi nombre? Juraría que nunca me han atendido en la enfermería.

-Me alegro de saber que ya está bien. ¿Sabe? Nunca antes vi vomitar a alguien con tanta efusividad -dijo con una media sonrisa provocando que un rubor subiese por mis mejillas.

Así que esta señora debió de ser la voz desconocida que me dio de comer una sopa tremendamente asquerosa.

La enfermera se acercó a Yakira, y renovó una de las bolsas de suero que estaban a la izquierda de la cama.

-Que no te dé el frío -me dijo, y cerró la puerta tras de sí.

Yakira se removió ligeramente y sin pensarlo me moví a la silla de Leo y le di la mano. Ella me la apretó un poco antes de quedarse nuevamente dormida en paz.

Pasaban los minutos y Leo no volvía, pero yo me sentía cada vez más pesada y más cansada, así que apoyé mi cabeza en la cama y cerré los ojos.

El olor a comida fue lo que me despertó.

-Tisiana -dijo Iara.

-¿Qué? -me desperecé. ¿Cuándo había llegado ella... con Andrew, Amelia e Insua?

-Ojalá yo tuviese una cuñada así, que me cuidase todo el tiempo -dijo Insua- y mejor si está tan buena -sonrió.

-Ya, bueno, no todos tienen esa suerte -le sonreí de vuelta y le guiñé un ojo.

-En fin -dijo Iara- que te trajimos un poco de comida, niña, que no fuiste a comer.

-Y te perdiste las dos clases siguientes -dijo Andrew.

-Eso es lo de menos, en realidad –dijo Iara. Volvió a abrir la boca para decir algo, pero yo la interrumpí.

-Para nada, tiene mucha importancia –me incorporé un poco pero sin soltar la mano de Yakira- Dices que dos clases, ¿no? Así que Leo se fue hace casi dos horas… -me quedé pensando. Había dicho que volvía enseguida, ¿le habrá pasado algo? Zafé mi mano de la de Yakira, y la miré: la pobre estaba entumecida. Cuando ya me levantaba, Leo entró.

-¡Ah! –Salté- Qué susto me diste –sonreí y me puse de puntillas para darle un beso per él se apartó. Se fue directo a la cama de Yakira y no pude evitar tener una punzada de celos, pero meneé la cabeza, sonreí y me dirigí a su lado.

-Yo la veo con mejor cara –le dije, él solo movió su hombro para deshacer nuestro contacto. Insua tosió y se fue llevándose a Iara y a Andrew.

-¿Estás bien, Leo? –le dije. Me agaché colocándome a su altura- ¿Por qué tardaste tanto?

-Me lié –contestó si variar su posición.

-¿Con qué? –comenzaba a ponerme nerviosa. Algo iba mal.

-Con mis cosas –susurró.

Asentí y le iba a contestar cuando él habló primero.

-Todo lo que haga o deje de hacer no es asunto tuyo, Tisiana –me quedé con la palabra en la boca.

-Vale, como quieras, pero la próxima vez que me dejes a cargo de tu hermana enferma y desaparezcas dos horas me puedes por lo menos –iba poco a poco alzando más y más la voz- decir alguna escusa por tu ausencia, al fin y al cabo soy tu novia, ¿no?

Leo se levantó y me encaró.

-Está bien –me miró a los ojos como queriendo penetrarlos pero para que me hiciese atrás pero yo me estiré cuan larga era –no mucho- y le devolví la mirada, y cansada del silencio le pregunté:

-¿Estás bien, Leo? –Ahora que le miraba con más atención veía unas pequeñas ojeras por debajo de los ojos. Levanté mi mano y le acaricié la mejilla. Él correspondió a mi caricia cerrando los ojos y dejando que yo le besase.

-Arg, iros a un hotel –se escuchó. Nos separamos de golpe con un ¡plop! Y miramos sorprendidos a Yakira, que sonreía frotándose un ojo.- ¿Qué tanto miráis?

Leo me soltó y se agachó a agarrar la mano de su hermana.

-¿Yakira? Yakira, ¿cómo te sientes? –preguntó, yo me arrimé a su lado.

-¿Qué cómo me siento? –Dijo Yakira, sus ojos brillaban- Me siento… ¡espléndida! Aunque algo cansada –remató y se dejó caer contra la almohada cerrando los ojos.

Les dije que iba a avisar a la enfermera y salí de la habitación. Cuando iba llegando a la recepción de la enfermería, tres chicos venían arrastrando una camilla. Cuando pasaron por mi lado pude apreciar la figura de una chica de mi curso. Diablos, pensé. De la camilla tiraban tres chicos de último curso. Me aparté para dejarles paso y me acerqué a una chica que se tapaba la cara con un pañuelo.

-¿Pamela? –dije anonada- Pamela, ¿qué pasó?

Pamela apartó el pañuelo de la cara para dejarme ver sus mejillas bañadas en rímel corrido, ojos llorosos y nariz roja.

-No lo sé, estaba caminando cuando…cuando –sollozó.

-Tranquila –le dije tocando su brazo para darle apoyo. Desde el principio he odiado a Pamela, pero no soy capaz de dejarla allí tal y como estaba: descompuesta.- ¿Cuándo qué, Pamela?

-Frente a la puerta del baño de chicas estaba el cuerpo de Lizzie, en el suelo convulsionándose. Me acerqué –abría los ojos y miraba a la nada, perdida en sus recuerdos tan horribles- y la llamé, cuando le moví la cabeza… sus ojos estaban en blanco. Estaba inconsciente, pero aun así tenía espasmos. ¡Dios! –dijo y se echó a mi hombro a llorar.

La enfermera que buscaba pasó por mi lado, y la llamé.

-Dime preciosa –dijo, pero se le notaba que tenía prisa.

-Yakira se despertó –le dije.

La enfermera abrió mucho los ojos y asintió.

-Ya mando a alguien para allá –miró a la llorosa de Pamela y rodando los ojos dijo- Si me puede hacer el favor de cuidar de ella mientras.

Luego de asentir con la cabeza, se marchó.

Pasaron los minutos y Pamela paró de llorar, pasaron aún más y ya había parado de moquear, pero seguía pálida y encogida en sí misma. A lo poco, salió una enfermera que se dirigió a nosotras.

-¿Pamela?

La nombrada se levantó y yo fui tras ella.

-¿Cómo está Elisabeth? –preguntó Pamela con la voz cansada.

-Tuvo un ataque epiléptico. –Pamela jadeó y yo le agarré por el codo porque juro que casi se cae al suelo- Para ser más exactos –siguió la enfermera algo más insegura- tuvo una crisis tónico-clónica, también llamada… -vaciló- de gran mal.

Las piernas de Pamela cedieron y entre la enfermera (que estaba gritando por ayuda) la sentamos. Otra enfermera se acercó y le dio un vaso de agua.

-Descansa, que su amiga se pondrá bien, no se preocupe –le dijo la enfermera, luego alzó la vista hacia mí- debería acompañarla a su habitación de todas maneras. Lo más seguro es que por el susto tenga una crisis nerviosa. El ser la testigo le afectó, pero aún más el la víctima sea su amiga.

Asentí y comencé a levantarme cuando Pamela habló. Su voz ya sonaba algo normal, aunque seguía apoyándose en mí en su mayor parte.

-¿Y por qué tuvo… -tragó saliva- …la crisis?

La enfermera volvió a dudar en decirle o no la respuesta.

-Todavía no es seguro, pero sí puedo adelantarle que las crisis epilépticas pueden aparecer por múltiples causas, pero según la edad es más frecuente que sea por unas que por otras –contestó la chica.

-Ya –asintió Pamela- pero no me ha contestado la pregunta.

La enfermera suspiró, rendida.

-Ya le dije que puede ser por muchas cosas, pero en los adolescentes, en su mayoría se suele dar el caso de consumos tóxicos como el alcohol, infecciones, traumatismos aunque también están en la lista los tumores, las enfermedades degenerativas y de idiopáticas.

Ante nuestra cara de interrogación la enfermera se explicó.

-Alguna enfermedad de origen desconocida.

Pamela se puso a temblar ligeramente y tras despedirnos de la enfermera salimos al pasillo, entonces la volví a sentar en una silla, y calmadamente le pedí que me esperase allí.

Salí corriendo hacia la habitación de Yakira, tropezando por el camino con la enfermera jefa, la que me había atendido.

-Se encuentra mucho mejor que ayer, pero aún no puede caminar –me informó- Se nota que todavía no la ha atendido la realeza que le corresponde –dijo, y se marchó.

Con cuidado de no hacer ruido, abrí la puerta de la habitación, pero antes de entrar, me sacaron.

-¿Qué? –dije, perdida.

-Yakira está mejor, sí –dijo Leo. Se movía de un lado al otro, nervioso- No sé qué pasó allí dentro, Tisiana, pero –se detuvo y me miró a los ojos- gracias. De verdad.

Vino a mí y me besó. Apasionadamente. Ardientemente. Con urgencia.

Cuando nos despegamos me abrazó. Aún mareada por el beso espontáneo dejé que mi cabeza reposase sobre su hombro. Me estremecí cuando sentí como su mano acariciaba la parte baja de mi espalda.

-Pero tu ayuda no fue suficiente –dijo.

-¿Cómo? –pregunté mientras me separaba de él. Negué con la cabeza- No, no entiendo.

-La enfermera me comunicó que la reina le dijo que se iba a llevar a mi hermana a Viena, para la Semana Real, aunque sólo sea una, aunque sólo queden cuatro días, que Yakira –dijo señalando su habitación- es un caso especial.

-¿Y qué tiene que ver todo esto conmigo? Yo no hice nada, solamente me quedé allí, a su lado, como tú mismo hiciste.

-Bueno –dijo Leo- tiene que ver contigo en una cosa, que te vas a quedar sin novio hasta que se cure, porque yo la acompaño.

-¿Qué? ¿Por qué? –dije, le agarré los brazos, quizá porque pensaba que así se quedaría.

Leo se encogió de hombros.

-Es mi hermana, no la voy a dejar sola.

Miré el suelo, derrotada.

-¿Cuándo os vais?

-Yakira y yo mañana por la mañana, la reina se fue hace una media hora, si no me equivoco.

Le abracé e inspiré su aroma.

-Aún tenemos una noche por delante –dije, cuando fui consciente de mis palabras, me separé y le miré- Vamos, ya me entiendes, para que estemos juntos… no para… bueno –me empecé a reír algo histérica moviendo la mano en un movimiento nervioso poniéndome roja hasta la raíz del cabello hasta que Leo colocó un dedo sobre mis labios.

-Tranquila –rió entre dientes Leo- Lo sé.

Antes de entrar a la habitación-vale, entré, me acordé y salí en busca de Pamela.

La pobre seguía paliducha y encogida, y en silencio nos dirigimos a su habitación, cerca de la mía. Tras verificar que otra amiga suya se quedaba con ella, volví con Leo. Él me recibió con los brazos abiertos.

Así que entramos a la habitación de Yakira en silencio. Leo se acomodó en el sofá del fondo, y yo en sus piernas, y así tras hablar durante horas, me quedé dormida.

Leo se levantó antes que yo, y hasta que Yakira ya estaba lista para el traslado, y se iban de la habitación, no me despertó.

-Tis –me movió- Despierta.

En silencio me levanté e intenté peinarme algo, tarea imposible y con el cuerpo entumecido y dolorido por dormir en un sillón salí de la enfermería de la mano de Leo.

Todo fue rápido, y antes de darme cuenta, se estaban transportando fuera del internado, donde les esperaba un coche que les llevaría al aeropuerto para ir a Viena.

Puse mis manos sobre mi espalda dolorida y me fui en dirección a mi habitación. Aún eran las nueve de la mañana, podía dormir hasta las diez y pedir permiso a la enfermería por faltar a clase, pero cuando llegué a mi habitación me encontré con Iara que tenía dos mochilas sobre su cama.

Se levantó cuando llegué y se lanzó a mis brazos.

-¿Dónde has estado? –me dijo.

-Con Leo, en la enfermería, ¿por qué?

-Te estuve esperando, pero me dormí… entonces recibí la llamada.

-¿La llamada? –pregunté. Notaba a Iara nerviosa y la senté en la cama- ¿De quién? ¿Qué quería?

-Era de Viena, al principio no entendía hasta que me pasaron con uno que hablaba español.

-¿Con un quién, Iara?

-Con un guardia, Tisiana. Atacaron al avión real en pleno vuelo.

-¿Qué? –mi mano salió disparada hacia mi boca.

-A la reina la salvaron, pero varios guardias resultaron heridos. Cayeron en el mar, pero un guardia con poder de agua les pudo mover hacia la costa más cercana, donde les estaban esperando.

-¿Quién?

Iara ignoró mi pregunta.

-¿Quieres saber quién fue el héroe que salvó a la reina de morir tragada por la tierra?

A Iara le caían lágrimas por la cara, y entonces deduje la respuesta y a pesar de negar la respuesta, Iara contestó.

-Sí, Roy Green, mi hermano.

-Oh, Iara –la abracé.

-Está herido gravemente y me comunicaron que harían todo lo que pudiesen. Ah –rió- también me dijeron que contactarían con mi madre, pero a mí me da igual, yo quiero saber cómo está mi hermano, y lo sabré, que no te quede duda.

-Bueno, ya te llamará tu madre –le dije acariciándole el pelo, pero ella se apartó.

-No creo que le interese lo que le pasa a su hijo, y Yago no se atreve a irse a Viena por mucho que lo desee.

Una idea loca sobre lo que a Iara se refería comenzaba a florarse en mi cabeza.

-¿Qué quieres decir? –dije miedosa.

-Pues que vamos a ir por nuestra cuenta, amiga.

Mi boca se abrió en forma de o.

-Sí –siguió Iara- Nos vamos a Viena.



Bueno, espero que me sigáis, y... qué mejor regalo que vuestros comeentarios (:

Os quiere MUCHO MUCHO

naati(:

2 Comments:

  1. Anónimo said...
    k wayyy me encanta como marxa tu hisoria!!! k aventura les esperara en viena jejejje y x cierto aunk no venga al caso Insua es uno de mis personajes favoritos me gusta muxo!!!!
    Natii said...
    Gracias, a mi la verdad es que Insua tambien me gusta muchisimo, me pareces super simpatico-y eso que escribo yo xd- y estoy creando una manera para que siga con Tisiana y Iara a su viaje a Viena.
    Gracias por leer y seguirme(:
    Un beso, nati.

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