28 de febrero de 2010

:(

-ACTUALIZADO-
Perdonen, me equivoqué en la fecha. Quería decir entre el domingo 14 y lunes 15 y puse todo en uno jiji. Sorry, ya lo arreglo.

Mis adorados lectores.
A llegado la hora. A partir de mañana lunes día 1 de marzo, comienzan oficialmente mis exámens de evaluación hasta el día 13 de marzo, por lo que ruego que me perdonéis si hasta dicho día no subo otro cap.
Intentaré subir alguna que otra cosa, pero un capítulo lo veo muy, muy difícil. Así que ruego vuestro perdón por adelantado porque no subiré capitulo hasta dentro de dos semenas.


Pero sí pongo fecha: el día 14 de marzo, domingo, el capítulo 38.

Siento también haber dejado estos dias sin nada, pero los parciales y los trabajos me mantuvieron ciega en cuestión a mi alrededor.

Os quiero, y gracias por seguir viniendo.

Natii(:



Gracias a Silver por el soplo:P

19 de febrero de 2010

AAAAAHH

SOCORRO SOCORRO....!! 


Enserio, ya tengo el  capitulo terminado pero no va!! nosé porque SOCORRO..... y no puedo subirlo, más tarde lo volveré a subirr.....!!


sólo decir que el final es TRAUMÁTICO jijiji  (: 

17 de febrero de 2010

CAPITULO 37

Mis niñññas hermooosas(L) aqui os traigo PORFIN el capitulo 37, después de descargarme ciento siete programas xd TODO, para que ustedes puedan disfrutar de mi historia, taaanto coomo yo disfruto escribiendo.


Un beso.

CAÍ de rodillas al suelo. Me tapé la cara con ambas manos, pero aún así las lágrimas resbalaban por las mejillas. No podía estar pasando, la reina, ¿mi madre? Pero mi mente ya me estaba contradiciendo... al fin y al cabo no se podía mentir en una Visión.
Sentí a la reina arrodillarse a mi lado. Puso una mano en mi hombro, y tras un poco de fuerza, me atrajo a su pecho, que olía a rosas.
Me daba vergüenza, mucha en realidad, llorar de aquella manera. Pero, aún cuando sabía que el futuro del reino Mágico estaba en mis manos, en aquellas horribles profecías que decían tanto sobre mí, por encima de eso, lloraba de dolor por las mentiras y por una sensación de abandono.
¿Por qué la reina Claudia, había permitido tal cosa? ¿Por qué había permitido que nos separasen? ¿Por qué dejó que yo fuese olvidada en un orfanato cualquiera durante nueve años... sufriendo todos y cada uno de los días? ¿Por qué?
-Tisiana...yo -dijo la reina.
Me separé de ella secándome las lágrimas, respiré hondo y le miré a los ojos.
-¿Ma...dre? -pregunté. La mujer respiró hondo profundamente y me abrazó. Su pecho se movía rápidamente dejando escapar algunos sollozos.
-Hija mía, no sabes cuánto lo siento, nunca quise... nunca quise que nos separasen, pero el Consejo toma también muchas decisiones, decisiones que nosotros los reyes debemos mayoritariamente obedecer. -Claudia se separó y me miró a los ojos, sacándome las lágrimas que había en mis mejillas.
-No hubo un día en que no pensase en ti, mi dulce princesa. Pero teníamos que mantener este secreto, teníamos que salvar al héroe que nos sacaría de esta pesadilla... y entonces te mandamos a la Tierra Mundana, pero yo no te quería lejos de mí y quería que estuvieses en buenas manos, así que le hablé a mi amiga Eugenia, tu madrina, que hacía poco se había casado con Manuel, ambos de la afinidad Agua, y estaban encantados con tenerte con ellos.
>>Así que todo se arregló, se te cambió el apellido, la nacionalidad...todo, así que pasaste a ser Tisiana Severino, hija de Eugenia y Manuel Severino. Pero mi buena amiga sabía lo mucho que yo te adoraba así que, cada cumpleaños, cada actuación del colegio... me mandaban fotos sobre ti. La primera vez que conseguiste hacer un hechizo, a tus tres años... -a la reina le brillaron los ojos, perdidos en el pasado- hasta que en unas vacaciones de verano, cuando tenías nueve años, el avión se cayó.
>>Para los mundanos había sido un terrible accidente que costó las vidas de todos los pasajeros -Claudia bajó la mirada a sus manos, triste por aquel desagradable recuerdo- pero para nosotros, las criaturas mágicas, había sido un ataque de magia negra, y cuando me enteré... -una lágrima resbaló por su mejilla. Me encogí ante aquella tímida gota de agua salada- me volví loca. Sabía que mi pequeña iba en aquel avión, así que eso significaba que el Señor Oscuro te había detectado. Encontramos el cadáver de Manuel y a una mortalmente herida Eugenia pero no había rastro de ti.
Cerré los ojos, intentando recordar el accidente, pero las mismas imágenes se mostraron ante mí: todo estaba patas arriba, me dolía mucho la mano, y gateando llegué hasta el cuerpo de mi madre... luego todo era borroso para recordar la fragancia de frutas de mi madre que me abrazaba... y... todo volvía a ponerse oscuro. Después había despertado en el hospital Juan Canalejo de Madrid, asustada...y sola.
Agité la cabeza intentando olvidar aquellos recuerdos.

-Todo este tiempo... -comencé susurrando- he tenido una familia, una… madre y me hicieron pensar que estaba sola… -y sin más, rompí a llorar, pero esta vez me levanté y me separé de la reina.

  -¿Tú sufriste porque no me encontrabas? ¡Por lo menos sabía que existía! Seguramente ni me buscasteis -entrecerré los ojos y me abracé.

  -Tisiana… yo -la reina se acercó a mí, pero por cada paso que daba, yo me alejaba.

  Alzó los brazos, rindiéndose, pero se sentó en la cama. Levantó la vista, y la clavó en mí, muy seria.

  -No quiero que pienses, ni por un segundo que no te buscamos. Pero nos fue imposible encontrarte, mas cuando Eugenia me contó que estabas viva yo… te quería encontrar -pestañeó varias veces pero las lágrimas escaparon- te lo juro, pero -volvió a mirarme, y me sentí incómoda cuando la vi así, peor no hice nada- sin el Talismán Real era imposible, porque Eugenia, cuando te entregamos a ella te puso un hechizo encima, uno protector, uno que solo ella podría romper o utilizar en nuestro favor, al menos que muriese, en ese caso se rompería. Pero Eugenia sobrevivió al accidente de avión, pero quedó tan gravemente herida que en dos meses tan sólo pudo decirme una palabra.

  Asentí, recordando la visión.

  -Así que sólo pude rezar a los dioses que el destino nos juntase, porque así estaba escrito al fin y al cabo, y por una vez, me alegraba de las profecías.

  Poco a poco me acerqué a ella, un sentimiento enorme había aparecido en mi interior. Me mordí el labio inferior.

  -Tisiana no sabes cuánto lo siento, el haber estado quince años separada de ti… pero no me arrepiento -terminó de acortar la distancia entre ellas hasta quedar a tan solo unos centímetros -porque de haberte quedado conmigo, habrías muerto.

  Y la abracé. Algo de lo que había dicho no cuadraba, pero cuando la abracé, tardó en corresponderme, pero cuando lo hizo, sentí que algo se cerraba en mi interior, una pieza del puzzle que por fin encajaba.

  -Oh… mamá -dije en un susurro contenido. La reina se separó de mi, pero mantuvo  sus manos sobre mis hombros, sonriendo.

  Y en eso recordé algo que la reina había dicho, y no tenía sentido.

  -Yo tenía diez años cuando lo del accidente, Claudia -fingí no haber visto la sombra que cruzó el rostro de la reina cuando dije su nombre- no nueve.

 La reina se mordió el labio inferior.

  -Y también - fruncí el ceño- tengo dieciséis, casi diecisiete -medio sonreí- pasaron ya más de quince años desde que nos separamos.

  -Oh -dijo la reina- claro, no… no te lo contaron.

Me llevó hasta la cama. Sentí mi corazón contraerse. ¿Qué no me habían contado? ¿Quién?

   -Esto fue otra cosa que Eugenia hizo para protegerte, cielo -mi… madre me acarició la cara- Siempre fuiste un bebé enorme, y una chica alta y madura -dijo- así que a Eugenia le fue fácil cambiar tus años -abrí mucho los ojos, sorprendida- cumplirás el diecisiete de mayo -asintió- pero no cumplirás diecisiete, sino dieciséis -automáticamente mi mano tapó mi boca.

 ¿Qué? ¿Tenía un año menos de lo que en realidad tenía? El alma se me cayó a los pies. Así que tenía quince, casi dieciséis.

  Mi mirada estaba desenfocada, mirando a ninguna parte.

  -Todo fue para protegerte, vida -dijo la reina.

La puerta se abrió de golpe, y entró un soldado, respirando agitadamente.

  -Mi señora -vaciló al ver a Tisiana- y señorita, me han mandado urgentemente a avisarles de que deben subir al piso de arriba lo más rápido posible.

  La reina enarcó una ceja, y el soldado, tras tragar saliva, desembuchó lo que tenía en mente.

  -Ya todos saben sobre la heredera del trono, y Antón ha venido a verla.

Miré a mi madre, asustada, pero ella sólo sonrió y asintió.

  -Enseguida nos encontraremos ahí.

El muchacho se inclinó ligeramente, y salió tan abruptamente como había entrado.

  -Ya todos los saben -dije, como una idiota. Entonces, agarré las manos de mi madre, asustada- Oh, Dios, ¿Sabes lo que pueden hacerte por haber roto la ley de sólo un hijo? -susurré.

  Las piernas me comenzaron a temblar recordando la voz de mi director, cuando dijo que la reina sería castigada. Aquel castigo podía ser la muerte, y no estaba dispuesta a perder a su madre cuando la había recuperado.

  -La ley de sólo un hijo -dijo, riendo por mi forma de expresarme ante aquella ley- no tiene valor conmigo. El Consejo lo aceptó.

  Nos levantamos, y la reina se colocó detrás de mí. No pude evitar ruborizarme cuando me ayudó a abrocharme bien el sujetador, me peinó un poco, y me dejó el fular amarillo que llevaba, para cubrir los ardientes besos de Leo.

  -Ahora eres una princesa, Tisiana -dijo, caminando hacia la puerta- y eres heredera. A partir de ahora todos te mirarán y te tratarán con respeto. Por lo que mínimo, devuélveles eso.

  Abrió la puerta, y cabizbaja y roja de vergüenza la seguí.

  Subimos las escaleras lentamente, ya que yo me estaba arreglado un poco. Pero por fin conseguimos llegar al piso de arriba.

  La gente inclinaba la cabeza cuando pasábamos y no se atrevían a mirarme a los ojos.

  Curioso, pensé. ¿Cómo habrían sabido mi “posición” tan rápido? Como quien quiere responderme, escuché a un señor maldecir. Mi mirada se posó en un hombrecito que caminaba hacia mí.

  -¿Pero qué cuesta dejar dormir a un pobre hombre de seiscientos años un día, eh? Si ni siquiera me respetan cuando digo que la princesa debe quedarse dentro de su celda-enfermería.

  El Sr. Muñoz se puso detrás de mí. Le di una radiante sonrisa, y éste, en respuesta, me guiñó uno de sus ojos rojos.

  Llegamos a una estancia enorme donde se encontraban todos mis amigos, y no dudé en ir y abrazarles.

  -¡Tisiana! -dijo Iara en mis brazos- Oh Dios mío, cuánto, me alegro de saber que estás bien. No sabes lo preocupados que estábamos por ti.

  -Yo también te eché de menos, Iri -dije, sonriendo- Y sé que tu también me echaste en falta, Insua -dije levantando la mirada hacia él. Éste respondió con una sonrisa y una inclinación de cabeza.

  -Te quiero -me dijo alguien en mi oído- ¿lo sabía… alteza?

Como en una nube, me zafé de Iara para terminar sonriendo como una boba a Leo. Pero, en menos de dos horas, casi me acuesto con él y me había dicho más de cinco veces te quiero. O por ahí. Eso era mucho para mí.

  -Y yo -dije. Leo me sonrió de vuelta, pero la alegría no le llegó a los ojos. Fruncí el ceño, intrigada. Desde que había aparecido en mi habitación esta mañana, se comportaba de manera extraña, a parte de apasionada.

  La reina tosió, acaparando mi atención, y con un encogimiento de hombros le resté importancia al comportamiento de Leo.

  Un hombre de aspecto benevolente se paraba al lado de la reina. Debía ser media palma más alto que ella, y su mirada de ojos cálidos estaba dirigida a mí.

  Poco a poco, terminé de acercarme a él. Cuando paré, él inclinó la cabeza a modo de saludo y yo le correspondí de la misma manera.

  -Princesa Tisiana, es un placer y todo un honor volver a verla -clavó su mirada en mí-. No creo que me recuerde, pero soy Antón, consejero de su madre, la reina Claudia, y también soy miembro del Consejo, que se ocupó de su seguridad…

  -Alejándome de ella -interrumpí- Sí, sé quién eres, Antón.

El aludido abrió mucho los ojos en mi dirección, para luego entrecerrarlos mirando a la reina. Era muy probable que estuviesen manteniendo una conversación telepáticamente. Posiblemente una discusión.

  Antón abrió la boca para contestar, pero una explosión se lo impidió. Caí al suelo, gritando, y por unos diez segundos, quedándome sorda. Todo pasó muy lento a partir de ahí. Vagamente escuchaba gritos de terror, y percibía magia negra, no pregunten cómo lo sabía. Pero un dolor mucho más cercano requería mi atención. Toda mi pierna derecha estaba bajo unos escombros, y fue inútil intentar levantarla yo sola.

  -Qué bien huele, majestad -dijo una voz grave - ¿No es así?

Aquella voz me resultaba desconocida a la par de familiar. Aparté unas piedras para poder ver a mi madre, que estaba tirada en el suelo mirando a un hombre que estaba de pie de espaldas a mí. Su mirada fue hacia mí tan sólo por una milésima de segundo. Pero entendí el mensaje. Me escondí un poco más, pero sin dejar de ver.

  -Me huele a… -comenzó a moverse alrededor de ella- venganza. Magia negra. Libertad.

  -Así que eres descendiente del Señor Oscuro -dijo la reina con infinito valor.

  -Así es, pero ya que tú eres descendiente de un rey -se cortó- bueno, tú no, pero nuestro rey Ricardo es descendiente de un rey, y sigue siendo llamado rey, creo que preferiría que me llamases Señor Oscuro.

  La reina enarcó una ceja, pero no dijo nada.

  -Pero mi venganza no es asustaros, majestad -dijo con ironía- Esto -señaló la estancia, destruida por la explosión- es solo parte de mi plan, pero es muy importante, porque me voy a llevar la llave. Mi clave.

  Pude ver como se agachaba y miraba a la reina. El perfil de aquel hombre no me decía nada.

  -Me voy a llevar a su hija.

  Con un grito ahogado, cubrí mi boca, pero otras manos más fuertes me ayudaron a tranquilizar el temblor de las mías propias.

  -Pase lo que pase, Tisiana, no digas nada -dijo con un hilo de voz Leo, detrás de mí.

  A cuclillas se colocó a mi lado, para ver mejor la escena que estaba ocurriendo.

  -Pareces sorprendida de que sepa lo de tu hija, pero las noticias vuelan, y llevo buscándola diez años, casi. Esta vez ningún Talismán y ningún hechizo me lo prohibirá -agarró a mi madre por los pelos, y esta gritó de dolor.

  -¡Mamá! -dije, pero Leo me agarró del brazo y pidió silencio. Después negó con la cabeza.

  -… No te doy más -iba diciendo el Señor Oscuro a grito pelado- Quiero que salgas, adorable princesita a la de tres.

  -Una… -miré a Leo, asustada, pero el siguió negando con la cabeza.

  -O tu madre recién recuperada -una bola negra de magia apareció en su mano, e intentó dañar a la reina, que gimió- muere.

  Leo me agarró de las dos manos, y me miró a los ojos.

  Seguramente, mi cara estaría tan sucia y llena de polvo como la suya, y seguramente mis ojos también destacarían tanto como los suyos.

  -Dos… -sentí rodas por mis mejillas, lágrimas calientes.

  -Leo… -quise decir, pero este cerró los ojos, y allí mismo, me plantó un beso apasionado, fuerte, furioso, pero hermoso a su manera.

 Entonces, pegó su frente a la mía, y con el ceño fruncido y la vista clavada a la mía, dijo.

  -Recuerda que te quiero.

  -¡Tres! -gritó el Señor Oscuro.

  Leo se levantó de un salto.

  -¡Eh! -dijo.

El hombre giró la cabeza en nuestra dirección, y me dejé caer cuan larga era -que no era  mucho- para que no me viese. Desde esa perspectiva, sólo podía ver a Leo.

  Tenía los puños apretados y el ceño fruncido. Con paso decidido pero lento, caminó en dirección del hombre.

  -¿Ahora sale un valiente chico en nombre de la princesita? -dijo el Señor Oscuro con sorna- ¡Vamos, Tisiana, sé fuerte por una vez en  tu vida!

  Sentí un horrible escalofrío cuando dijo mi nombre. Cerré los ojos con fuerza, y me levanté tambaleante, solo para ver los movimientos de Leo.

  Este estaba a unos centímetros de el Señor Oscuro, que miró para una puerta, como oyendo algo, volvió a mirar a Leo, a la reina, y una mirada a la estancia.

  Suspiró sonoramente.

  -Me voy, altezas, pero regresaré. O más bien nos encontraremos.

  Soltó a mi madre, y respiré aliviada.

  -Dentro de tres días, ya te mandaré donde en tus sueños -me quedé petrificada.¿Mis… sueños?- Pero para asegurarme de que vendrás -dijo. Levanté la cabeza, temiendo lo peor.

  Cogió por el antebrazo a Leo.

  -Me llevo al novio.

Y dicho esto, desapareció.

15 de febrero de 2010

JOOOPEE.!.

Hola mis queridos lectores...!!
Pues en estas hermosas vacaciones llamadas Carnavaes, a parte de ir a fiestas disfrazada quería subir uno... incluso dos capitulos... pero nosé que le pasa al word que no me va.. asique esperaremos unos dias más ok? Ya que la informática y yo somos completamente diferentes.

Así que os pido disculopas, el miercoles o el jueves intentaré subir un capi a toda costa. Lo siento, de nuevo.

¡A disfrutar de tooooooooda esta semaana! Sobre todo aquellos que como yo, no tienen clase hasta el lunes que viene(; MUAK.

7 de febrero de 2010

  

LA reina estaba sentada junto a la cama de Yakira, la pequeña y hermosa hermana menor de Leonardo Royal, aquel chico tan apuesto que había pasado la Semana Real él solo por complicaciones. Como le estaba pasando a su hermana. Sonrió.
Era sólo eso. Quedarse sentada al lado del niño, hablándole si despierta pero siempre tranquila y con aurea de amor. Por eso solía ser la reina quien estaba con los niños en la Semana Real.
Alzó asustada la cabeza cuando se abrió de un golpe la puerta, y ruidosamente entró Richard, su hijo.
“¡Estoy harto de este sitio! Ni siquiera sé que hago aquí.” Dijo. La reina suspiró.
“Ya sabes el por qué” solamente dijo.
“Papá no anda con críos, velando por ellos. Mi mujer ya lo hará”
La reina se envaró.
“No tiene por qué ser la reina. Además, quién sabe, puede que seas rey y no te hayas casado”
Richard iba a replicar, pero la reina le mandó callar con una mirada. Enseguida el chico se calló. Amaba a su hijo con toda su alma, pero a veces le daban miedo sus ansias de poder.
“Madre, me ha parecido ver algo raro en el baile de hoy” La reina esperó por la respuesta. “Una chica tropezó conmigo, -la reina reprimió un bufido. Obvio que su hijo no tropezó con ella- y cuando la miré… sus ojos eran violetas” la voz del príncipe tembló. La reina se puso tensa.
“¿Violetas?” dijo la madre.
“Sí” respondió el hijo.
“Bueno, eso es imposible, seguramente eran lentillas” dijo la reina. Luego mandó a su hijo salir de la habitación, tranquilizándole. Pero ella se quedó allí terriblemente nerviosa y tensa con millones de preguntas en su cabeza, pero que empezaban con “¿Y si…?”

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Se sentía terriblemente culpable. Por su angustia, la energía que captó Yakira era maligna y empeoró. Los pelos de sus brazos y nuca se le erizaron anunciando algo malo. Roi, un guardia Elemental gritó y la cubrió con su cuerpo de alguna magia maligna. Se escuchó una explosión, y sentía como el avión descendía rápidamente… entonces todo se puso negro.

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“No sabes cuánto lo siento, Leonardo. De alguna manera ha sido culpa mía” decía la reina “Últimamente he estado enferma, y eso la afectó seguro” Mintió “Y luego con el ataque…todo era veneno. Lo siento” Repitió.
“No ha sido para nada su culpa, alteza” dijo Leo “Tan sólo un acci…” se abrió la puerta de golpe, y tres chicos entraron por ella. La reina miró a Yakira, preocupada.
“¿Leo?” Escuchó decir a una voz dulce y jovial. Algo en su estómago se revolvió.
“¿Tisiana?” Había dicho Leo. ¿Tisiana? ¿No había sido ese el nombre…?
Alzó la cabeza y miró a tres chicos que desde luego no eran de allí. Una pelirroja, una morena y un hado. Se fijó en la que se estaba acercando inconscientemente a Leo y cuando reparó en ella, se quedó helada. Sus ojos eran los mismos que los de ella. Unos ojos violetas le devolvían la mirada atónita. Claudia abrió la boca.
Entonces entró su hijo, y le miró.  
Mierda, pensó. Las cosas solo empeoraban.

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Los temblores seguían, y los guardias la protegían, pero la reina quería gritar e ir a abrazar a su hija. Porque estaba segura de que era su hija.
Desde luego no se esperaba que su hijo fuese tan maleducado.
“Tú” dijo señalando a Tisiana “Tú has provocado todo esto. Eres descendiente del Señor Oscuro, por eso el color de tus ojos.”
Horrorizada la reina miró a su hijo.
“Con todo el respeto del mundo, alteza” dijo la aludida “¿Me está echando la culpa de un terremoto?”
“¿Terremoto?” Dijo su hijo con un tono de burla “¿Terremoto? Pero vamos a ver, ¿eres idiota, o qué?” escupió.
“¡Richard!” interrumpió la reina. No quería que Tisiana pensase mal “Por los Dioses, hijo, ¿qué modos son esos?” Estaba totalmente indignada, y se giró para contestar a Tisiana, aunque no fue capaz de mirarla a los ojos “Perdone a mi hijo, Srta. Severino, tan solo tiene quince años, y a esa edad todo el mundo se cree el rey del mundo…” miró desafiante a su hijo “aunque sea tan sólo el heredero”
Entonces llegó un joven gritando que el techo se desprendía, y la pelirroja salió corriendo. Sin dudarlo, la hija de la reina salió tras ella.
Cuando llegaron, la chica gritaba palabras a… ¿su hermano? ¿Tenía Roi hermanos? A través de una enorme parte del techo desprendido.
“¿Es su hermano?” preguntó la reina. Sin voltearse, Tisiana asintió y anunció que deberíamos ayudar a su amiga, que se llamaba Iara. Orgullosa de ella, la reina utilizó sus cuatro elementos, pero se quedó congelada cuando vi que Tisiana hacía el mismo hechizo que ella iba a comenzar.
Ella era su hija.
Antes de que nadie se diese cuenta, alzó las manos, y dejó fluir el poder.

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Estaba quieta, asustada. Percibía la magia negra pero no sabía dónde… entonces se fijó en la mirada de Tisiana, que caía en una rendija que fácilmente atravesaría la pared, a los Green… y para finalizar en ella. La reina iba a actuar, pero alguien se le adelantó.
Tisiana la empujó, y antes de incluso pensar algo malo, se fijó que sólo la había quitado del camino de la magia negra. Sonrió, pero se quedó congelada.
Tisiana estaba corriendo hacia la habitación, gritando el nombre de su amiga. Leonardo alargó la mano gritando el nombre de su novia y el otro chico lo agarró impidiendo que Leonardo siguiese caminando.
Y entonces la brecha de la pared terminó de abrirse. Tisiana, frente a los hermanos asustados, abrió los brazos en cruz y el rayo negro le golpeó. La reina gritó, pero cuando sus ojos se acostumbraron, pudieron ver el campo creado por Tisiana, un hermoso campo de fuerza color amarillo, pero por encima, más gordo aún, estaba uno de color violeta. El campo de fuerza Real. Aquel que se activaba cuando alguien de sangre real se veía en peligro. Un campo de fuerza inquebrantable.
Cuantos más segundos pasaban, el campo amarillo más se debilitaba, a la espalda de la reina escuchó la voz de alguien decir:
“Tiene dos campos”
“Pero es imposible… eso solo lo tienen los de sangre real”
“Tisiana es de la realeza” reconoció la voz de Leonardo.
Y entonces, Tisana gritó. Seguramente, al no saber de su segundo campo, estaba sacando magia de su interior, lo que significaba energía. Su campo amarillo era muy brillante, estaba fuerte, pero cada vez era más fino.
Aunque la reina sabía que nada le pasaría, un instinto le hizo correr y ponerse en medio de su hija y la fuerza malvada.
Sintió a Tisiana ceder, y por el rabillo del ojo vio a Iara coger a Tisiana en brazos.

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En el coche de vuelta a casa, la reina se había ocupado de los testigos, y estaba sentada al lado de Tisiana, quien estaba sobre Leonardo, que la miraba angustiado.
Leo le parecía muy especial. En su estancia en palacio, le había parecido divino y educado. Ahora que miraba al novio de su hija, le parecía perfecto. Aquella mirada rebosante de amor, que afirmaba que estaría dispuesto a dar su vida por ella, las manos que la acariciaban suavemente y sus labios que le susurraban al oído tan románticamente.
La reina miró por la ventana. Desde luego, podía ser bueno rey junto a su hija.

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Dejaron a Tisiana en una camilla en la enfermería. Cuando todos se fueron dejando reposar a Tisiana, la reina entró.
Miró a su hija buscando parecidos. Sonrió. Tenía la nariz de ella, igual de respingona, los labios de su marido al igual que la frente. Su pelo, sedoso y ondulado, era del mismo color que el de Richard pero de la misma forma que ella.
Su blanca piel, suave como la suya. Sus finas manos como las suyas… pero era infinitamente más hermosa.
Se acercó más a ella, y temblorosa, le acarició su cara. Tisiana respondió al gesto reposando su mejilla sobre la mano de la reina, facilitándole más sitio.
“Mi pequeña…. Por fin juntas. No sabes cuánto he esperado este momento” Dijo. De repente, Tisiana se removió, comenzándose a despertar.
La reina asustada, retiró la mano y la muchacha gimió angustiada. No pudo evitar sentirse eufórica. Su hija extrañaba su mano. La mano que tanto tiempo atrás había acariciado igualmente.
Tisiana movió la cabeza, y la reina lanzó un hechizo para que se volviese a dormir.

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La reina volvía hacia la habitación de Tisiana. Le habían dicho que se había despertado, pero al parecer se le habían adelantado.
“Bueno, yo me alegro de verte” dijo la voz de Tisiana. Aunque sonaba cansada, ya estaba despierta. La reina se paró en la puerta para no interrumpir. Iba a dar media vuelta cuando escuchó la respuesta.
“¿Y crees que yo no? Es un alivio tenerte cerca de mí, aunque sigo pensando que es todo un peligro. Me gusta tenerte cerca de mí. Desde la primera vez que te vi a los ojos” Intrigada la reina se quedó.
Un poco más, se dijo.
“¿Enserio?” dijo Tisiana. La reina aguzó el oído.
“Bueno, en realidad no. Creo que fue en el coche, cuando te pusiste a hiperventilar porque te pedía que comieses conmigo.” Se le escapó una risita silenciosa.
Jóvenes de hoy en día, pensó. Se estaba perdiendo conversación. Pegó el oído al marco.
“Eres especial, Tis.”
Caray sí lo es, pensó de vuelta la reina.
“A mí me gustaste cuando la primera vez que me llevaste al internado, volvimos, y en mi habitación te confesé… o mentí más bien, que tenía novio. Me encantó la forma en que te ponías celoso.” Ya había escuchado bastante. Ya la visitaría luego. Así que la reina se marchó.

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Los gritos le hicieron dar la vuelta. Cuando estaba llegando, su hijo venía en cabeza, con la cara roja llena de furia. Atrás, un hombre llevaba en brazos a Tisiana que miraba al techo.
Horrorizada, la reina se arrimó a su hijo.
“¡Richard! Por favor, hijo, acaba de despertarse, ¿cómo le vas a sacar del hospital así?” dijo. El príncipe siguió andando, dejando atrás a la reina. “¡Richard!”

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La reina llegó a tiempo para ver como Tisiana caía desplomada. Se llevó las manos al pecho y entró como un rayo.
Le midió el pulso y le tocó su cara, después le lanzó una mirada venenosa a su hijo. “Lárgate”
“Sáquenla de aquí” Ordenó.
“Alteza, su majestad” se escuchó una voz. El Sr. Muñoz se dejó ver “Creo que deberíamos dejar a la chica aquí. Por su bien” clavó la mirada en la de la reina “y por el nuestro”.
La reina asintió. “Que limpien esto” y lo que dijo, fue ley.
Minutos más tarde Tisiana estaba sobre una camilla, y la reina estaba sentada a su lado. Ya se iba cuando comenzó a delirar.
Corrió junto a ella, y le tocó la frente. Estaba ardiendo. “No… no sé quién eres” susurró Tisiana.”¿Quién es quién?”Dijo el Sr. Muñoz. “No lo sé, pero ahora no me importa. Tiene fiebre, ve a por algo” Entonces cuando el vampiro Muñoz iba a dejar la habitación, Tisiana comenzó a convulsionarse. La reina se angustió, pero también se dio cuenta de que no podía hacer nada. Claudia ni cuenta se dio de que el vampiro en dos segundos estaba de vuelta, y la vio acariciar a su hija, con el más tierno amor y cariño. En la puerta, el vampiro sonrió y entró.

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La reina volvía a escuchar en secreto. No podía evitarlo, quería conocer a su hija mejor. Y saber si su amor era bueno y fuerte.
“Creo que no estamos en igual condición” Allí fue cuando llegó. No quería imaginarse lo que pasaba allí dentro.
La reina se dejó caer en la pared e iba a dar media vuelta cuando…
“¿Leo?”
“¿Princesa?”
La reina se alejó unos pasos en silencio.
“Tisiana, ¿estás bien?”
“Shhh” dijo Tisiana “Alguien viene”
“¡Mierda!” exclamó Leo.
La reina comenzó a caminar fuerte para que sus pasos se escuchasen, y sonrió con picardía. Tardó más segundos de lo necesario.
La reina cruzó la puerta en el momento que su hija se ponía la camiseta.
“¿Debería volver luego?” Las mejillas de su hija se pusieron del rojo más tomate.
“En absoluto, majestad” dijo Tisiana negando con la cabeza.
Disfrutó del momento, Leo despeinado poniéndose los zapatos preparándose para marcharse, y también con la respiración acelerada. La reina ahogó una sonrisa al ver a la joven pareja.
“¿Seguro?” dijo inevitablemente con un matiz burlón.
“Sí” respondió Leo.
La reina asintió, y vio marcharse a Leo, pero tras segundos de su ida, no podía ver a la chica.
¿La creería? ¿La aborrecería? ¿Cómo se tomaría que la reina era su madre? ¿De qué era princesa? ¿De qué era heredera del reino de Europa, líder de los Cinco? ¿Qué tenía el peso encima de tres profecías?
No sabía cómo, pero la reina suspiró y se giró para mirar a Tisiana. A la heredera, su hija.




UOOOO, espero que os haya gustado. COMENTADME, PORFAAA (:

...

No sé que pasa, pero no me deja subir el capitulo. Lo iba a subir en  dos partes, pero NADA, 


asique probe en INTENTAR subirlo en cuatro, pero nada nadita.

  Asique voy a esperar una o dos horas a que se calme el ordenador y subo el cap, ok??? 

PERDONADME ENSERIO.

Natii

HOOOLA vuelvo a pedir disculpas por la tardanza, este capitulo es super fuertee.... jajaja sobre todo el impactante finaaal, MUAK.







COMENTADME, si???

HOLA !!! Aquí os traigo la primera parte del cap 36, porque enserio, es el capítulo más largo de toda la novela. Enserio, pero lo siento, es super revelador el capitulo y no lo podía acortar, pero sí partirlo en dos.
Mañana subiré la segunda parte. (Unas doce o trece horas más tarde jaja)

Un abrazo, SHHHH que empieza! (:


 

PESTAÑAEÉ varias veces para volver a acostumbrarme al presente. Intenté asimilar la Visión que la reina me había dejado ver.

  No era un secreto, al parecer, para la realeza que el Señor Oscuro vivió. Y no sólo eso, sino que tuvo descendencia, y que según el hechicero, se vengaría.

  Los siglos Oscuros donde comida faltaba y guerra sobraba, era un aviso de lo que llegaría para la batalla final, donde un supuesto heredero salvaría a el mundo Mágico. Un heredero de la sangre real. Aquel salvador que traería luz y bondad de vuelta, a cambio de su vida.

  Tragué saliva, ¿Qué tenía que ver todo esto conmigo? Las tripas se me revolvieron, esperándose lo peor.

  -Alteza, ¿cree usted que yo podría ser descendiente del Señor Oscuro? –pregunté, asustada.

  La reina suspiró

   -En primer lugar, llámame Claudia, creo que nos vamos a conocer mejor. Y en segundo –me miró, y se encogió de hombros- no lo sé, hija mía, si fuese predicadora te podría decir qué nos deparará el futuro. Pero sólo soy reina.

  -Bueno –dije tras un silencio- ya sabemos que soy la última. Mis padres murieron en un accidente de avión.

  La reina se irguió.

  -¿Cómo? –preguntó.

  -Sí, bueno, nos íbamos a Roma… creo cuando el avión cayó terminando con sus vidas. Bueno, en realidad con ciento ochenta y seis vidas, y éramos ciento ochenta y siete pasajeros, contando al piloto y azafatas.

  >>También explica que haya acabado en un orfanato, ¿sabe? –dije. Las cosas comenzaban a encajar- Nadie respondió por mí. Era obvio, al fin y al cabo, por ley sólo pueden tener un hijo, y por muy malos que fuesen sus antepasados, mis padres eran legales. Seguramente mis abuelos hayan muerto. –Se me quebró la voz.

  -Y de allí mis ojos violetas y la aparente facilidad para controlar todas las afinidades –susurré.

  La reina Claudia se volvió a tensar.

  -¿Aparente facilidad para todos los elementos? –dijo en bajo, más para ella misma que para mí. Sacudió la cabeza- Bueno, el caso no es ese Tisiana. Es… -suspiró, cansada- que no me vas a creer, pero sí. Tu eres heredera de un trono, pero no del descendente de el Señor Oscuro, no, no –negó chasqueando la lengua- sino… sino del mío.

  Mis ojos se abrieron mucho, e incrédula, miré a la reina. ¿Su-suyo? ¿Qué está diciendo? ¿Qué yo era hija suya? Porque si ella era reina, y yo su hija…

  -Alteza… majestad, se está equivocando, verá, mi madre… mi madre era rubia recuerdo su pelo brillante al sol, sus ojos de color azul… -dije.

  -Ya te die que no me creerías, Tisiana, por eso te traigo aquí, otra visión, pero una visión que empezó hace veinte años… con mi boda con el rey.

  -¡NO! –dije asustada. Tenía miedo de lo que pudiese ver, porque si de verdad era hijas suya, ¿Quién era la mujer a la que yo llamé madre tanto tiempo?- ¡Está mintiendo! Conocí a mi madre, y no era usted. Era rubia, lo recuerdo –repetí- ¡usted es morena! –Respiré hondo- No me va a engañar.

  Miré al suelo. La reina me miraba, triste creo.

  -Por favor –dije- por favor… márchese –pedí. Sentía las lágrimas arder en mis ojos. Puede que fuese reina… pero desde luego no iba a dejar que me tratase así. No era mi madre. Todo el mundo lo pensaba, pero yo no soy princesa.

  -Se lo pido… -dije.

La  reina suspiró y se levantó, pero se puso frente a mí. Con la mirada baja podía ver sus manos agarradas. Las separó y levantó la derecha llegando a mi barbilla y levantándomela.

  -Tisiana, yo… -aparté mi exactamente igual mirada de la suya- escúchame. Sé que no tengo derecho, pero, fue por tu bien. Yo… -volé la vista de vuelta a sus ojos- lo siento.

  Un mareo repentino y ¡pop! Todo se volvió negro.

 Como bien recordaba con Leo, apareció una extraña pantalla de cine delante de nosotra­­s para comenzar con la Visión. Ya no podía escapar, así que fulminé con la mirada a la reina.

 ***

Campanas sonaban alegremente, anunciando la boda. La hermosa novia salía de la iglesia de su nuevo esposo, el heredero Richard.

  Arroz, pétalos de rosa, flores blancas eran lanzadas por sus invitados y por el pueblo.

  Richard se había enamorado perdidamente de Claudia cuando fue por casualidad a una cafetería. Una chica normal con unos hermosos ojos marrones, con los cuales había entrado a la iglesia, pero no salido.

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  Todos los presentes se arrodillaron ante los nuevos reyes. Sonrientes, se agarraron de la mano. Nadie lo veía, pero Richard conocía perfectamente a su mujer y percibía su nerviosismo. Apretó su mano con afecto.

  “Te amo” le susurró. Su hermosa amada le mandó un beso.

Entonces las puertas se abrieron. Todos se quedaron en silencio. Una vieja entró tambaleante, agarrada de un palo.  Se acercó a los nuevos reyes y con un dedo vacilante, señaló a la reina.

  “Dentro de su barriga majestad, dentro de su barriga está el nuevo salvador. El heredero que nos dará valor” Y cayó de rodillas.

 La reina se agarró la barriga, y se temió lo peor.

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Siete meses. Siete meses habían pasado desde el comienzo de su reinado, desde aquella segunda profecía que decía que el salvador había llegado, y que lo iba a tener ella.

 Y hacía unos instantes, había llegado la tercera. La reina resopló, estaba harta de las puñeteras profecías que escribían el destino de aquella vida que nacía en su barriga desde hacía cuatro meses.

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La luna bañaba el sudoroso cuerpo de Claudia. A la mujer le dolía todo. Movía ligeramente la cabeza de un lado a otro en un gesto negativo temiéndose lo peor, pero nadie le hacía caso. En su cara estaba pintada la preocupación, por encima de unas ojeras color violeta intenso.         

-Felicidades, señora, es una niña.-dijo una de las parteras.

Claudia suspiró, aliviada. Nueve meses de temor a que su precioso hijo fuese el varón de la profecía, pero era una niña, por lo que se quedaría.

 -Siento decirle que se equivoca, señora.

Claudia levantó la mirada, y se la clavó a su consejero, que poseía el don de leerle la mente, como cualquier consejero haría con su aconsejado.

 -¿Pero qué estás diciendo, Antón? Por si no te has dado cuenta, es una niña, no es heredera al trono.-replicó enfadada la reina- Se puede quedar conmigo. La profecía decía: <>.-recitó. Era su primer hijo, y era niña, se quedaría con ella, se prometió.

 -Exacto señora -dijo Antón- El heredero al trono suele ser varón, sea el pequeño o el mayor, por pura… -el consejero se dio cuenta que su reina no le hacía caso. Respiró hondo y prosiguió- En la tercera profecía no se especificó si sería mujer u hombre, majestad.

 >Además, necesitamos a un heredero al trono ya, y no podemos aguantar más de nueve meses. El rey está fuera, y usted estará de baja unos cuantos meses…-Antón se arrodillo para quedar a la altura de la reina, tendida en la cama. La miró a los ojos y le susurró.

 -Claudia, mi reina, tu hija es nuestra esperanza, es la última esperanza de todo el reino. Y los dos sabemos, que no queremos que tu hija sufra o muera a manos del Señor Oscuro. Claudia, se te avisó de esto, ya lo sabías. Hay que mandarla a la otra dimensión cuanto antes. Siento muchísimo ser yo quien te lo diga, pero soy tu consejero y también tu amigo. Además, formo parte del Consejo, y ya lo habíamos decidido.-dijo con dureza- La niña se tiene que ir-mientras decía las últimas frases, se levantó.

 -¿Cuánto tiempo tenemos?-dijo Claudia tras un breve silencio.

 -No todo el que quiere, señora.

 Claudia cerró los ojos. Le pusieron la capa de la Reina, y la ayudaron a incorporarse y le depositaron a su hija en los brazos, por primera, y quizá última vez. No pudo evitar un sollozo, y a los segundos, lloraba desconsoladamente.

 -Mi pequeña…mi pequeña…-repetía una y otra vez.

 La tradición era que el rey le pusiera el talismán Real al heredero, pero, en esta ocasión, sería la reina. Bajaron hasta el sótano, donde los esperaba el resto del consejo.

 Mientras ellos estaban reunidos, haciendo el conjuro para abrir la puerta, Claudia miraba a su bebé.

 -Mi niña hermosa. Serás reina conmigo, te lo prometo. Nos reuniremos dentro de unos cuantos años, te lo prometo.-le susurró en el oído.

 La niña, le miraba, atenta. La reina se preguntó si su hija la entendía, y le sonrió.  Los ojos violetas de la reina, se reunieron con los de su hija. Aún era temprano para saber su color, pero la reina estaba segurísima de que eran violetas. Los ojos de las reinas siempre eran violetas. Ella, los había tenido marrones, pero en cuanto ella dio el sí en la iglesia, se tornaron violetas. Los de su hija, al ser de sangre, ya eran violetas.

 -Majestad-dijo Alrol, el jefe del Consejo- Es la hora.

La reina le miró, con profunda tristeza. Le dio un último abrazo a la niña y se la dio.

 Los miembros del consejo rodearon a la niña, ahora depositada en una cuna de oro. Murmuraron un hechizo, y poco a poco, la niña se desvaneció en el aire.

 Fuera del castillo, a las afueras del reinado, había comenzado la guerra. Todo el mundo gritaba y se escuchaba el choque de las espadas, pero aún con todo ese estruendo, se pudo llegar a escuchar el grito de infinito dolor de la reina. Por un momento, todos pararon de luchar, porque todos sabían lo que el grito significaba.

 Los malvados monstruos del señor Oscuro se fueron retirando poco a poco, pero aquel día todos se quedaron con el eco de aquel grito que significaba, aparte de muchas cosas, que correría mucha sangre.

     En la montaña, a lomos de su caballo alado, el Señor Oscuro maldecía.

Había ordenado la retirada, al sentir como un cuerpo se iba de esta dimensión. Comenzó a caminar hacia el castillo, cuando se le ocurrió una magnífica idea, y cambió de dirección.

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  La hermosa y joven reina Claudia, sonreía por primera vez en casi un año. Aunque aquella sonrisa por muy sincera que fuese, le salía una especie de mueca… parecía haberse olvidado de sonreír.

  Saludando al personal que se encontraba en su camino, la reina cruzó el castillo en tiempo récord, y sin pudor, abrió la puerta entrando a la sala donde su marido llevaba a cabo una reunión.

  “¡Claudia!” exclamó el rey. Miró a sus invitados, avergonzado. Estaba manteniendo una conversación con las otras cuatro familias reales. “Cariño, ¿qué haces?” Dirigió una mirada de disculpa a sus invitados.

  “Richard” la voz de la reina era amor contenido. Dos lágrimas resbalaron por sus mejillas. El rey, al ver aquellas lágrimas, se alarmó. Se levantó rápidamente de su silla y corrió hacia su mujer. La agarró por los hombros y la sacudió muy ligeramente.

  “Claudia, ¿qué te pasa mi amor? Contesta, por favor.

La reina sonrió, y el rey se sorprendió cuando vio sus ojos brillar. La soberana cogió la mano derecha de su esposo que estaba en su hombro y la bajó hasta su barriga, donde la dejó reposar.

 El rey tardó en adivinar lo que pasaba y abrió la boca para decirlo. Pero estaba sin palabras.

  “Vuelvo a estar embarazada” dijo la reina. Al rey se le llenaron los ojos de lágrimas, y en medio de los aplausos se fundió en un beso con su amada reina.

  La noticia de que la reina volvía a estar encinta después de haber perdido a otro hijo que había muerto a los minutos, había llegado con entusiasmo y alegría. Se corrió por todos los rincones de los cinco reinos. Regalos y bendiciones no paraban de llegar para el futuro heredero del reino de Europa y líder de los Cinco.

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Seria, la reina miraba por la ventana, perdida  en sus recuerdos cuando algo tiró de su vestido. Claudia bajó la vista a su pequeño de ocho  años.

  “Mamá” decía “Mamá, papá ya llegó ¡y trajo regalos!” La aguda voz de su hijo llenaba los pasillos mientras cruzaban el castillo. El niño rebosaba de felicidad y no se fijó en la mirada ausente  de su madre.

  Padre e se dieron un fuerte abrazo, y luego besó a su mujer.

“¿Qué te pasa, Claudia?” dijo el rey cuando, terminado de deshacer las maletas y entregado los juguetes a su hijo, se acostó junto a la reina y la acercó a sí abrazándola por la cintura.

  “Es ella” dijo. El rey la entendió y se puso tenso.

  “¿Qué pasa con ella?” la reina se giró para mirar a su marido y comenzó a llorar. Entonces, le contó el mensaje que le había llegado aquella mañana.

  “Eugenia y Manuel tuvieron un accidente de avión cuando venían hacia aquí. Los han encontrado el equipo de Urgencias Mágico, pero ella no estaba allí, mas sí encontraron su talismán Real.” El rey besó las lágrimas de su esposa, asustado “¿Crees que sobrevivió?” dijo.

  “¡Richard, por Dios!” Sollozó la reina.

  “Tranquila, tranquila, lo siento. Nuestra hija es fuerte, Claudia. Y está protegida por dos profecías”

  Y así se quedaron abrazados los reyes, pensando en su hija secreta desaparecida, ya que sin su talismán, no la encontrarían por mucha magia que utilizasen.

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  La reina cayó de rodillas frente a su amiga Eugenia, que había recuperado la consciencia no hacía mucho. La mujer estaba gravemente herida, tanto externa como interiormente. Pero Claudia necesitaba respuestas.

  “Eugenia, mi amiga, por favor, necesito saber… necesito saber si mi hija sigue viva. Por favor” a la reina le saltaban las lágrimas “por favor, contéstame” Pero Eugenia no podía hablar, y día tras día, la reina le visitaba implorándole, rogándole una respuesta que no llegaba.

  Una tarde, perdió la paciencia.

  “¡Sé que sabes la respuesta! ¡Maldita sea, Eugenia! ¡CONTESTA!” Un pitido avisó a las enfermeras los rápidos latidos del corazón de Eugenia, y sacaron corriendo a la reina, pero cuando en la puerta mandó silencio, y tras la orden todos callaron, se escuchó una leve palabra.

  “Sí” La respuesta que tanto ansiaba la reina.


Espero que os guste(LL)

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