28 de julio de 2010
SALIMOS sigilosamente del palacio por la puerta de atrás intentando no llamar la atención. Iara e Insua iban uno a cada lado mía, con los ojos muy abiertos atentos a cada movimiento. Caminábamos en silencio, y a veces nos escondíamos entre las columnas para que quien estuviese pasando no nos viese.
El plan era difícil y complicado por muchas cosas, pero la principal era que no teníamos plan. A pesar de que yo tenía algo en la cabeza, adónde teníamos que ir para rescatar a Leo y a Jotapé era un lugar que desconocíamos.
Fuera ya en el patio, los tres ya no nos podíamos esconder por lo que calladamente caminábamos discretamente hacia la puerta. A pesar de tener la mirada clavada en el suelo, no podía evitar a veces mirar de reojo a los múltiples invitados que estaban por esa parte de atrás del castillo. Eran sobre todo adolescentes y algunos jóvenes, pero todos tenían su vestimenta cara y bonita, algunos con corona, otros con banda, otros sin nada pero con pinta de ser unos ricos repipis… Desde luego, un mundo que era mío pero al que yo no encajaba. Suspiré. Insua, que siguió mi mirada hasta los invitados, me apretó el brazo con cariño, y luego me lo puso sobre los hombros. Iara, que no se quería quedar atrás, me agarró fuertemente por la cintura, y así, unos abrazados a otros, salimos del castillo.
Insua ya tenía diecisiete, por lo que ya tenía el carnet mágico oficial. En su coche, me senté en el asiento del copiloto, y Iara atrás, pero se echaba hacia adelante, sin querer quedarse excluida.
-¿Y bien? –Dijo Insua- ¿Alguna idea de adónde vamos?
Asentí.
-Vamos a mi orfanato.
***
Aparcamos el coche a un lado, y con un hechizo camuflamos nuestra vestimenta con otra más normal en un domingo como éste. Como en la salida del castillo, mis amigos se colocaron uno a cada lado mía, y sin pensarlo dos veces entramos.
Aún echaba algo de menos ese mugriento lugar, y como no quería ponerme a llorar al pensar que Jotapé podía de verdad no estar ahí, como un rayo entré al despacho de la directora. Insua y Iara, fascinados por el orfanato, iban algo más atrás, pero sin terminar de dejarme sola.
Mi estancia en el orfanato fue rápida, o al menos así lo recuerdo.
La directora se asombró de verme ahí, y cuando ya se ponía a hablar le interrumpí y me dejó ir al edificio de los chicos, para visitar a Jotapé.
No sé si alguna vez lo mencioné, pero el orfanato se dividía en dos edificios que se unían por medio de la cafetería. En uno estaban las chicas, y en otro los chicos. El edificio de las chicas tiene cuatro pisos mientras que el de los chicos sólo tres. A pesar de que en los dos, los últimos pisos tenían la terraza y habitación más grande, la de las chicas era mucho más grande que el de los chicos, por eso en las fiestas o en las noches apasionadas, era el chico quien iba a la habitación de las chicas.
Jotapé, Melisa y yo no éramos una excepción, pero a veces me gustaba estar en compañía masculina e iba con Jotapé, claro que como solía ser a altas horas de la noche, tenía que ir por su ventana, que sabía cuál era.
A contrario del número de su habitación.
-Sé que está en el segundo piso porque la primera vez que saltó desde su ventana –dije recordando- Jotapé tropezó y cayó en la terraza de abajo. –A parte claro de las numerosas veces que subí a su habitación, pensé.
-¿Y el que residía allí no le importó? –preguntó Iara alzando una ceja.
-Qué va –dije quitándole importancia con una mano- además, en el primer piso nadie vive: a nadie le gusta –expliqué tras sus caras de interrogación.
Subimos al segundo piso y me puse en cabeza, buscando la habitación.
-212, 214, 216… -miraba a la derecha, porque su número era par, pero no recordaba cuál era exactamente.
-230… -y me paré en medio de la 232 y la habitación 234.
-¿Ya? –Dijo Iara, cansada- ¿Y bien? ¿Cuál de estas es?
-No lo tengo muy claro, la verdad –dije.
Insua suspiró.
-Bueno, solo se sabe si pruebas.
Toqué la puerta 232 una, dos, tres veces y nadie abrió. Miré a mis compañeros temiendo lo peor y para cuando dábamos la vuelta, el picaporte se movió y de la habitación salió… Manuel.
-¿Manu? –dije
-¿Tis? –Dijo estupefacto- ¿Qué…?
Sacudió la cabeza.
-¿Qué haces aquí? –terminó.
-Busco a Jotapé –dije.
-Él está en la 234, boba –su medio sonrisa que me conseguía derretirme asomó por la comisura de la boca.
-Ah, bueno, gracias –y sin dejarle decir nada más, aporree la de la habitación de Jotapé. Mucho más rápido que la otra, enseguida se abrió, y sin ver quién era, caí en sus brazos.
-¿Tisiana? –una extrañada voz masculina retumbó en mis oídos- ¿Qué haces aquí?
Me separé de él y tras reconocerle, bajé la mirada.
-Oh, Miguel –dije alicaída.
-Esto… hola –dijo él tímido.
Atrás mía carraspearon y les presenté.
-Miguel, estos son mis amigos Insua y Iara, chicos, éste es Miguel.
Tras besos y apretones de mano, Miguel agarró la mía y me llevó a su cama, al lado había otra vacía. Qué tonta pensé Miguel y Jotapé comparten habitación. Mierda.
-Bueno, ¿qué tal por… dónde estás? –preguntó Miguel con su sonrisa inocente y escrutando mis ojos.
-Bien –si supiese que en menos de un mes había viajado, había sido atacada por el Señor Oscuro y había sido nombrada heredera del trono de los Cinco y de España, que mi novio y su compañero de habitación fueron raptados por el señor Oscuro… y todo eso sin quitar que mi nuevo colegio era mágico. –Me va bien –sonreí. No tenía porqué saberlo todo.
-Ah, bien, me alegro, aquí se nota mucho tu ida, ¿sabes? Jotapé y…
-Miguel –interrumpí- Lo siento, es que no tengo tiempo, de eso mismo quisiera hablar.
-Oh, bueno, pregunta –dijo él rascándose cómicamente la cabeza.
-¿Y Jotapé, Miguel?
Miguel frunció el ceño y bajó la mirada, para luego volverla a clavar en mí confundido.
-Pensé que… -se calló abruptamente, pero luego volvió al ataque- ¿No lo sabes? –Dejó la pregunta unos segundos al aire, que tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no zarandearle y gritarle- Jotapé no está, Tis.
Entre mañana por la noche y pasado estará el 42! O eso espero, vamos :)
OSQUIERO.
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