11 de octubre de 2010
He aqui el capitulo 43 :)
No sabía como ni por qué, pero cuando llegamos a Palacio, todo era un caos.
Nos teletransportamos a la entrada, y cuando abrimos la puerta casi nos come un mar de gente. Los invitados mágicamente se habían cambiado a ropas normales, sus vestidos elegantísimos, peinados lujosos, coronas brillantes, todo habia desaparecido por un grupo de personas normales. Bueno, normales hasta el punto de que todas se movían frenéticamente por el Palacio: madres agarraban a sus hijos, guarda espaldas custodiaban a los soberanos... pero algo tenían en común: todos corrían hacia algun lugar a mi derecha.
Giré mi cara hacia mis amigos, y asentimos: nos encaminamos con los demás.
Llegamos a donde es la gran sala de auditorio o de coronación (aquel lugar donde algún día yo seré coronada, pensé) Un escalofrío me recorrió de arriba a abajo. Los invitados nos dejaban pasar sin ninguna queja, quizá porque seguíamos con nuestras ropas algo chamuscadas o porque sabían quién era yo, pero el caso es que pudimos llegar a unas de las escaleras laterales y rápidamente las subimos. Al final de estas había una puerta y cuando la abrimos, dos lanzas se cerraron a pocos milimetros de mi cara.
-¡Hey! ¿Pero qué es esto? -inquirí. Los guardias, en cuestion de milisegundos volvieron a subir las lanzas y se inclinaron ante mí murmurando disculpas.
-¿Dónde están los reyes?-pregunté- ¿Dónde están mis padres?
-Ahí, su majestad -dijo uno de ellos señalando una puerta a mi izquierda.
-Gracias -dije antes de salir corriendo hacia allí.
Otra puerta me separaba de mis padres, y cuando la crucé, en la habitación se hizo el silencio. Conté quince personas sin incluir a la guardia, pero todos los de aquella habitación tenían lo ojos pegados en mí. Un instinto me hizo pensar que allí presentes estaban las familia de los Cinco, padres, madres e hijos.
-¡Tisiana, hija! -gritó mi madre corriendo hacia a mí. Su abrazo me sacó la respiración pero a pesar de eso no la abracé hasta momentos más tardes. Bajé la mirada al suelo cuando nos separamos.
-¡Santo Cielo! ¿De dónde venís? -dijo mirando nuestra cara ropa chamuscada.
-Pues... -intenté comenzar.
-¿Quién te has creído que eres? -soltó mi padre de repente, que sin yo notarlo se había hubicado al lado de mi madre. Todos los presentes miraban a mis padres o a otro lado, incómodos. - ¡Esta fiesta es en honor tuya y a ti no se te ocurre otra cosa que desaparecer! Y mira cómo vienes, toda chamuscada, a saber de dónde vienes. ¿No sabes lo que está pasando ahí fuera? ¡Podrías estar muerta!
Alcé la mirada, curiosa por el comentario, pero enfadada por la bronca que me está echando delante de todos estos desconocidos.
-¡El Señor Oscuro ha vuelto con ganas de venganza! Pero eso ya lo sabes, ¿verdad? Viene a por tí, Tisiana, y puede matar a quien sea para lograrlo -dijo- Hasta ha llamado la atención de los mundanos -dijo.
-¿Perdón? -dije.
-Si hubieses estado aquí lo sabrías -dijo mi padre, todavía cabreado. Mi madre, más calmada, le puso una mano en el hombro para calmarle. Mi padre respiró hondo y con voz más calmada siguió- Lo siento, es solo que... -dijo azorado- Bueno, me asusté.
-Está bien... papá -dije medio sonriendo. Enseguida él sonrió.
-Nos han anunciado de un incendio -posiguió- A las afueras de alguna parte de España, lo que nos importa de este incendio es la cantidad de Magia Oscura que hay en el ambiente -dijo mi padre mirando a mi madre. Sin que se diesen cuenta, crucé mi mirada con Iara- y también hay una gran cantidad de Magia Blanca.
-Papá -dije Hay algo que deberías saber -comencé mirando a mis amigos. Para cuando mi mirada se juntó con la de mi padre, esta ya había vagado por el resto de los presentes. Empecé a recitar nuestra historia, y para cuando terminé estábamos sentados en una especie de mesa redonda con un mapamundi en medio.
Entonces todos empezaron a hablar a la vez, nerviosos, furiosos, sedientos de venganza. Mi mirada se cruzó con la de Iara e Insua, y después a los demás herederos de los distintos sitios del mundo. Éramos dos chicas y cuatro chicos, entre ellos mi hermano, que estaba a mi lado, quizá a parte de mis amigos y yo, el único callado de los presentes en la sala. Sus ojos violetas escrutaban la escena, y al final acabaron en fijándose en los míos. Sus cejas se alzaron como queriéndome decir que era mi hora de actuar. Asentí y carraspeé, una, dos hasta que a la tercera vez me oyeron.
-Escuchad -dije- Hablando todos a la vez y entrando en pánico no se hace nada. Hemos descubierto unas cuantas cosas basándonos en las profecías -miré a mis dos amigos- pero lo más importante es la guerra que se nos viene encima. Tenemos que prepararnos, poned a salvo a los niños y aquellos que no quieran pelear, y a los demás... desénle suerte.
-Me parece correcto -dijo un hombre a la derecha -Tisiana tiene razón, deberíamos anunciar que la espera ha terminado, y que es hora de reaccionar.
-Los niños irán a casa y serán nuestra figura -dijo la mujer a su lado, la reina Marie de América. Su mano estaba sobre los hombros de aquel chico que me habían presentado cuyo nombre ya no recuerdo.
-No -dijo otro rey al fondo- Es demasiado arriesgado, serían un punto fácil. Los pondremos con los demás invitados y ahí sí que servirán de figura, a parte de que estarán a salvo.
Todos los reyes que a su vez eran padres asintieron. Pero el chico bajo el brazo de Marie protestó.
-¡No nos podéis dejar fuera de esto! Puede que el mayor de aqui no tenga más de veintidós años, pero seguimos siendo fuertes, estamos entrenados y sabemos pelear! Somos herederos, si nos escondéis estaréis mostrando miedo, lo cual da puntos al Señor Oscuro -terminó mirando a mi padre.
Éste miró a cada uno de los reyes, y tras unos momentos, me miró a mí.
-Os quedáis en el castillo, es mi última palabra -dijo mi padre, enseguida los adolescentes, incluida yo comenzamos a protestar- Seréis nuestra figura, por eso os esconderéis con los demás y os aseguraréis de que todo este tranquilo. Y ahora, lo anunciaremos.
Y dicho esto se levantó de la silla, seguido de los demás.
-Esto no funciona así, y lo sabes -le dije a mi padre cuando me acerqué a él- Me quiere a mí, y si sabe que estoy escondida me vendrá a buscar... o peor -tragué saliva- hará daño a Leo y...
-Es un farol, hija, solo quiere que vayas con él -dijo mi padre mirándome pero caminando hasta la segunda puerta.
-¡Por supuesto que me quiere a mí! ¡Soy la única que puede matarle, padre, y no me detendrás cuando llegue el momento de ir a buscar a Leo! -grité enfurecida deteniendo el paso de mi padre, y a la vez el paso de los demás.
Un silencio reinó la sala. Mi padre me miró de arriba abajo, y sin mediar palabra, cruzó la puerta. Desesperada, busqué a mis amigos con la mirada. Iara parecía horriblemente triste, mientras que Insua calculador, pero ambos se acercaron a mi, y conmigo en el medio, cruzamos la puerta. Todos se quedaron en silencio, tanto en el salón que se tendía a mis pies, como detrás mía, donde los demás reyes e hijos estaban.
-Pueblo Mágico, los rumores que por siglos han corrido de boca en boca por nuestras familias, por cada rincón de cada pueblo son verdad: el Señor Oscuro se estaba preparando para volver, y por fin, ha resurgido de entre sus cenizas, quizá más fuerte o quizá más débil... eso no lo sabemos- dijo mi padre. Seguramente quería seguir con su discurso pero con el gentío chillando a su alrededor no podía. Varias veces intentó callarlos sin éxito, hasta que di un paso adelante y con un silbido les acallé.
-¡Escuchadme todos! Son momentos de pánico y temor, son tiempos de asustarse hasta de su propia sombra. Pero eso es lo que quiere el Señor Oscuro, que dudemos hasta de nosotros mismos, que veamos a nuestro alrededor -dije alzando las manos- y no veamos más que a gente conocida, y aún así dudemos de si son súbditos del Señor Oscuro. Pero he aquí mi punto de vista -dije dejando unos segundos, captando la atención desde el más pequeño invitado hasta el más mayor- En estos tiempos son cuando más unidos debemos estar, cuando más tranquilos tenemos que estar, porque con cualquier ataque de pánico, hasta el luchador más fuerte es un punto fácil. Así que mirar a quien tenéis a vuestra derecha, y confiad en él. Confiad en nosotros, tened miedo si queréis ya que es normal, pero solo donde estéis a salvo dejadlo lucir -continué-. En este Palacio habrá lugar para todos aquellos que deseen quedarse, les daremos de comer y les mantendremos a salvo. Para aquellos que quieren volver a sus casas: háganlo ya, y por favor -pedí- cuidad los unos de los otros.
La gente comenzó a murmurar. Giré mi cabeza hacia mi padre, quien orgulloso me devolvía la mirada. Mi madre, que estaba a su lado, abrazaba a mi hermano, quien sonreía. El rey Andrew de América me miraba de manera diferente, quizá con un nuevo respeto. Pero fue su mujer quien movió la mano indicándome que siguiese.
-Para aquellos que quieran luchar, diganlo a cualquier guardia y éstos os dirán qué hacer. Sólo hay la condición que menores de trece años no podrán luchar. Y ahora -alcé las manos- es el momento en enseñarle al Señor Oscuro que aquellos que le derrotaron una vez, siguen en pie.
Todos los presentes estallaron a aplausos, y con gratitud les sonreí. Entonces todos se pusieron de acuerdo para parar y seguir con la tarea asignada.
Me acerqué a los demás. Insua me agarró de la mano con cariño cuando pasé a su lado, y yo le sonreí de vuelta.
-Voy a ir a buscar a Leo, padre -dije convencida.
-Lo sé, pero éste es el plan -dijo para mi sorpresa- : irás a buscar a tus amigos, pero en cuánto tengas oportunidad, volverás, no importa si el Señor Oscuro esté muerto o no, porque pase loque pase, el te seguirá -dijo.
Miré a mis amigos, y luego a los demás de sangre real que estaban ahí, para terminar en los asustados ojos violeta de mi madre.
-Porque nosotros le estaremos esperando -terminó.
Etiquetas: Capítulos
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