2 de mayo de 2010

CAPITULO 39

holaa!!!


Bueno, aquí he el capítulo 39, que en un principio pensé que sería cap 39 y 40.. pero me dije, ¡qué diablos.!! Así que feliz día de la madre para España:)

Era de noche. Respirando hondo miraba por la ventana. Estaba en una habitación de invitados, la más grande, al fin y al cabo no sólo era un invitada importante, sino que este castillo en realidad es mi casa. O tendría que haberla sido si no fuese por las malditas profecías. 

  Hubiese sabido desde un principio quién era yo, de dónde venía y cuál era mi cometido. Sabría utilizar mis poderes como fuese debido, sabría comportarme en los banquetes, sabría comportarme como todos quisiesen que una princesa se comportase, sabría hacerme de querer... hay tantas cosas que sabría hacer si desde un principio hubiese sabido que no soy Tisiana Severino, sino Tisiana Martínez, heredera del trono Mágico de Europa y heredera del líder de los Cinco, aquella formación que los cinco continentes tenían para poder vivir en paz...
  
  Alguien llamó en aquel momento a la puerta, suavemente, tres veces. Me sequé las lágrimas que resbalaban por mis mejillas, me alisé un poco el vestido que me habían dado y di permiso para que entrase fuese quien fuese.

-¿Alteza? -una tímida cabeza se asomó desde atrás de la gran puerta- La esperan.

Intenté sonreír y asentí.

-Gracias, enseguida estoy allí abajo.

Después de que la puerta se cerrase me levanté y fui al baño. El espejo, que era de unos do metros de ancho y largo, me devolvió mi reflejo. En verdad parecía una princesa.
  
Mi vestido azul de escote cuadrado caía largo y liso hasta el suelo, con tan solo una manga en el hombro derecho donde había un broche de color violeta que me había regalado Insua por la tarde. Mi pelo perfectamente recogido excepto por dos mechones con forma dew tirabuzón que estaban delante. Mi flequillo estaba hacia un lado, como siempre, soloque sujeto con miles de horquillas para que no cayese. Pero mis ojos violeta bordeados por un color negro del maquillaje, miraban penetrantemente a la resplandeciente corona plateada que resposaba delicadamente en mi cabeza.

Hacía que a mi aspecto demacrado y cansado no se notase, era cosa de magia. Sonreí. Y entonces, tras suspirar un par de veces más, salí de la habitacíón.

A pesar de estar en la tercera planta, el murmullo de los invitados ya se oía. Mis tacones repiqueteaban por el pasillo vacío. De vez en cuando algún sirviente pasaba corriendo por ahí, terminando de arreglar las habitaciones para los demás invitados, claro que, antes se paraban resollando, inclinaban la cabeza en mi dirección y se volvian a ir corriendo.

La noticia de la llegada de la "verdadera" heredera de los reyes se había extendido por los cinco continentes más rápido que la pólvora, y mi madre había invitado a los nobles más importantes a una cena de presentación, y, claramente, para una disculpa y explicación del rompimiento de la ley mágica de sólo tener un hijo. 

La tarde la pasó ensayando el discurso y haciéndome probar miles de trajes para le cena, mandando sobre los criados, yendo de un lado para el otro... en vez de estar rescatando a Leo y a Jotapé, como debería estar haciendo. Pero cuando le comuniqué mi decisión, se levantó histérica y me dio un no rotundo.... para luego echarse a llorar desconsoladamente.

Insua, Iara y yo nos quedamos petrificados en el sitio sin saber muy bien qué hacer, pero enseguida Antón se levantó 
y la fue a consolar. Cuando se tranquilizó, la reina se arrodilló frente a mí y cogió mis manos que se retorcían nerviosamente sobre mis piernas y me rogó que no fuese, que era un suicidio, que era peligroso.

-No puedo dejar que maten a mi novio y a mi mejor amigo. Son inocentes -dije yo.

-¡Y tú también lo eres! -habia respondido ella con los ojos muy abiertos. Entonces, entre ella y Antón trazaron un plan: harían una copia de mí que se presentaría allí mañana por la mañana. Me había negado: ni siquiera yo era tan estúpida, pero entre lágrimas mi madre sonrió intentando pensar que sí. Me dio miedo, y tras comentarselo a mis amigos, Insua e Iara también estaban de acuerdo conmigo en que Claudia no actuaba en ese momento como reina, sino como madre.

Bajé las escaleras suavemente, sin prisa, admirando los cuadros de mis antepasados, y me dirigí a la habitación que mi madre había dicho para encontrarnos. Al llegar, dos soldados que graciosamente escoltaban la puerta la abrieron anunciándome.

-¡Su majestad, la princesa Tisiana Martínez! -dijeron alzando la voz. Y entré.

Era una biblioteca. Una enorme biblioteca con enormes y inumerables estantes donde descansaban miles de libros. Me quedé en la puerta, con la boca abierta. Tenía dos pisos y de estas ascaleras que se movían para coger los libros más altos. Me vino a la mente una imagen de la biblioteca que la bestia tenía en su castillo en la "Bella y la Bestia" de Disney.

-Tisiana, hija, estás deslumbrante -dijo mi madre acercándose a mí. Llevaba un vestido color verde oscuro muy elegante que le hacía ver más joven. Si mi corona plateada pesaba, no quería pensar el dolor de cabeza que mi madre debería de tener con semejante corona. Tenía dos pisitos de diamantes y era dorada. Parecía que brillaba por sí sola, como un foco- Antes de bajar del todo quería presentarte a alguien -dijo, y se separó. Al fondo, un hombre estaba de pie junto a la ventana. No era muy alto, era incluso más bajo que mi madre, pero a pesar de ser más bajo que Insua -que estaba a su lado- su porte y seguridad le hacían ver enorme.

A paso lento me acerqué a él. Sabía quien era él, y él sabía quien era yo.

Su piel estaba bronceada, en forma de "O" sus labios eran carnosos, no como los de mi madre, sino como los mios. 

Llevaba un traje negro con una banda violeta con muchas medallitas. Tenía las manos detrás de la espalda, y sobre su espesa mata negra que por pelo tenía, una corono dorada brillaba. Sus ojos de un hermoso, brillante y jovial violeta me miraban incrédulos.

-Dios mío, era cierto -dijo. Se llevó una mano al puente de la nariz, intentando seguramente, contener las lágrimas.

-¿Pa...dre? -dije.

Mi madre, tal y como sensible estaba, se echó a llorar, me agarró de la mano y me acercó al hombre que estaba paralizado. Tenía en él más semejanzas que con mi madre. Los labios, la nariz, las cejas, el violeta más profundo...
El rey vaciló y miró a mi madre. Entonces volvió a hablar casi en un susurro.

-La encontramos, Claudia. -Su voz era profunda y seguramente infundaba confianza y respeto, pero cuando le habló a su mujer, su voz era temblorosa y asustadiza.

Mis ojos se anegaron en lágrimas, pero no broté ni una sola. Moría por un abrazo suyo, pero me daba vergüenza decirlo y hacerlo.

Levantó una mano en pos a mí, y le miré desconcertado. ¿Una mano? ¿Enserio? Pero no dije nada, se la estreché. 

Abrió la boca, parecía que iba a hablar... y entonces me abrazó. Primero delicadamente como si temiese que rompiese, pero luego apretó más y más hasta tal punto que casi no podía respirar. Pero yo también apretaba mis brazos en torno a él. Ninguno de los dos quería soltarse, teníamos demasiado miedo a que pudiese desaparecer el otro. 

Su enorme mano me acarició la cabeza.

-Mi niña... mi niña... -susurró y sollozó. El rey, aquella imagen que yo tenía de ellos de fuertes se desmaterializó en el aire, por que en mi hombro el rey comenzó llorar quedamente- Te perdí una vez, pero nunca más, mi niña... -repetía. 

Otro par de brazos se nos unieron, los de mi madre.  Con el rabillo del ojo pude ver a Insua ya Iara que se apartaban mirando a otro lado, dejándonos intimidad.

-Bueno, ya está bien -dijo mi padre separándose.- Tenemos que bajar y explicarle el mundo esto -me señaló con una sonrisa. 

Y detrás de los reyes, en medio de mis amigos, salimos de la habitación para enfrentarnos al resto del mundo.         
 
***
 
Mis padres se habían adelantado un poco para discutir, seguramente para hablar sobre lo que dirían abajo. Insua e Iara se pusieron a ambos lados de mi. Tras discutir sobre un plan que a ninguno de mis amigos le gustaba pero que no me dejarían sola, Iara me cogió la mano y sonrió.
  
  -Esta preciosa, Alteza -dijo robándome una sonrisa.
  
  -No chicos, vostros no... -no hizo falta que terminase la frase.
  
  -Bien, mejor -dijo Insua- no quería tener que rebajarme tanto para llamarte princesa o alteza... ¡Ay -dijo cuando le pegué un puñetazo suave en el hombro, que se frotó sonriendo. Nosechamosa reir a la vez,y entonces volvieron mis padres.
  -Siento interrumpiros, chicos -dijo mi padre. Una sensación me recorrióla espina dorsal- tenéis que ir bajando, enseguida bajamos nosotros -dicho esto, Iara me dio un beso en la mejilla, me deseó suerte y se fue escaleras abajo, seguida de Insua que me besó en los nudillos y me guiñó un ojo. Segundos después, mi madre me dio un apretón en la mano derecha. El rey me cogió la otra mano y me acarició la mejilla. Les sonreí a medias, ya que mi mente estaba ya en otra parte, en plan trazado, pero aún así, en este cuadro faltaba alguien... que apareció de la nada con cara de resaca y la corbata mal abrochada.
  -¡Richard!-ezclamó mi madre quizá demasiado alto. Dos guardias que se encontraban al pie de la escalera se acercaron unos pasos, pero tras una señal del rey, dieron marcha atrás- Pero bueno hijo, ¿qué horas son estas?
  -Sí, bueno, lo siento... no quería -Tenía la voz ronca.
El rey y la reina cruzaron una mirada de complicidad. El rey Richard le puso una mano sobre los hombros y le apretó.
  -Os esperamos abajo.
Y tras decirlo, mi madre pasó su brazo por el de su marido y comenzaron a bajar las escaleras. Enseguida los aplausos se hicieron oír. Miré a Richard, nerviosa pero contenta de que esuviera aquí. Debía de haber sido duro ser el heredero y que de repente una completa desconocida ocupase el trono que le habían prometido. Richard miraba hacia otra parte, evitándome, algo que era normal pero que aun así me dolió.
 
   -Quiero que sepas que siento todo esto. No estaba planeado, ni siquiera sé si quiero ser reina... -dije.
    
  -No es algo que se quiera o no querer. Es algo que se hereda -dijo él de forma quizá demasiado seco, pero en vez de saltarle como haría normalmente, suspiré.
   
  -Es totalmente comprensible que me odies. Seguramente yo también me odiaría -dije. Ahora fue él quien suspiró- Pero quiero que sepas...
  
  -No te odio -dijo. 

Las palabras se me atragantaron.
 
    -¿Perdón? 

Los ojos violetas de Richard por fin se reunieron con los míos.

  -Que no te odio. Verás, sé que sería lo normal, que cualquier otra persona te odiaría pero yo no -se tomó una pausa anes de seguir- . Yo no porque el peso de ser el heredero se me hacía muy grande, la corona me pesaba, las responsabilidads, las reuniones, las clases... sabía que no era para mí, pero claro, ¿qué iba a saber yo, que a quien en realidad sí le correspondía estaba por ahí perdida sin ni siquiera saber quién era? Así que me callaba. Sólo manifrstaba mi desacuerdo emborrachandome y tal... -se puso colorado- sé que no era la mejor forma... pero no se me ha ocurrido nada mejor. Y de repente llegas tú con tus ojos violetas y mi madre casi muere cuando tu estabas inconsciete. Admito que me puse celoso, pero no sabía quién eras. Hasta que mi madre salió de la habitación y me dijo que antes que yo había alguien más. No me lo creí -su mirada recorría la alfombra roja del suelo- al principio, no. Pero entonces cuando despertaste y vi como recorrías el castillo, como devolvías los saludos (aunque admito que vacilabas un poco, lo cual me hace gacia) pero los devolvías como papá lo hace, sin que nadie te enseñase -Sus ojos volvieron a los míos- cómo tras el rapto de tu novio, conseguiste estar en calma, como llevas ahora la corona... y no sé -extencdió los brazos a los lados- una intuición que tengo, tras eso me hacer ver la reina que hay dentro de tí. Vale -dijo llevándose una mano al pelo- ahora sueno cursi y maricón, pero es la verdad, y me cuesta decirte esto... pero... quería -me miró a los ojos- necesitaba que lo supieses, que no te odio, que... aunque parezca egoísta, me has sacado un gran e importante peso de encima. Que pase lo que pase abajo, y decidan lo que ahí decidan -dijo señalando con la cabeza hacia las escaleras- quiero que sepas que no te odio, sino te admiro -sus manos recalleron sobre mis
hombros- . Te admiro por tu fuerza y coraje por que sin rechistar vas a bajar y admitir a todo el mundo mágico quién eres y por qué desapareciste... porque no tienes miedo, o no lo aparentas. Porque no vas a hacer caso a mamá en lo de que no actúes respecto a lo de tu madre -salté, asustada- Tranquila, era obvio, no sé como madre no se da cuenta -sonrió con sorna, pero enseguida se puso serio- En cambio yo no haría nada intentándo convencerme a mi mismo que debo obedecer a mi madre. que ella sabe lo que dice. Y también te admiro porque sé que vas a ser una gran reina y eres una buena princesa -sonrió, después

como si se despertase de un sueño, sacudió la cabeza y sacó las manos de mis hombros echándose a la vez para atrás. Pero yo no le dejé mucho espacio.

  -¡Oh! -dije y le abracé- Gracias, gracias, gracias -repetí- Es muy importante todo lo que me acabas de decir, y mucho más al saber cuánto te costó decirlo. Pero lo necesitaba, enserio, y Dios... -sonreía sin parar- No sé que decir excepto que significa muchísimo. Pensé que me odiarías. Siempre quise tener un hermano, y de repente tengo uno, pero al tenerlo le robo algo, y no es que fuese una habitación, sino le robo dos tronos -me separé de él, pero ahora mis manos estaban sobre sus hombros- No sé si voy a reinar bien, si seré buena princesa, pero desde luego seré ,ucho mejor ahora que tengo tu aceptación.

Le volví a abrazar.

  -Gracias -dije.

Estuvimos fundidos en un abrazo varios segundos, hasta que él carraspeó y se separó de mí.

  -Bien, ahora hermanita, tenemos que presentarte al resto del mundo -me ofreció su brazo, que cogñí encantada- Sé preferirías a alguien más alto y de ojos azules, pero te tenfrá que valer este sustituto.

Le sonreí más, si es que era posible.

  -Casi eres la compañía perfecta -dije.

Y riendo bajamos por las escaleras.



Sieento que haya sido tan tostón.... os quiero:)

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