17 de octubre de 2010

CAPITULO 44

Bua, que ni yo me creo que tenga dos capitulos tan seguidos hahaha



Como si se tratase de algo preelegido, Iara e Insua se situaron a mi derecha e izquierda. Vacilé cuando miré a ellos, pero Iara levantó una mano para callarme con una manicura perfecta.

-Ni se te ocurra mona, nosotras vamos contigo -pero al final de la frase, tras unos segundos de intensa mirada roja cual fuego, me sonrió.

Y así como no quiere la cosa, le pregunté a mis padres:

-¿De casualidad no sabréis la procedencia de aquel primer recitador de profecías, no?
Mis padres miraron a una pareja que estaba a mi izquierda, al lado de Insua.

-Sabemos que las montañas de dónde venía son las montañas al sur, las puedes ver desde las ventanas -nos informó- pero ya las hemos limpiado de arriba abajo, y no hay señal de magia.

Miré a Insua, y luego de vuelta al rey de color.

-En las montañas, habrá muchas cascadas, supongo -dije no queriendo sonar nerviosa.

-De hecho, hay una gran cascada, la llamada La Gran Wasserfall des Südens, o La Gran Cascada Sureña.

-Detrás del agua nada es lo que parece -recité de memoria aquellas palabras. Sonriendo triunfal, alcé la cabeza y miré a mis amigos- Ya sé dónde están.

En cuestión de minutos nos estábamos preparando para teletransportarnos hacia la cascada dónde (espero) se escondía el Señor Oscuro.

De nuevo, los quince participantes -o progreso de- los Cinco, más mis dos amigos fuimos a una sala más privada donde terminaron de concretar los detalles. Después, uno a uno, los reyes me fueron dando la mano y también dándome ánimos. Los príncipes, al contrario de sus padres, no se veían animados, ni mostraban respeto, sino todo lo contrario, más de uno me lanzó una mirada venenosa y la chica ya ni cuento. Al terminar, mis padres me dieron un abrazo y por fin, me fui a cambiar lista para la batalla. Cuando regresé traía unos cómodos jeans, camiseta corta, sudadera y all star. Si no fuese por mis ojos violetas y por lo que iba a hacer en cuestión de segundos, parecía una chica normal.

Mi hermano pequeño se adelantó unos pasos junto a mi madre y padre, y tras darme un abrazo, se sacó una especie de medalla de oro, cuya cinta que rodeaba el cuello era morada. En medio dela brillante moneda de oro había una especie de corona gigante en relieve, y por arriba un pequeño mundo, y en pequeño una frase: Rey de reyes.

-Este es el talismán Real que los herederos deben tener desde que nacen, cosa que tu tuviste, hasta el accidente de avión -bajé la mirada- pero es tuyo, tu eres la heredera, por lo que te pertenece -dijo colocándome el gran medallón que enseguida se convirtió en un pequeño collar para terminar desapareciendo bajo mis sorprendidos ojos- te protegerá -dijo mi padre, y luego me abrazó fuerte. Mi hermano me abrazó tras un "suerte. Luego mi madre me hizo girar y sentí un peso sobre mí. Cuando agarré lo que tenia detrás, me sorprendí encontrando una capa roja, y la reconocí: mi madre... mi otra madre siempre me la hacía llevar en raras ocasiones pero siempre me decía lo importante que era.

-Esta capa ahora es tuya, siempre lo ha sido, y así será hasta que la próxima princesa nazca. Esta capa significa poder, y te da una protección extra. Y ahora -dijo tras un último abrazo- vete, pero vuelve, y trae contigo al Señor Oscuro.

Asentí y extendí mis manos. Insua e Iara la agarraron y cerraron los ojos. Yo, antes de cerrar los míos y comenzar el conjuro, crucé una mirada con el hijo de los reyes de América, que con una mirada curiosa me miraba.

***

Para cuando volví a abrir los ojos la oía y la podía sentir. A mi derecha estaba La Gran Cascada Sureña.

-Bueno, allá vamos, ¿no? -dijo Iara comenzando a caminar hacia ella. Silenciosamente, le di las gracias, ya que yo estaba paralizada del terror y no me quería mover.

-Pero bueno, ¿dónde metiste el valor que mostrabas en el palacio? ¡Puro teatro, puro teatro!- dijo mi amiga en la entrada de la cascada.

Para cuando Insua y yo llegamos, Iara ya había descubierto algo.

-Ésta es la puerta para entrar a la guarida secreta del Señor O, pero -empezó Iara.

-Bueno descubrimiento, Einstein -dijo Insua poniendo los ojos en blanco.

-Pero no se puede entrar así como así -dijo Iara ignorando a Insua- si te fijas en las esquinas -dijo señalando las de arriba- tienen una especie de brillo plateado, lo que significa que una onda magnética cubre invisiblemente la cascada -Iara dejó caer sus brazos y nos sonrió satisfecha. Su cara se volvió de película cuando se dio cuenta de nuestras muecas de incomprensión.

-Si la cruzas como cruzarías una cascada normal, estás frito, muerto, caput -dijo.

-Vale, vale, lo pillamos -dije- pero entonces, ¿cómo cruzamos?

Esta vez fue Insua quien contestó.

-Si es que estos colegios mortales no enseñan nada útil -suspiró- Para entrar crearemos otra onda magnética, solo que más fuerte y del mismo tipo, ya sabes: dos polos iguales se repelan mientras dos diferentes se atraen -recitó.

Y nos pusimos a ello.

Tardamos fácilmente una media hora, ya que cuando vinimos el sol aún se veía, y para cuando sentimos como la montaña entera, hasta la sierra a la cual montaña estaba unida vibraba, el sol se había ido por completo.

Entonces Insua creo un campo por el medio de la cascada para que entrásemos sin mojarnos. Éste fue primero, mientras que nosotras nos quedamos un poco atrás, la razón: Iara vacilaba.

-No tienes porqué ir si tienes miedo, Iri -susurré.

-No tengo miedo idiota, es solo que... hay tanta agua...

Asentí comprendiendo, su elemento era el fuego, y a pesar de que en el internado también aprende a moverse con el agua, una cueva completamente mojada, una puerta de agua y con rio de por medio no es comparable a una clase a la semana de Aqua ae, lo que viene a ser Agua, agua en latín.

-No me separaré de ti -dije extendiendo mi mano. Y así nos encaminamos hacia la gran entrada donde Insua nos esperaba, y donde Leo, Jotapé, el Señor Oscuro y quizá algo más nos esperaba.

Cruzamos a la cueva y lo primero que sentí, fue la humedad en el ambiente y un vientecillo frío. De la mano y sin mirar atrás nos adentramos en la cueva, donde cada vez se hacía más y más oscuro, hasta que llegó el momento de que Iara creo una antorcha. Y tras un gran pasillo la cueva se abrió. El lugar debería de tener unos treinta metro de altura -estábamos dentro de la montaña- había escaleras y pasillos colgantes, donde personas y monstruos trabajaban juntos Dios sabe en qué.

Y entonces una de esas cosas nos ve y se pone a grita alarmando a todos. Insua, con una bola plateada se deshace de él, pero demasiado tarde: nos habían visto.

Los pelos de mi nuca se me erizan advirtiéndome de La Oscuridad. Levanté mis brazos y éstos actuaron sin pensarlo. Un escudo se abrió sobre nosotros, protegiéndonos de todo. Pero nada pasó.

Unos sonidos comenzaron a sonar, junto a una risa en el ambiente. Sabía lo que era... quién era.

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