31 de octubre de 2009

CAPITULO 1

Comenzando este capítulo, comienza mi libro, historia (o como quieran llamarle). Espero que os guste, ¡Crucemos los dedos!

HABÍAN dado ya las doce en punto, por lo que las monitoras estaban a punto de terminar de dar la ronda. Respiré hondo e intenté tranquilizarme en la cama. Cuando no escuché ningún ruido, ningún paso, aparté la manta y me levanté.
  Abrí el armario y cogí la ropa que había escogido para esta noche. Había elegido un conjunto oscuro para que no se fijasen en mí; sudadera de capucha azul marino con pantalones negros, y botas negras. Ya con la ropa puesta, entré en el baño y me lavé los dientes, y solo después de verificar que todo estuviese en mi mochila, me miré al espejo. 
  Mi cabello caía despeinado sobre mis hombros haciendo unas pequeñas espirales. Seguía algo mojado,  pues me había bañado antes, por lo que en vez de castaño oscuro (su color) se veía negro. Y el negro quedaba bien con mis extraños ojos violetas. Sí, violetas, pero rectifico, no son tan extraños, al fin y al cabo, hubo otra mujer que los tuvo del mismo color. Mi cara ya casi no tenía la redondez infantil. O bueno, si la tenía, pero vamos, faltaban ocho meses para mis magníficos diecisiete, por lo que quedaría un año para los gloriosos dieciocho, cobrar la herencia de mis padres, y marcharme muy, muy lejos de este maldito lugar.
  Con un encogimiento de hombros me asomé a la ventana. Había dos pisos antes del césped, si caía mal, me iba a costar caro. Alejé esos pensamientos al ver la sombra de alguien aproximarse a mi punto de caída.
 -¿Piensas bajar o qué?-susurró la voz de Melisa, mi mejor amiga.
 -No es tan fácil como parece. Cuesta saltar.
 -Oh vamos, como si no lo hubieses hecho antes-me dijo riéndose silenciosamente.-Salta, ya.
  Así que cogí aire, y pase la barandilla de seguridad. <> me dije. Y salté.
 Era magnífico sentir el aire en tus mejillas mientras caías, sentir el aire traspasarte rápidamente y… mis pies tocaron suelo. Fue asombrosamente doloroso, y aunque no era la primera vez, me torcí un tobillo. 
  -¡Ay!-grité. Enseguida la mano de Melisa me tapó.
 -¡SHHHH! ¿Estás loca? Vamos, arriba-me dijo, ayudándome a incorporarme. Nos movimos lentamente (porque fui cojeando) hasta el portal del orfanato, donde no éramos las únicas en esperar a alguien. Había otras veinte personas allí, entre ellas Jotapé, mi querido amigo gay.
 -Hola. ¿Porqué cojeas?-me preguntó alzando una ceja. Yo simplemente le respondí con un gruñido, malhumorada.-Bueno, me he traído a Miguel, ya sabes, mi amigo-me dijo cuando le miré confusa.
 -¿Ese que no nos ha dejado en paz ni un segundo desde que empezaron las clases?-le dije medio en broma, medio en serio.
 -Ese que a ti no te deja en paz un segundo, sí-dijo. Yo simplemente giré los ojos y miré mi reloj cuando Miguel se nos acercó.
 -Hola chicos.-dijo exhibiendo una sonrisa de oreja a oreja.
 -Hola.
 -¿Porqué cojeas, Tis?-me preguntó.
 -Me mordió el perro del guardia.-le dije con una media sonrisa.
A Miguel se le esfumó la sonrisa y me miró desconcertado.
 -¿Qué?
  Pero, gracias a Dios, no le dio tiempo a más ya que un chico por fin abrió la puerta. Salimos silenciosamente, yo cojeando y con Miguel pegado a mi trasero diciéndome que no hay ningún guardián en el orfanato. Melisa llegó corriendo a mi lado con cara de Traigo Noticias.
 -He estado averiguando por ahí…-empezó.
 -Y morreándote con alguien-señaló Jotapé a su boca despintada. Pero Melisa a ese comentario solo le sonrió.
 -…que la mayoría van todos a la fiesta del parque, por lo que hoy, al no tener planes-enfatizó la palabra no- ¡vamos a esa fiesta! Dicen que es de comienzo de curso.
  Como no hay quien le diga que no, los cuatro nos encaminamos hacia el parque a las doce y media de la noche. Todo estaba oscuro menos cuando las farolas nos alumbraban. Enseguida Melisa comenzó a hablar. Melisa adora hablar. Si hubiese un premio a la persona más habladora, Melisa con mucha diferencia ganaría. Que no digo que yo no hable, pero Melisa, ella es un caso especial. Y su tema favorito es Manuel.
 -Escuché decirle a Antón que Manuel y sus amigos iban, asique espero…-y así siguió todo el camino. En un momento, hice que me dolía el pie y paré para descansar. Jotapé se paró conmigo y fuimos atrás riéndonos del pobre Miguel que le tocó aguantar a Melisa, que solo se calló cuando llegamos al parque.
  Fuese quien fuese quien le dijo lo de la fiesta tenía razón; estaba casi todo el pueblo allí reunido. La música resonaba en mis oídos. Miré a Jotapé y sonreí. 


Espero que os haya gustado (: Enseguida pongo el dos (:

0 Comments:

Post a Comment



Template by:
Free Blog Templates