4 de diciembre de 2009

CAPITULO 22

Bueno, bueno, pos aquí está el capi 22, que se lo dedico a Marta, una fiel seguidora xD jajajja


Venga, besitos (:

(a quien viva en españa) FELIZ PUENTE(:

 -¿CÓMO estás? –preguntó amablemente Laura.

 Hace ya unos diez minutos que habíamos dejado el orfanato, y ya sentía un gran agujero en mi corazón. Laura y Romero me estuvieron hablando sobre cosas que yo ya sabía, me dijeron que las pruebas se habían retrasado de siete a nueve por problemas en el internado.

  Creo, es más que me estuvieron hablando para que la partida me fuese más fácil, y se lo agradecería, sino estaría moqueando.

  -Nerviosa, en realidad Srta. Laura.

  Faltaba una hora escasa para las pruebas. Me habían dicho que sería al aire libre en el bosque de atrás del internado y… con público. Sí, con público. Había reído, pero ellos no, por lo que me di cuenta que era verdad, y comencé a reír histéricamente. ¡Nadie me había dicho que iba a tener público! Maldito Leo, no me había dicho nada.

 Leo.

 Mi corazón latió más rápido con tan sólo su pensamiento. Nos habíamos confesado nuestro amor por cada uno, pero, ¿Eso qué nos hacía? ¿Novios?

 Como me había explicado el Sr. Romero, el coche sufriría unas “turbulencias” porque al pasar la barrera de la otra dimensión (esto parece película cutre jaja) un objeto material tan grande, al internado le costaba aceptarlo.

  Así que clavé mis uñas en los asientos cuando las turbulencias.

  Fuimos hasta el garaje, y allí nos separamos. El director se fue a hacer sus asuntos de... bueno, director, y Laura me acompañó hasta mi habitación. Nos paramos frente a la puerta número 364. Laura sacó una llave, pero se lo pensó y me miró.

  -En los internados mágicos, los alumnos no tienen llaves materiales, sino que las puertas se abren únicamente ante el tacto de la persona que duerma dentro y de las tarjetas de los profesores –dijo moviendo la que tenía en la mano- pero claro, casi nunca la usamos, no te preocupes. Intenta abrir la puerta –me dijo.

  Había algo de Laura que me inspiraba confianza, no sé si era esos ojos maternales azules que no cuadraban con su pelo rojo, mas otro color mal le quedaría.

  Respiré hondo. Mi temblorosa mano derecha se apoyó delicadamente en el pomo de la puerta, primero por temor, pero luego, al ver que no pasaba nada, lo giré y la puerta se abrió.

  La habitación era enorme, había dos camas en horizontal a la puerta, y asomándome pude apreciar un baño ¡con puerta!, bien, primer miedo tachado. La cama más cercana a la puerta estaba llena de peluches, y la cercana a la ventana… vacía y fría. Suspiré.

  Dejé mis maletas encima de la cama. Se veía muy cómoda. Donde la almohada, había cuidadosamente doblado, tres pares de polos blancos, dos faldas, dos pares de medias, dos sudaderas y un pantalón: mi uniforme escolar.

  Lo cogí y me lo puse sobre la ropa, más o menos visualizando si me quedaba.

  -Bien –dijo Laura- ponte algo cómodo, no tiene por qué ser el uniforme, pero algo viejo, un chándal porque ya ha habido casos de chamuscados, rotos…-rió.

  -Vale –le dije. Un increíble nudo en la garganta me impedía hablar con claridad. Abrí una maleta, cogí una camiseta –fue casualidad haber cogido la negra que Leo había cogido la noche anterior- unos pantalones cómodos, unos tenis y una chaqueta.

  -Te espero fuera, apúrate porfa –dijo Laura, y salió de la, mi habitación. Aunque en realidad era nuestra.

  Ahora que la presencia de Laura no estaba, me sentí sola y pequeña, así que cogí mi conjunto y me adentré en un nuevo mundo.

  Vamos, o así me parecía el baño. Si es que, dos espejos enormes, unos lavamanos antiguos pero preciosos, flores rosas claras decoraban junto a las baldosas violetas. Una ducha a la izquierda, y una bañera -¡con jacuzzi integrado, madre mía!- a la derecha.  Desde luego, estaba soñando, así que cerré la puerta y la volví a abrir, pero frente a mí, seguía teniendo el lujoso baño.

  Entré y me cambié rápidamente, intentando no tocar nada por si se acababa el encanto.

  -Bien, ¿estás lista? –dijo Laura cuando salí. Negué con la cabeza. Ella sonrió y me sacudió el pelo, como si fuese una niña en un gesto muy maternal. Mis tripas se revolvieron.

  -Lo harás bien, no te preocupes.

 Caminamos durante varios minutos por pasillos repletos de puertas con números: 300, 258, 256… 100. En el exterior, nos recibieron unas nubes que anunciaban tormenta, pero asombrosamente un viento caliente nos recorrió.

  Fuimos a la parte trasera del internado, donde ya se escuchaba los murmullos excitados de las personas que estarían presentes en las pruebas a medida que yo las iba haciendo.

  Las piernas me temblaron por los nervios, y las manos me comenzaron a temblar fuertemente también, así que las metí en los bolsillos de la chaqueta.

  Un gran, gran, pero que gran campo de fútbol se extendía frente a nosotras, y en las gradas, todo tipo de colores se juntaban, pero no atisbé a ver ningún espacio en blanco. Tragué saliva.

  Nos fuimos acercando a una carpa que estaba a la entrada, donde había reunidos algunos profesores, pero también algunos alumnos.

  Éstos se fueron cuando entré yo, menos una linda chica algo más alta que yo con el pelo rojo, ojos negros preciosos que parecían brillar de una forma especial. Su sonrisa cálida, incitaba a sonreírle de vuelta, y eso hice.

  Llevaba dos trenzas a los lados con el pelo largo, algo más debajo de donde sus pechos, pero le quedaba adorable con el flequillo recto justo por debajo de las cejas.

  -Srta. Severino –dijo la voz del director, que se había aproximado a nosotras- le presento a la Srta. Green, su compañera de habitación.

  Otro miedo tachado, ya que la chica que estaba frente a mí se veía dulce y simpática, y ahora que me acercaba, podía ver unas cuantas pequitas en sus mofletes. Y sus ojos… no eran negros… por raro que pareciese, sus ojos eran de un hermoso color escarlata.

  -Hola –dijo, alzó una mano- Soy Iara, y tú debes de ser Tisiana, ¿no?

Asentí, estrechando su mano suave y cálida. Le sonreí, y me sonrió de vuelta.

  -Suerte en las pruebas –dijo.

  -Gracias, de verdad.

  -Nada, mujer, además, por el color de tus ojos, dudo que la necesites. Y bueno, ya sabemos que eres nuevo en esto de la magia, y que antes nunca has tenido contacto con las criaturas, así que será fácil, incluso para un bebé.

  Reí por lo bajo, pero agradecida de que Iara me diese tantos ánimos y de una manera que parecía que nos conociésemos de toda la vida.

  -Bueno, ya os veréis luego. Srta. Green –la llamó el Sr. Romero- encárguese de la total comodidad de Tisiana, por favor.

  -Será un gusto –sonrió Iara, volvió su mirada hacia mí y me guiñó un ojo- Nos vemos luego, compi. –Y se marchó con sus coletas botando.

  -Srta. Severino –requirió mi atención el, mi director- será un combate, pero no se preocupe, intentaremos que ninguno de las dos salga muy disparado.

  -¿Contra quién lucharé? –dije.

  -Contra la Srta. Yakira, de último curso de primaria.

  -¿La hermana de Leo? –pregunté sorprendida.

  -Sí, la hermanita del Sr. Royal, ¿la conoce? –preguntó sorprendido.

  -Sí, bueno, la vi cuando estuve aquí por última vez, pero salió corriendo.

 El Sr. Romero rió.

  -Sí, a veces puede ser muy tímida. Pero en cuanto a lucha, es la mejor en su clase, prácticamente decir que la mejor en su curso, por lo tanto la mejor en primaria –dijo orgulloso.

  -Ya, -dije- pero, ¿no es algo pequeña?

  -Bueno, teniendo en cuenta su talento y tu poco tiempo para entrenarte es perfecta –se tocó la barbilla, indeciso a seguir o no. Siguió- e incluso me atrevería a decir que la podría ganar, Srta. Severino.

 Me envaré. Aunque enrojecí hasta la raíz del cabello.

  -Bien –dije- salgamos, pues.

Fuera, había más gentío de lo que esperaba, y las piernas volvieron a flaquearme y las manos a sudar. Montaban un barullo tremendo, y cuando entramos al campo, al principio paró, pero de repente estalló de golpe de nuevo. Me señalaban, me nombraban, me miraban… un escalofrío corrió por mi espalda.

  -Bienvenidos –dijo el Sr. Romero, alzando los brazos. El gentío calló abruptamente- estamos aquí reunidos, como ya sabéis, para las pruebas de afinidad de esta alumna nueva, Tisiana Severino –me señaló, y aplaudieron. Me puse roja, e intenté no mirar a la gente, pero aprecié a Iara, quién me subió el pulgar sonriendo.

  -Su contrincante, nuestra joven Yakira Royal. Además, a ver si así podemos atisbar tu afinidad también, niña –sonrió el Sr. Royal. Yakira, a quien vi al fondo, asintió con la cabeza, pero sus penetrantes ojos azules se veían incluso a distancia. Y éstos me estaban evaluando.

  Mientras yo miraba a Yakira, y ésta de vuelta a mí, el director había dicho unas palabras.

  -Las normas son las de siempre: sólo agua, tierra, fuego o aire. Que empiece el espectáculo. –Levantó con dramatismo los brazos, los bajó, y se esfumó, en serio, literalmente.

  Mis ojos se volvieron a posar en Yakira, quien ya tenía las manos levantadas.

Una enorme bola azul venía de lleno hacia mí, pero me aparté en el último instante.

  La bola impactó cerca de mí, salpicándome a mí y a algunos del público. Me levanté y vi mis pantalones: adiós a ellos, estaban llenos de barro. Alcé la vista. Pelear contra Leo, era una cosa, pero pelear contra una niña, que además era pequeña, que además era la hermana pequeña de mi… de Leo, era mucho para mí. Además, no le quería hacer daño.

  Bufé. ¿Qué hago? No me contesté, porque esta vez la bola verde impactó de lleno contra mi pecho, haciéndome volar por los aires. Caí en las gradas, donde los magos habían creado, justo antes de que cayese, una especie de colchonetas-gradas, por encima de las cabezas del público. Me levanté, parecía una alfombra mágica, sólo que ni se movía ni nada, sólo servía para que ni me golpease contra las gradas y me rompiese algo, ni para matar a algún alumno.

  Salté, y caí al suelo levantando un poco de polvo. Me lo quité de encima, pero no me hizo tampoco mucha falta, ya que una bola de agua se estampó en toda mi cara, empapándome.  Miré a Yakira con los ojos entrecerrados, desde aquí oía su risa.

  Muy bien mocosa, pensé, te toca.

  Alcé las manos, preparándome, pero sentí algo raro, miré a mis pies.

  Oh Oh.


Y en el próximo:

-Es muy raro que le pase esto antes de tiempo -me dijo preocupado (...) -y puede resultar peligroso.

 -¿Peligroso? -le pregunté. Tragué saliva.

(...)

-Incluso -se le quebró la voz- se podría morir si no la atiende alguien de la realeza a tiempo.

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