7 de diciembre de 2009

CAPITULO 23 (primera parte)

HOLA!! Siento el retraso de verdad :( Pero es que tuve visita hoy y ni pude escribir ni nada... Pero aquí les traigo un sabroso capítulo... el cual hay una parte en el final... que MI MÁ!! xD 


PD: Sweet Angel, gracias por los premios, los subo mañana ok?? Perdóname (:

Y se me hizoo TAN TAN largo, que hay dos partes para que no sea un tremendo coñazo. Lo siento de veras, pero era necesario... :D

UN BESOOTE A TOODOS... SHHHH, a leer:

UN gran remolino gris estaba sobre mis pies levantándome del suelo, y tras mirar a una sonriente Yakira, me volvió a lanzar por los aires, pero esta vez al aterrizar encima de la colchoneta, me caí en una grada –gracias a Dios- vacía.

  Un gritito de dolor se me escapó, y levantándome me toqué la espalda. Escuché unas risas a mi lado, y miré. Un grupo de alumnos se reían de mí fracaso, y entre ellos estaba Pamela.

  -¿Qué ye hace tanta gracia, Pamela? –le pregunté.

  -Que una niña de ocho años te gane. –Y rió aún más. Cínicamente, además,

  -Tiene nueve –dije, y salí disparada al campo.

 Ya me había cansado, si la niña no tenía compasión por mí, ¿porqué debería tenerlo yo con ella?

  Yakira levantó nuevamente los brazos, y una enorme serpiente azul se levantó, abriendo las fauces para tragarme, pero yo le respondí con fuego.

  De mis manos una gran bola de fuego fue propulsada hacia la serpiente, luchando, combatiendo, fuego contra agua. Quedó en empate: estalló haciéndonos volar por los aires a Yakira y a mí.

  Me levanté rápido y en mis manos se concentró una gran cantidad del poder de la tierra. Se la tiré.

  Yakira abrió mucho los ojos, y en el último instante, consiguió esquivarla. Pero yo ya le tenía preparada otra. Le impactó de lleno en el pecho y salió por los aires, rebotando en una colchoneta.

  Empezaba a ver el punto débil de los Royal: empezar primero.

  Se recuperó y cayó en el suelo. Con el aire, le lancé de vuelta por los aires, pero la manejé a mi antojo mientras me tiraba bolitas de fuego.

  Cuando la dejé en el suelo, le lancé una bola de agua con la que quedaría aturdida, pero se cubrió creando un fuerte de tierra.

  -Maldición –susurré.

Un gran temblor de tierra hizo que las rodillas se me doblasen y cayese al suelo, levantando polvo. Yakira sonrió, y me lanzó aire y agua combinados creando un color oscuro que se juntó con mi marrón creado por el verde y rojo de mi poder.

  Notaba como mi poder iba cediendo al de Yakira, que como bien había dicho el director, tenía gran potencial. Pero enterré los pies en la tierra para no moverme, rechiné los dientes, e impulsé con más fuerza.

  Y como la última vez, algo se desató en mi interior.

  Sin yo si quiera quererlo los cuatro elementos se juntaron en mis dos manos abiertas, machacando a Yakira debajo de su fuerte que fue destruido haciendo chispas brillantes que hirieron mis ojos, así que paré y aparté la vista.

  Yakira estaba tendida en el suelo, no se levantaba. Miento, se movía, se puso de rodillas… y con una mano extendida lanzó una gran bola hacia arriba de color azul que estalló en lo alto, creando una lluvia fina, que no mojaba sin embargo. ¿Qué?, fue lo que pensé.

  De las gradas, la gente comenzó a aplaudir y a vitorear, por lo que supuse que había sido una especie de bandera blanca. Yakira se había rendido.

  Había ganado yo.

  Había superado las pruebas.

  Fue como si me quitase un gran peso de encima, respiré hondo y sonreí al director que venía a darme la mano. Me la levantó como hacían en las películas a los ganadores, y mirando a todo el mundo, dijo:

  -¡Aquí la ganadora! ¡Tisiana Severino! –las personas allí presentes volvieron a aplaudir con entusiasmo, cuando se escuchó un terrible grito.

  Si no lo viese, no me lo creería. Provenía de la pequeña garganta de Yakira, quien se sostenía con una mano la cabeza y con otra se agarraba el pecho, como si le doliese.

  Cayó de rodillas, y desde la lejanía, la escuchaba jadear.

  -¿Qué? –comencé, y desde luego al director se le había olvidado que me tenía agarrada cuando se decidió desaparecer, para hacerlo frente a Yakira.

  Me soltó y se acachó junto al cuerpo agonizante de Yakira, que sudaba y jadeaba agarrándose el pecho.

  -Yakira –le dijo el director- Yakira, ¿me escuchas?

  Los ojos de Yakira se volteaban y se ponían en blanco. Mis manos volaron hacia mi boca. ¿Qué le pasa?, pensé.

  -Creo que su cuerpo está eligiendo una afinidad –dijo el director, y fue cuando me di cuenta de que dije mis pensamientos en voz alta.

  -¡Yakira! –dijo una voz a mi lado. Leo se acercó a su hermana y la agarró en brazos- Yakira, hermana, ¿me escuchas? –Pero Yakira se la mantenía con convulsiones. La levantó en volandas, y los acompañé hasta la enfermería, donde dijeron que irían.

  Leo dejó a su hermana en una camilla, donde los médicos la atendieron, pero todos decían las  mismas cosas: “su cuerpo cambia” “ya tiene afinidad” “qué raro…”

  Cuando la dejaron en una habitación y pidieron que se le dejase algo de intimidad, Leo fue a una sala de espera, en el cual se sentó en una silla. Yo, que no me había separado de él en ningún momento, me senté a su lado, y le puse una mano temblorosa en su rodilla. Él la cogió con la suya, se la llevó a los labios, la besó y la dejó allí.

  Estaba inquieta. ¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho yo? ¿O no fue mi culpa? Posé mi cabeza en el hombro de Leo, y éste hizo lo mismo con la suya, sólo que la dejó en mi cabeza.

  -Leo –no podía aguantar más- ¿qué ha pasado?

  -El cuerpo de Yakira ha encontrado la afinidad.

  -¿Y siempre pasa eso? ¿Lo de las convulsiones y eso?

  -Sí pero no.

  -¿Y como es eso? –le pregunté sonriendo con sorna.

  -Porque suele pasarle a todos los niños sobre los diez años. Aunque al principio (estoy hablando de unos cuantos siglos atrás) se hacía por separado, cada niño cuando le tocaba, las reinas y reyes se cansaban, así que decidieron, que los niños que cumplían diez años, se les hacía el cambio juntos.

  -¿Qué? ¿Qué pinta la reina en esto?

  -Que sin la reina o rey, los niños pueden morir. Las afinidades también significan el cambio del cuerpo del niño. Hay algo en la magia que hace que el cuerpo, las células del cuerpo más bien, se junten… a ver como te explico, con cada migaja de magia de la afinidad adquirida, por así decirlo, ¿No? Y en el proceso, la magia necesita la presencia de alguien de la realeza, para que así… -se volvió a tocar la frente, pensativo, buscando la palabra- se junten magia con cuerpo.

  -Creo que lo entiendo.

  -Bueno, entonces, los niños que cumplen diez años en el mismo año, pasan una semana con la realeza, a lo que llamamos, Semana Real.

  -Entiendo.

  -En cuanto a las convulsiones, a veces pasa, a mí me pasó, pero son por pocas horas, luego se te calma, pero claro –clavó la vista en sus manos- yo tuve a la reina a mi lado todo el tiempo, y además, yo tenía diez años, no nueve.

  Abracé a Leo. Eso significaba que Yakira no necesitaba un médico, bueno, sí lo necesitaba pero solo para algunas cosas, Yakira lo que en realidad necesitaba era la presencia de la sangre real para que sus hormonas –más o menos ¿no?- que están cambiando se mezclen con las demás células de su cuerpo.

  Pero, ¿dónde vivía la reina? ¿Vendría aquí? ¿Cuánto tiempo podrá soportar el cuerpo de Yakira?

  Creo que me dormí, por que sentí como Leo me sacudía lentamente. De la mano, seguimos a una enfermera que nos llevó a una habitación en la cual estaba tendida Yakira. No tenía todos los cables que se veían en las películas. Lo que sí tenía era un aparato en la nariz ayudarla a respirar.

  Cuando entramos, se despertó poco a poco y le sonrió a Leo, quien se acercó a ella y con la mano que no tenía ocupada, le tocó el pelo y bajó hasta su mentón. Yakira sonrió y apoyó su cabecita en su mano.

  -¿Cómo te sientes? –preguntó Leo. Yakira le miró y pude apreciar que sus ojos se habían tornado de un azul aún más intenso, un azul mar, océano, un azul mágico.

  -Mejor –susurró ella. Miró hacia mí- Eres muy buena. Me alegra haber luchado contra ti, fue un honor… –me sonrojé- …cuñada –mirando las manos entrelazadas de Leo y mías, sonrió.

  -Tú también eres realmente buena, ¿Sabes? Aunque no estuve en esos tiempos, puedo deducir que eres incluso mejor que tu hermano, Yakira –le dije sonriendo al ver que ella también lo hacía y cómo sus ojos relucían de alegría al saber que era mejor que su hermano mayor, aún así miro a este que le dijo:

  -Bueno, eso al parecer es obvio. Eres muy buena, Yakira, mamá estará orgullosa –sonrió.

  -¿Va a venir? –preguntó Yakira.

  -Bueno, no lo sé –me miró una milésima de segundo por el rabillo del ojo- está muy ocupada, pero seguramente sí.

  -Se va a poner muy contenta cuando sepa que tengo la afinidad del agua. Como tú Leo –dijo la pequeña.

  El doctor entró y nos pidió a Leo y a mí que saliésemos.

  -Sí, como yo –respondió de vuelta Leo, dándole un beso a Yakira.

  Una vez cerrada la puerta, el doctor me miró.

  -Ella es mi novia –dijo Leo. Ante la mención de aquel nombre, me estremecí de pies a cabeza, pero fue un estremecimiento de placer- Siga.

  -Como desee, Sr. Royal –carraspeó y alzó la mirada al techo, para volverá a clavar en los ojos azules de Leo seriamente.

  -Bueno, los análisis han resultado positivos ante el Cambio. Su afinidad se está aclarando y ya casi podemos decir cien por ciento seguros que es el agua, pero es tan raro que lo haya hecho a comienzo de curso de los nueve años. Creo que la prueba –me miró- le ha hecho forzarse mucho, confundiendo sus células del Cambio, y su consecuencia es la anticipación de su afinidad.

  El doctor bajó la vista hacia el suelo y frunció el ceño. Pasaron varios minutos y seguía sin decir nada, pero se mordía el labio, queriendo decir algo. Me empecé a impacientar y miré a Leo, que miraba con la vista torturada al doctor, pero sabía que no iba a decir nada, así que tomé yo las riendas.

  -Doctor, ¿hay algo que quiera compartir con nosotros?


Continúa enseguidaaaa con cosas como:

  -Bueno, (...) creo que estaré encantada de ser su… -no me dio tiempo a terminar, porque tiró de mi levantándome y me besó. Me cogió (...) comenzamos a dar vueltas besándonos. 

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