10 de diciembre de 2009

CAPITULO 24

HOLAA!! Dioss... siento la tardanza, pero esta semana me han estado entregando notas... que bueno, no han resultado ser las mejores que he tenido... :S PERO aquí os traigo el capi 24.


 Bien, nota: es MUY poco movidillo, he de admitirlo, no estaba inspirada, pero os prometo subir dos rápidos y chulos, ok??? 

De verdad, perdonad la tardanza. :(  Pero ahora, que vuestros ojos disfruten:  (:

Nos pasamos unas tres horas y media charlando sobre nosotras, como bien había dicho Iara conociéndonos mejor.

  Iara provenía de Irlanda, pero hacía ya seis años que se había mudado con su familia al casarse de nuevo su madre. Tenía dos hermanos mayores: uno que estaba en último curso, y otro que trabajaba con la realeza.

  Como su apellido decía, toda su familia tenía la afinidad de la Tierra, pero por alguna razón, ella había salido con Fuego. Su padre se había muerto cuando tan sólo ella tenía nueve años, y su madre, rota de dolor, había vuelto a encontrar el amor en brazos de un español.

  -Amo a mi madre -me estaba diciendo- de verdad que lo hago, pero después de un año, ya había tenido dos novios, hasta que encontró a Ricardo, el español, con quien se casó.

  También me dijo que se había mudado de Irlanda dos veces: una a Suiza y otra a Egipto, ambos sitios donde aquellos dos novios procedían.

  -Sólo vivimos allí unos cuatro, cinco meses, pero a mi hermano mayor, Roi, le molestó que mi madre superase tan rápido, y con tantos hombres diferentes la muerte de mi padre, por eso cuando terminó el instituto hizo las pruebas para entraren la Guardia Real, y lo consiguió, así que ahora vive en Viena.

  -¿La realeza reside en Viena?

 Iara me miró, alzando una ceja, y asintió.

  -Claro, ¿no lo sabías? -me preguntó. 

  -Pues no, ya te dije que ni hace dos meses que sé de todo esto, Iara.

Ella me miró y bajó la mirada.

  -Bueno, yo pensaba... por tu color de ojos, ya sabes.

 Suspiré exasperada.

  -No soy de la realeza. Mis padres murieron en un accidente de avión cuando yo tenía siete años, no los recuerdo por el impacto que tuvo el accidente en mí, al fin y al cabo fui la única superviviente.

  Iara me miró con los ojos muy abiertos, y sin pronunciar palabra me dijo "lo siento" pero yo me encogí de hombros, y simplemente le dije:

  -Tranquila, no pasa nada, pero no se lo digas a nadie, ¿vale?

  -Vale -sonrió.

  A pesar de lo que había dicho, eran como las tres de la mañana cuando el sueño nos venció, así que al día siguiente, cuando sonó el despertador de Iara seguíamos en su cama con la ropa de ayer.

  Pero los nervios corrían por dentro de mí, y salté de la cama, emocionada.

¡Hoy era mi primer día en este internado!

  -Me ducho yo primero -le dije, cogiendo lo necesario y entrando al baño escuchando una vaga respuesta de ella, un "ajá..." adormilado.

  Mientras me masajeaba el cabello en la ducha, sentía como mi corazón iba a estallar y salir de fuera de mi cuerpo. Realmente quería empezar, conocer a todos mis nuevos compañeros, mis nuevos profesores, las nuevas clases...

  Me alisé la falda mirándome al espejo: Llevaba unos zapatos escolares negros, con unas calzas un poquito más arriba de las rodillas azules marino, la falda gris con finísimas líneas azules que apenas se notaba, con una sudadera azul marino que tenía el escudo en el lado izquierdo, donde estaría el corazón: dos manos abiertas que tenían en medio una esfera brillante que no llegaban a tocar, más se podía atisbar que era el poder.

  Mi cabello mojado caía sobre mis hombros y espalda despeinado cuando salí a despertar a Iara, quien tras luchar para quedarse dormida, accedió a ducharse por fin.

  A diferencia de mi antiguo colegio, no tenía una enorme mochila que pesaba casi igual que yo donde llevaba mis libros, pero pude ver al fondo mi mochila escolar marrón desgastada. La cogí y la abrí: dentro estaba mi estuche, una agenda -la cual nunca antes estuvo allí, así que la cogí y la abrí. Un pequeño papel blanco calló de sus páginas.

  Lo recogí y lo desdoblé, la emoción, los nervios y el miedo oprimieron mi pecho: era mi horario.

  Hoy era viernes, así que miré lo que me tocaba. A primera hora Historia de la Magia. Genial.

  Cuando Iara salió del baño salimos de la habitación, y seguimos el caudal de chicas que iban hacia sus respectivos edificios. Las vampiresas cruzaban por la izquierda, las hadas y centauras seguían recto... nosotros cruzamos a la derecha y tras un largo pasillo volvimos a girar a la derecha para cruzar una pequeña plaza y entrar en el edificio de Hechicería.

  El techo parecía tan lejano a nosotros, me hacía sentir muy pequeña. Todo era de piedra, pero precioso. Iara me guió hasta mi clase de Historia, la cual -gracias a Dios- teníamos juntas.

  El maestro se me presentó como el profesor Drinel y dejó a Iara sentarse conmigo, dejando a una  chica sola.

  Nos pusimos en la última fila y seguimos charlando.

  -A ver, y está Roy que tiene..

  -Tiene veinticinco años. ¿Sabes? Estamos muy orgullosos de él ya que es la persona más joven que ha entrado en la guardia elemental de la reina –me la quedé mirando con cara de ¿WTF?- Ya sabes, la reina, a parte de los guardias con espada y eso, tiene cuatro guardias, uno de cada elemento, y mi hermano representa la Tierra.

  Le sonreí y me sonrió de vuelta, orgullosa de su hermano. El profesor Drinel seguía hablando sobre los siglos XIX y XX, pero mi mente ya estaba divagando.

  Siempre quise un hermano pequeño, no un hermano mayor, si no uno pequeño para tener poder sobre él, pero a la vez mimarlo, cuidarlo… pero claro, nunca lo tuve, aunque Jotapé se convirtió como tal.

  Mi corazón latió dolorosamente al recordar a mi mejor amigo. Tengo que llamarle, pensé.

  Después de unos cuarenta minutos más salimos a la siguiente clase, pero aquí nos sepatábamos: Iara se iba para los establos a hacer hípica, algo extraño pero quese daba aquí. A mí me tocaba Clases Prácticas y después de que Iara me dejase frente a la clase, una oleada de miedo me arrasó. Estaba sola. Tragué saliva y entré.

  La clase aún estaba algo alborotada pero cuando entré hubo unos segundos de silencio. Me acerqué al profesor para entregarle el boletín en el cual decía que iba a clase… o algo así.

  -Buenos días, Srta. Severino, póngase aquí, a mi lado –señaló un sitio cerca de él y me temí lo peor. Reprimí un gemido, tenía una idea de lo que iba a hacer.

  -Chicos, chicos –llamó a la clase, y pude apreciar la estructura de ella misma: era enorme, había unos treinta pupitres  cerca del encerado, pero más atrás el aula seguía, parecía un conjunto de espejos. También era altísima. Guay.

  -Aver –comenzaba a eprder la paciencia, y se cruzó de hombros- ¡Que se sienten! –gritó, y en menos de que cantase un gallo ya estaban todos sentados- Bien, así me gusta –sonrió el profesor, colocó amablemente una mano en mi espalda y me empujó hacia delante- Presentémonos –Me miró y sonrió- Yo soy el profesor Bernardo, pero todos se refieren a mí como Bernie, ¿vale?

  Asentí tímidamente mirando al suelo. Sentía que a por momentos me ruborizaba hasta llegar a las raíces del cabello.

  -Nuestra clase consta de dos horas y media, así que… -se separó de mí y se sentó en la mesa, colocando los pies de manera informal sobre unos papeles en blanco- ¿por qué no te nos presentas?

  Abrí los ojos y clavé la vista en las baldosas blancas con motitas negras. Joder, joder, joder, que mierda, no, no, no me repetía una y otra vez. Se escucharon toses y susurros, así que respiré profundamente y dije:

  -Hola. Me llamo Tisiana Severino. Tengo dieciséis años –si mi intención era decirlo en un texto seguido con voz alta y clara, me salió todo al contrario: frases cortas y susurros bajos e inseguros- Eee, aún no me han comunicado mi especialidad… no sé… nací en Italia y bueno –me quedé en blanco y alzé la vista. Ojos verdes, azules, grises, rojos, castaños… que tenían la misma sonrisa de ¿y ésta de dónde salió?- ¿Alguna pregunta? –me atreví a decir.

  Conté siete manos levantadas.

  -¿Sí? –señalé a una chica morena con ojos verdes con pinta de gótica que estaba en primera fila.

  -¿Por qué nunca has venido antes? Digo, nos quedan poco menos de dos años para terminar, ¿por qué molestarse? –preguntó a lo que siguieron varios murmullos de afirmación.

  -Bueno, nunca antes tuve información sobre la magia… y, bueno, se me pidió el venir peroe estoy segura de que se lo habrían dicho a cualquiera en las mismas condiciones.

  -¿Por qué no sabías nada sobre la magia? –preguntó otro.

  -Sí, eso, eso –corroboraron todos.

  -Bueno –apreté los puños y los volví a soltar, nerviosa- No me siento… cómoda hablando sobre el tema.

  -¿Es cierto que eres de la realeza?

  -¡Eso no puede ser! ¡Está prohibido! –empezó un debate sobre si era o no de la realeza y la trición de los reyes. Miré al profesor en busca de ayuda, quien con compasión me la devolvió y se levantó.

  -Bien, ya está. Anda Tisiana, siéntate allí –señaló un pupitre en la penúltima fila, al lado de la chica gótica.

  -Hola, soy Amelia –se presentó.

  -Tisiana –respondí.

  -Pobre tú, ¿Sabes? Esos ojos te van a traer muchos problemas –dijo mirándose as uñas.

  Clavé la vista en la mesa y sentí como las lágrimas inundaban mis ojos, pero gracias a Dios no cayeron.

  -Qué me vas a contar.

   Mi primer día de internado había comenzado, y ya tenía ganas de que terminase. Gracias a Dios, sonó la campana y salí de última. Había mirado mi horario y ahora nos tocaba un descansillo de treinta minutos. Miré a los lados y vi a lo largo de los pasillos mucha, mucha gente reunida, y la fuerza me llevó así que como una ola, me dejé ir.

  A mi izquierda se veía la pequeña plaza con un recuadro verde y columnas, a mi derecha puertas de las cuales salían más y más personas.

  Seis clases más allá una mano me agarró y tiró de mí, tropecé y los fuertes brazos de Leo me recogieron.

  -No caigas –me dijo en broma. Le miré enfadada, y cuando se inclinó hacia mí, le di la espalda, buscando a alguna cara conocida, vamos a Iara. La encontré: estaba detrás de una columna a mi diagonal arriba de un centauro, de Mauricio en concreto.

  -¡Iara! ¡Iara! –la llamé. Tras varios intentos me miró, y con señas le dije para que viniese. Tras luchar con la marea de gente, llegó junto a nosotros y entramos en la clase que estaba a nuestras espaldas.

  Estaban dos chicos que yo ya había conocido: Andrew y Derek. Pero había un ¿Vampiro? Y creo que a juzgar por su levísimo color verde, un hada o duende o…

  -Bien, chicos, os presento a Tisiana –me señaló a Derek con sus ojos color verdes por su elemento, a Andrew grises por el Aire quienes me sonrieron- Derek y Andrew, que ya les conoces, y éste de aquí es Olren –señañló al vampiro- y éste otro Insua.

 Ambos asintieron y se me quedaron mirando. Soporté su mirada sin pestañear como ellos soportaron la mía.

 Olren tenía el pelo platino, boca grande y rosa chicle con ojos marrón verdosos, que como el diretor, les bordeaba un aro de color rojo.

  Insua, a parte de su ligero tono verdoso de piel, y sus grandes y negros ojos que parecían agujeros sin hondo y su pelo azul eléctrico, parecía un chico normal y todo. Llevaba el uniforme de chicos: pantalón marrón claro con la sudadera azul marino… sólo que llevaba una camisa por fuera, lo que le daba un toque informal, y unas chulísimas zapatillas de deportes, tenía estilo, sí señor.

  Les presenté a Iara –la oz en susurro- y después los chicos comenzaron a hablar, por lo que Iara me llevó a un rinconcito y en un susurro rápido me dijo.

  -¡Dios, que puta suerte tienes, chica! –al ver mi cara de interrogante, siguió- Leo Royal es tu novio, tía, llevo enamorada de él desde tercero de primara que fue cuando llegó aquí él. Pero ya sabes, el siempre iba a por la de más nivel que yo, aunque me la sopla, también –rió- Fue un amor platónico. –Hizo una pausa en la que miró algo, alguien detrñas de mí y con una sonrisa pícara añadió- Pero ya que el Sr. Bombón está ocupado, su amigo Andrew no está nada mal, ¿eh? –Me miró de vuelta, poniendo morritos- Ayúdame a conquistarlo anda, porfa porfa, di que sí.

  -¿Yo? –salté- ¿Y cómo quieres que te ayude? –Negué con la cabeza- Ni hablar.

  -Jo, tía, no es justo, yo también quiero novio. –Se cruzó de brazos y con sus trencitas mal hechas (por haberlas peinado en clase de mates a causa del aburrimiento) me parecía una niña pequeña. Suspiré.

  -Lo intentaremos –le dije.

  -Yupi –comenzó a dar saltitos a mi alrededor cuando sonó el timbre.

  -Jo, que rápido pasa el tiempo, ¿verdad? –dijo Iara-

  -Desde luego –una mano me cogió por la cintura. Sentí su aliento en mi nuca- Hace un momento estabas a mi lado, te dejo sola, y te raptaron.

  Giré mi rostro hacia él y le di un beso rápido. Leo no me dejó ir, me cogió de la nuca y me pegó más a él, pero cuando sentí el peso de la mirada de los demás, me puse roja y le aparté.

  -Bueno, ¿qué te toca? –dijo Iara para romper el silencio incómodo que se había creado.

  -Eesto… -consulté mi horario- M. M. ¿Qué es eso?

  -Mundo de los Mundanos –dijo Insua. Su acento era extraño, parecía inglés- En esa asignatura nos enseñan a vivir en el mundo de los humanos Sin Magia. Sus costumbres, religiones, etc. Ya sabes, todo eso.

  -Ah –no me esperaba que hablase conmigo, pues después de la presentación casi ni me miraron.

  -¿Qué pasa allí? –preguntó Leo, quien estaba alzando la cabeza para ver donde un gran estanque de gente se había quedado parada.

  -Esperen –dijo Olren y desapareció como una manchita borrosa. Conté cinco y ya estaba de vuelta- Hay un enorme carruaje allí. Bueno, en realidad hay dos: Uno blanco y otro negro –me lanzó una mirada fugaz que me hizo preguntar si me la había imaginado- Creo que en el blanco va alguien de la realeza.

  Esta bien, no me lo había imaginado.



Y en el siguiente capítulo:

  Tenía los mismos ojos que yo, sólo que (...) tenían ese aire de superioridad que sólo alguien noble puede tener. Su caminar era seguro y miraba hacia nosotros asintiendo con la cabeza y sonriendo a algunas personas (...) Nuestra diferencia era el pelo, (...) lo tenía castaño muy claro.

  A sus espaldas iban sus guardias elementales, al que el que iba a la derecha, se le tiró alguien encima. (...) No lo dudé y fui tras de ella, cuando veía las manos levantadas, se escuchó.

  -¡Alto! -su voz era baja pero autoritaria. Todo el mundo paró. Se acercó a mí y ...


uooo!! Y QUÉ??? tananananana, TENSIÓOON jajaja, xD, vuelvo a pedir perdón por el retraso, miles de besos(:



nati

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