17 de febrero de 2010

CAPITULO 37

Mis niñññas hermooosas(L) aqui os traigo PORFIN el capitulo 37, después de descargarme ciento siete programas xd TODO, para que ustedes puedan disfrutar de mi historia, taaanto coomo yo disfruto escribiendo.


Un beso.

CAÍ de rodillas al suelo. Me tapé la cara con ambas manos, pero aún así las lágrimas resbalaban por las mejillas. No podía estar pasando, la reina, ¿mi madre? Pero mi mente ya me estaba contradiciendo... al fin y al cabo no se podía mentir en una Visión.
Sentí a la reina arrodillarse a mi lado. Puso una mano en mi hombro, y tras un poco de fuerza, me atrajo a su pecho, que olía a rosas.
Me daba vergüenza, mucha en realidad, llorar de aquella manera. Pero, aún cuando sabía que el futuro del reino Mágico estaba en mis manos, en aquellas horribles profecías que decían tanto sobre mí, por encima de eso, lloraba de dolor por las mentiras y por una sensación de abandono.
¿Por qué la reina Claudia, había permitido tal cosa? ¿Por qué había permitido que nos separasen? ¿Por qué dejó que yo fuese olvidada en un orfanato cualquiera durante nueve años... sufriendo todos y cada uno de los días? ¿Por qué?
-Tisiana...yo -dijo la reina.
Me separé de ella secándome las lágrimas, respiré hondo y le miré a los ojos.
-¿Ma...dre? -pregunté. La mujer respiró hondo profundamente y me abrazó. Su pecho se movía rápidamente dejando escapar algunos sollozos.
-Hija mía, no sabes cuánto lo siento, nunca quise... nunca quise que nos separasen, pero el Consejo toma también muchas decisiones, decisiones que nosotros los reyes debemos mayoritariamente obedecer. -Claudia se separó y me miró a los ojos, sacándome las lágrimas que había en mis mejillas.
-No hubo un día en que no pensase en ti, mi dulce princesa. Pero teníamos que mantener este secreto, teníamos que salvar al héroe que nos sacaría de esta pesadilla... y entonces te mandamos a la Tierra Mundana, pero yo no te quería lejos de mí y quería que estuvieses en buenas manos, así que le hablé a mi amiga Eugenia, tu madrina, que hacía poco se había casado con Manuel, ambos de la afinidad Agua, y estaban encantados con tenerte con ellos.
>>Así que todo se arregló, se te cambió el apellido, la nacionalidad...todo, así que pasaste a ser Tisiana Severino, hija de Eugenia y Manuel Severino. Pero mi buena amiga sabía lo mucho que yo te adoraba así que, cada cumpleaños, cada actuación del colegio... me mandaban fotos sobre ti. La primera vez que conseguiste hacer un hechizo, a tus tres años... -a la reina le brillaron los ojos, perdidos en el pasado- hasta que en unas vacaciones de verano, cuando tenías nueve años, el avión se cayó.
>>Para los mundanos había sido un terrible accidente que costó las vidas de todos los pasajeros -Claudia bajó la mirada a sus manos, triste por aquel desagradable recuerdo- pero para nosotros, las criaturas mágicas, había sido un ataque de magia negra, y cuando me enteré... -una lágrima resbaló por su mejilla. Me encogí ante aquella tímida gota de agua salada- me volví loca. Sabía que mi pequeña iba en aquel avión, así que eso significaba que el Señor Oscuro te había detectado. Encontramos el cadáver de Manuel y a una mortalmente herida Eugenia pero no había rastro de ti.
Cerré los ojos, intentando recordar el accidente, pero las mismas imágenes se mostraron ante mí: todo estaba patas arriba, me dolía mucho la mano, y gateando llegué hasta el cuerpo de mi madre... luego todo era borroso para recordar la fragancia de frutas de mi madre que me abrazaba... y... todo volvía a ponerse oscuro. Después había despertado en el hospital Juan Canalejo de Madrid, asustada...y sola.
Agité la cabeza intentando olvidar aquellos recuerdos.

-Todo este tiempo... -comencé susurrando- he tenido una familia, una… madre y me hicieron pensar que estaba sola… -y sin más, rompí a llorar, pero esta vez me levanté y me separé de la reina.

  -¿Tú sufriste porque no me encontrabas? ¡Por lo menos sabía que existía! Seguramente ni me buscasteis -entrecerré los ojos y me abracé.

  -Tisiana… yo -la reina se acercó a mí, pero por cada paso que daba, yo me alejaba.

  Alzó los brazos, rindiéndose, pero se sentó en la cama. Levantó la vista, y la clavó en mí, muy seria.

  -No quiero que pienses, ni por un segundo que no te buscamos. Pero nos fue imposible encontrarte, mas cuando Eugenia me contó que estabas viva yo… te quería encontrar -pestañeó varias veces pero las lágrimas escaparon- te lo juro, pero -volvió a mirarme, y me sentí incómoda cuando la vi así, peor no hice nada- sin el Talismán Real era imposible, porque Eugenia, cuando te entregamos a ella te puso un hechizo encima, uno protector, uno que solo ella podría romper o utilizar en nuestro favor, al menos que muriese, en ese caso se rompería. Pero Eugenia sobrevivió al accidente de avión, pero quedó tan gravemente herida que en dos meses tan sólo pudo decirme una palabra.

  Asentí, recordando la visión.

  -Así que sólo pude rezar a los dioses que el destino nos juntase, porque así estaba escrito al fin y al cabo, y por una vez, me alegraba de las profecías.

  Poco a poco me acerqué a ella, un sentimiento enorme había aparecido en mi interior. Me mordí el labio inferior.

  -Tisiana no sabes cuánto lo siento, el haber estado quince años separada de ti… pero no me arrepiento -terminó de acortar la distancia entre ellas hasta quedar a tan solo unos centímetros -porque de haberte quedado conmigo, habrías muerto.

  Y la abracé. Algo de lo que había dicho no cuadraba, pero cuando la abracé, tardó en corresponderme, pero cuando lo hizo, sentí que algo se cerraba en mi interior, una pieza del puzzle que por fin encajaba.

  -Oh… mamá -dije en un susurro contenido. La reina se separó de mi, pero mantuvo  sus manos sobre mis hombros, sonriendo.

  Y en eso recordé algo que la reina había dicho, y no tenía sentido.

  -Yo tenía diez años cuando lo del accidente, Claudia -fingí no haber visto la sombra que cruzó el rostro de la reina cuando dije su nombre- no nueve.

 La reina se mordió el labio inferior.

  -Y también - fruncí el ceño- tengo dieciséis, casi diecisiete -medio sonreí- pasaron ya más de quince años desde que nos separamos.

  -Oh -dijo la reina- claro, no… no te lo contaron.

Me llevó hasta la cama. Sentí mi corazón contraerse. ¿Qué no me habían contado? ¿Quién?

   -Esto fue otra cosa que Eugenia hizo para protegerte, cielo -mi… madre me acarició la cara- Siempre fuiste un bebé enorme, y una chica alta y madura -dijo- así que a Eugenia le fue fácil cambiar tus años -abrí mucho los ojos, sorprendida- cumplirás el diecisiete de mayo -asintió- pero no cumplirás diecisiete, sino dieciséis -automáticamente mi mano tapó mi boca.

 ¿Qué? ¿Tenía un año menos de lo que en realidad tenía? El alma se me cayó a los pies. Así que tenía quince, casi dieciséis.

  Mi mirada estaba desenfocada, mirando a ninguna parte.

  -Todo fue para protegerte, vida -dijo la reina.

La puerta se abrió de golpe, y entró un soldado, respirando agitadamente.

  -Mi señora -vaciló al ver a Tisiana- y señorita, me han mandado urgentemente a avisarles de que deben subir al piso de arriba lo más rápido posible.

  La reina enarcó una ceja, y el soldado, tras tragar saliva, desembuchó lo que tenía en mente.

  -Ya todos saben sobre la heredera del trono, y Antón ha venido a verla.

Miré a mi madre, asustada, pero ella sólo sonrió y asintió.

  -Enseguida nos encontraremos ahí.

El muchacho se inclinó ligeramente, y salió tan abruptamente como había entrado.

  -Ya todos los saben -dije, como una idiota. Entonces, agarré las manos de mi madre, asustada- Oh, Dios, ¿Sabes lo que pueden hacerte por haber roto la ley de sólo un hijo? -susurré.

  Las piernas me comenzaron a temblar recordando la voz de mi director, cuando dijo que la reina sería castigada. Aquel castigo podía ser la muerte, y no estaba dispuesta a perder a su madre cuando la había recuperado.

  -La ley de sólo un hijo -dijo, riendo por mi forma de expresarme ante aquella ley- no tiene valor conmigo. El Consejo lo aceptó.

  Nos levantamos, y la reina se colocó detrás de mí. No pude evitar ruborizarme cuando me ayudó a abrocharme bien el sujetador, me peinó un poco, y me dejó el fular amarillo que llevaba, para cubrir los ardientes besos de Leo.

  -Ahora eres una princesa, Tisiana -dijo, caminando hacia la puerta- y eres heredera. A partir de ahora todos te mirarán y te tratarán con respeto. Por lo que mínimo, devuélveles eso.

  Abrió la puerta, y cabizbaja y roja de vergüenza la seguí.

  Subimos las escaleras lentamente, ya que yo me estaba arreglado un poco. Pero por fin conseguimos llegar al piso de arriba.

  La gente inclinaba la cabeza cuando pasábamos y no se atrevían a mirarme a los ojos.

  Curioso, pensé. ¿Cómo habrían sabido mi “posición” tan rápido? Como quien quiere responderme, escuché a un señor maldecir. Mi mirada se posó en un hombrecito que caminaba hacia mí.

  -¿Pero qué cuesta dejar dormir a un pobre hombre de seiscientos años un día, eh? Si ni siquiera me respetan cuando digo que la princesa debe quedarse dentro de su celda-enfermería.

  El Sr. Muñoz se puso detrás de mí. Le di una radiante sonrisa, y éste, en respuesta, me guiñó uno de sus ojos rojos.

  Llegamos a una estancia enorme donde se encontraban todos mis amigos, y no dudé en ir y abrazarles.

  -¡Tisiana! -dijo Iara en mis brazos- Oh Dios mío, cuánto, me alegro de saber que estás bien. No sabes lo preocupados que estábamos por ti.

  -Yo también te eché de menos, Iri -dije, sonriendo- Y sé que tu también me echaste en falta, Insua -dije levantando la mirada hacia él. Éste respondió con una sonrisa y una inclinación de cabeza.

  -Te quiero -me dijo alguien en mi oído- ¿lo sabía… alteza?

Como en una nube, me zafé de Iara para terminar sonriendo como una boba a Leo. Pero, en menos de dos horas, casi me acuesto con él y me había dicho más de cinco veces te quiero. O por ahí. Eso era mucho para mí.

  -Y yo -dije. Leo me sonrió de vuelta, pero la alegría no le llegó a los ojos. Fruncí el ceño, intrigada. Desde que había aparecido en mi habitación esta mañana, se comportaba de manera extraña, a parte de apasionada.

  La reina tosió, acaparando mi atención, y con un encogimiento de hombros le resté importancia al comportamiento de Leo.

  Un hombre de aspecto benevolente se paraba al lado de la reina. Debía ser media palma más alto que ella, y su mirada de ojos cálidos estaba dirigida a mí.

  Poco a poco, terminé de acercarme a él. Cuando paré, él inclinó la cabeza a modo de saludo y yo le correspondí de la misma manera.

  -Princesa Tisiana, es un placer y todo un honor volver a verla -clavó su mirada en mí-. No creo que me recuerde, pero soy Antón, consejero de su madre, la reina Claudia, y también soy miembro del Consejo, que se ocupó de su seguridad…

  -Alejándome de ella -interrumpí- Sí, sé quién eres, Antón.

El aludido abrió mucho los ojos en mi dirección, para luego entrecerrarlos mirando a la reina. Era muy probable que estuviesen manteniendo una conversación telepáticamente. Posiblemente una discusión.

  Antón abrió la boca para contestar, pero una explosión se lo impidió. Caí al suelo, gritando, y por unos diez segundos, quedándome sorda. Todo pasó muy lento a partir de ahí. Vagamente escuchaba gritos de terror, y percibía magia negra, no pregunten cómo lo sabía. Pero un dolor mucho más cercano requería mi atención. Toda mi pierna derecha estaba bajo unos escombros, y fue inútil intentar levantarla yo sola.

  -Qué bien huele, majestad -dijo una voz grave - ¿No es así?

Aquella voz me resultaba desconocida a la par de familiar. Aparté unas piedras para poder ver a mi madre, que estaba tirada en el suelo mirando a un hombre que estaba de pie de espaldas a mí. Su mirada fue hacia mí tan sólo por una milésima de segundo. Pero entendí el mensaje. Me escondí un poco más, pero sin dejar de ver.

  -Me huele a… -comenzó a moverse alrededor de ella- venganza. Magia negra. Libertad.

  -Así que eres descendiente del Señor Oscuro -dijo la reina con infinito valor.

  -Así es, pero ya que tú eres descendiente de un rey -se cortó- bueno, tú no, pero nuestro rey Ricardo es descendiente de un rey, y sigue siendo llamado rey, creo que preferiría que me llamases Señor Oscuro.

  La reina enarcó una ceja, pero no dijo nada.

  -Pero mi venganza no es asustaros, majestad -dijo con ironía- Esto -señaló la estancia, destruida por la explosión- es solo parte de mi plan, pero es muy importante, porque me voy a llevar la llave. Mi clave.

  Pude ver como se agachaba y miraba a la reina. El perfil de aquel hombre no me decía nada.

  -Me voy a llevar a su hija.

  Con un grito ahogado, cubrí mi boca, pero otras manos más fuertes me ayudaron a tranquilizar el temblor de las mías propias.

  -Pase lo que pase, Tisiana, no digas nada -dijo con un hilo de voz Leo, detrás de mí.

  A cuclillas se colocó a mi lado, para ver mejor la escena que estaba ocurriendo.

  -Pareces sorprendida de que sepa lo de tu hija, pero las noticias vuelan, y llevo buscándola diez años, casi. Esta vez ningún Talismán y ningún hechizo me lo prohibirá -agarró a mi madre por los pelos, y esta gritó de dolor.

  -¡Mamá! -dije, pero Leo me agarró del brazo y pidió silencio. Después negó con la cabeza.

  -… No te doy más -iba diciendo el Señor Oscuro a grito pelado- Quiero que salgas, adorable princesita a la de tres.

  -Una… -miré a Leo, asustada, pero el siguió negando con la cabeza.

  -O tu madre recién recuperada -una bola negra de magia apareció en su mano, e intentó dañar a la reina, que gimió- muere.

  Leo me agarró de las dos manos, y me miró a los ojos.

  Seguramente, mi cara estaría tan sucia y llena de polvo como la suya, y seguramente mis ojos también destacarían tanto como los suyos.

  -Dos… -sentí rodas por mis mejillas, lágrimas calientes.

  -Leo… -quise decir, pero este cerró los ojos, y allí mismo, me plantó un beso apasionado, fuerte, furioso, pero hermoso a su manera.

 Entonces, pegó su frente a la mía, y con el ceño fruncido y la vista clavada a la mía, dijo.

  -Recuerda que te quiero.

  -¡Tres! -gritó el Señor Oscuro.

  Leo se levantó de un salto.

  -¡Eh! -dijo.

El hombre giró la cabeza en nuestra dirección, y me dejé caer cuan larga era -que no era  mucho- para que no me viese. Desde esa perspectiva, sólo podía ver a Leo.

  Tenía los puños apretados y el ceño fruncido. Con paso decidido pero lento, caminó en dirección del hombre.

  -¿Ahora sale un valiente chico en nombre de la princesita? -dijo el Señor Oscuro con sorna- ¡Vamos, Tisiana, sé fuerte por una vez en  tu vida!

  Sentí un horrible escalofrío cuando dijo mi nombre. Cerré los ojos con fuerza, y me levanté tambaleante, solo para ver los movimientos de Leo.

  Este estaba a unos centímetros de el Señor Oscuro, que miró para una puerta, como oyendo algo, volvió a mirar a Leo, a la reina, y una mirada a la estancia.

  Suspiró sonoramente.

  -Me voy, altezas, pero regresaré. O más bien nos encontraremos.

  Soltó a mi madre, y respiré aliviada.

  -Dentro de tres días, ya te mandaré donde en tus sueños -me quedé petrificada.¿Mis… sueños?- Pero para asegurarme de que vendrás -dijo. Levanté la cabeza, temiendo lo peor.

  Cogió por el antebrazo a Leo.

  -Me llevo al novio.

Y dicho esto, desapareció.

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