17 de enero de 2010

CAPITULO 31

Hola!!! POR FIN ! jajajja, aquí está EL CAP 31.  Siento la demora:(  No me odiéis.


Y voy a tardar en poner el próximo, porque veréis, puede que no os interese mi vida, si es así, sáltate este párrafo, pero sino, mira: el jueves tengo un concurso de canto, y mañana lunes voy a casa de una amiga a terminar la coreografía de la canción. El martes escribiré pero el miércoles tengo examen y tengo que sacar muy buena nota si quiero ver el ordenador otra vez xP Y luego el jueves... el concurso!! :P jajaja Y bueno, el viernes ya terminaré.
Si queréis luego pongo más info(: 

Y ahora sin más preámbulos, el capítulo 31 de Abriendo los Ojos :D


 

  -DAMAS y caballeros, les habla el piloto, por favor, quédense en sus asientos, abróchense sus cinturones que en cinco minutos comenzaremos el aterrizaje en el aeropuerto de Viena Schwechat (VIE). Gracias.

  Riendo, cada uno se puso en sus asientos correspondientes. Nada más despegar, Iara y yo nos dormimos, yo todavía agarrada a la mano de Insua.

  A la media hora unas turbulencias nos despertaron y aunque no lo admití, por dentro sólo quería cerrar los ojos e intentar desaparecer, pero me aguanté y jugamos cartas, abusamos de las azafatas –jeje, hay que admitirlo- y nos trataron como reyes. Los últimos minutos nos dejamos caer en cualquier asiento y nos pusimos a pensar cada uno en lo suyo.

   Estábamos empezando noviembre, por lo que haría mucho frío en Viena, más yo no llevaba ropa de abrigo, casi que ni llevaba ropa, pero Insua me dijo que no me preocupase ya que allí compraríamos más. También Leo estuvo presente en mi mente porque él estaba en Viena, así que lo más probable era que nos viésemos, algo que me alegraba muchísimo.

  Luego estaba la reina, porque aún estando convencida de que todo lo que mis amigos –y profesor de la escuela- creían, ella no era mi madre. La recordaba, vagamente, pero lo hacía.

  Era rubia, pero un tono oscuro con una cara blanca y suave, siempre sonriente aunque con una mirada de atención a todas horas, mientras la reina tenía el pelo oscuro y su voz era dura e imponía, en cambio, según recordaba la de mi madre era suave, dulce… maternal.

  Pero tenía miedo de todas maneras. Mis ojos… eran casualidad pero ¿me iban a creer? Entonces, comencé a pensar en lo que podrían hacerme y me preocupé: ¿me meterían en un calabozo por fraude y jamás vería la luz solar otra vez?

  La voz del capitán me sobresaltó y tras un hondo suspiro me fui a mi asiento, me puse el cinturón y esperé al aterrizaje.

  Llegó con una sacudida y luego el sonido de los frenos y la ligera inclinación del las cabezas por la inercia.

Nos miramos todos emocionados por la llegada, pero nadie dijo nada. Se produjo un extraño e incómodo silencio.

Y en silencio bajamos del avión y tras el control y demás, salimos al frío de Viena. Insua sacó una sudadera verde que iban con sus converse, Insua una roja, y yo me saqué la negra de toda la vida.

  Miramos alrededor en silencio: caras alegres por ver de nuevo a sus familiares, besos entre amantes y abrazos para los padres que vuelven por fin. Manos formalmente estrechadas, solitarios que llegan a casa, y turistas, que como nosotros, estaban fuera al frío, esperando.

Nuestro silencio se hacía cada vez más desconcertante, y se notaba las ganas de romperlo en el ambiente, más nadie sabía que decir, hasta que Insua dijo lo que en realidad pensábamos con alivio.

  -Llegamos. –Todos respiramos pesadamente, pero pronto me tensé.

  -¿Y ahora qué? –dije.

Coches llenos de sonrientes personas pasaban frente a nosotros, y taxis se iban con mundanos y criaturas mágicas.

  -A palacio –dijo Iara cargando con su mochila y yendo hacia un taxi.

Insua y yo nos miramos, me encogí de hombros y seguí a Iara con Insua detrás de mí.

   El taxi que estaba delante no era mágico por lo que no nos montamos. No lo sabía hasta que le grité a Iara que por qué no nos habíamos montado en el taxi anterior que aquí hacía mucho frío, y ella me miró a los ojos y susurró:

  -No tiene la marca mágica.

  -¿La qué? –dije.

  -Ya sabes, cuando algo mundano también te puede transportar, vender… algo mágico, tienen una marca. Es una especie de pegatina verde fácil de ver si sabes que está ahí. En los taxis que te pueden lugares mágicos lo tienen en la puerta del copiloto, y pasaremos frío hasta que no venga uno con una pegatina.

  Miré a Insua, esperando su respuesta, pero él sólo se encogió de hombros y adoptó pose de espera. Yo me crucé de hombros.

  -Genial –y pasamos frío hasta que un maldito taxi paró frente a nosotros con una pegatina verde, y entramos.

  El taxista nos habló en un idioma extraño.

  -No sabemos alemán –dijo Iara- pero si nos puedes llevar a Palacio se lo agradeceríamos.

  -Como si él supiese hablar español –bufé.

  -Pues claro que sé –dijo el conductor, y sonó ¿ofendido?

  -Perdónele, señor, es nueva. Bueno, ¿nos vamos? –dijo Iara.

Insua miró a la ventana sonriendo con sorna.

  -¿Y ahora qué? –dije roja de vergüenza.

  -Recuerda que España es sinónimo de realeza para las criaturas. Es una de las Capitales Reales de los Cinco.

  -¿Los qué? –dije. Mi cabeza empezaba a dolerme con tanta información nueva.

  -Novata –se burló el conductor.

  -¡Eh! –dije yo.

El coche paró en un semáforo y el conductor miró para atrás. Solté un grito.

  -¿Qué? ¿Nunca has visto a un cíclope? –el señor me miraba fijamente a mis ojos y yo… al suyo.

  -Yo… -bajé la mirada roja de vergüenza- no, la verdad.

  -Aquí te vas a encontrar a mucha criatura extraña, chica, y te aconsejo que no les grites porque algunos pueden tortúrate sin importarles que seas nueva en esto.

  Alcé la mirada.

  -Lo siento.

  -No… -el señor se quedó con la “p” en la boca- ¡Por la gloria de Bartolo! Mi Majestad, cuánto siento esta escenita, por supuesto que nadie le va a hacer nada…

  -No soy de la realeza, todo esto es una extraña coincidencia, ¿vale?

   Cargué mi mirada en su ojo lo que más pude, y por primera vez en mi vida logré que alguien bajase la mirada antes que yo.

  El resto del camino fuimos en silencio, cuando llegamos al frente de Palacio, y antes de bajar escuché a Iara:

  -Tome, por su silencio.

Cuando el taxi se alejaba, le miré interrogante.

  -Le soborné por su silencio, ya sabes, si se entera la gente de que alguien de la realeza está por aquí… nos la cargamos.

  Un nudo en la garganta me impidió tragar, y la mente viajó a los calabozos. Sacudí la cabeza.

  -Bueno –dijo Insua- ¿Cuál es tu plan ahora, Iara? ¿Cómo piensas ver a tu hermano herido? 

  Iara entrecerró los ojos, herida, pero contestó.

  -Vamos a Palacio, y preguntaremos por mi hermano.

  -Ya, claro, y te van a decir donde está un guardia Elemental…

  -Es mi hermano

  -… que acaba de ser fuertemente herido por salvar la vida de nuestra reina –finalizó Insua.

Ella suspiró y bajó la cabeza, y yo le seguí ya que Insua tenía razón.

  De pronto Iara alzó con mucha energía la cabeza, sonriente.

  -Sobornaremos a alguien.

  -¿Siempre vas por ahí sobornando gente? –Dije atónita- ¿Con qué piensas pagar tu parte del hotel?

  -Pues con dinero, pero primero lo primero –miró alrededor buscando alguien- hay que encontrar alguien lo suficientemente idiota que se deje sobornar y lo suficientemente listo para conseguir la información –señaló a un musculitos que caminaba por la acera de enfrente- Ése es perfecto –y fue tras él.

  Me giré hacia Insua.

  -Está forrada. –Resumió él- Nuestro internado es muy famoso, en el mundo mágico, claro. Es más, te podría decir que es el mejor en estudios –alzó una mano estirada- cinco estrellas, Tis, es muy caro.

  -Y ahora qué voy a hacer –me quejé- Soy miserablemente pobre.

  -Pero tú eres especial –sonrió Insua.

  -Sí, bueno, espero que los sábados ayuden.

  -¿Los sábados?

  -Sí –asentí- los sábados curro por la mañana.

  -Qué coñazo, ¿no? –dijo Insua.

Aparté la vista de Iara y la clavé en los ojos negros de Insua. Me empecé a reír por la extraña conversación que acabábamos de tener, e Insua no tardó en acompañarme.

  -Chicos –Iara se acercó con el musculitos a su lado. Llevaba una camiseta ceñida al cuerpo, y su pelo corto negro resaltaba en su blanquecina piel.- Os presento a Enol, él será quien nos dé el número de la habitación de Roi.

  Enol sonrió y estrechó la mano de Insua.

  -Insua –dijo éste a modo de saludo.

  -Enol –asintió, luego pasó sus ojos verdes a los míos, cogió mi mano derecha y la subió hasta posar sus finos labios en ella. Su tacto era frío, pero placentero y aunque enrojecí fijé mi mirada en la suya rodeada por una circunferencia roja- ¿Y usted, bella majestad?

  -S-s-soy Tisiana –tartamudeé- Y lo de majestad sobra.

 Enol bajó mi mano, mas no la soltó.

  -Como guste.

Insua tosió y Iara miró para otra parte. Sacudí mi cabeza quitando mi mano del suave tacto del vampiro y tras mirar a Iara, que era nuestra guía, la seguí hasta nuestro destino, creando espacio entre Enol y yo.

   Ante nosotros estaba la majestuosidad de una iglesia de los siglos primeros, con una estructura hermosa a toda regla que se veía delicado como el pétalo de una flor.

  El viento soplaba frío y fuerte, nos abrigamos más y tras Enol, entramos.

Por el camino, Iara me explicó un poco más sobre nuestra historia, contándome que aunque estando en otro país donde el idioma era el alemán, para todos los europeos era obligatorio saber el español casi tan bien como su lengua materna, ya que España era Capital Real.

  Había cinco Capitales Reales, uno por cada continente: Asia, Europa, América, África y Oceanía. En Asia, la capital era Tailandia, la capital de Europa es España, en África es Marruecos y en Oceanía Hawái.

  América se había dividido en tres: América del Norte, Central y del Sur. Cada uno tenía sus respectivas capitales: América del Norte tenía a Estados Unidos, América Central a México y América del Sur a Chile, pero en los Cinco, Estados Unidos representaba a América.

  Cada uno de los Cinco tenía sus reyes, por lo que había cinco familias reales, más también había duques y demás cosas, como antiguamente. Y cómo no, entre las cinco familias, una tiene que destacar en el ámbito de poder, y por más antigua, es España.

   Así que, los europeos tenían que saber mínimo dos idiomas por este orden: la lengua materna y español a la perfección, más algún que otro idioma que impartían en el colegio.

  Y las demás personas del mundo tenían que saber tres: la materna de donde proceden, el idioma oficial del continente y español. Aunque no tienen por qué dominarlo como si fuese su lengua materna, tienen que ser capaces de comunicarse en español.

  Por eso nos fue fácil encontrar la recepción. Enol hablaba alemán, pero cuando se dirigían a nosotros hablaban español. Iara me había puesto un hechizo Cambiador, haciendo que mis ojos luciesen verdes por mi afinidad.

  Así que diez minutos después de la escena anterior con Enol, entramos al calor de palacio, y me quedé de piedra.

  Mis ojos se abrieron y mi boca cayó como un buzón abierto, y aún cuando Insua y Iara habían estado viviendo aquí durante la Semana Real, también estaban boquiabiertos.

  Enol llamó por un señor y allí comenzó nuestro plan.

Nos separamos, Enol por un lado y nosotros por detrás de él a una distancia moderada.

  Me iba quedando atrás, ya que la hermosura de Palacio deslumbraba. Tenía un toque elegante a la vez que acogedor, pero enorme, te hacía sentir como si no fueses nada allí, y aún estando dentro, me entró frío.

  Enol seguía al mayordomo que le iba a llevar a información. Una vez allí iba a convencer a quien quiera que estuviese allí que era primo de Roi, y que había viajado desde muy lejos para verle. Sólo esperábamos que fuese una tía para que pudiese flirtear.

  Nos paramos desde detrás de una columna a la espera. Iara se pegó lo que más pudo a la esquina pero no quería ser detectada. La razón: tres menores españoles entre semana en horario escolar en el palacio, traía que pensar, y podían llamar a nuestros (sus) padres o al internado. Algo que desde luego, intentábamos evitar.

  Iara llamó mi atención para que la siguiésemos, y con ella de guía zigzagueamos los pasillos del castillo con paredes de piedra hasta pararnos detrás de otra columna, pero esta vez, tras de ella, estaba la mesa de información con una pegatina verde en la esquina izquierda.

  Y allí a la espera, me pegué junto a un calefactor. Nunca había visto a tantos juntos, pero eso a mi nariz no le importaba, por lo que se tornó roja.

  Insua me miró y sonrió.

  -Pareces Rudolf –dijo.

  Entrecerré los ojos, ofendida pero me froté la nariz para que se me calentase.

  Le miré en busca de un fallo, y me metí con su adorado pelo.

  -Tu pelo está horrible –dije, y por respuesta él levantó una mano y se intentó peinar su pelo sucio y mojado por la llovizna que caía, pero su pelo era rebelde. Sonreí con sorna- Sigue horrible.

  -Pero me queda sexy –dijo Insua y rodé los ojos, pero ocultando una sonrisa. No conocía desde hace mucho a Insua, pero había accedido a acompañarnos aún sabiendo que era muy peligroso en todos los sentidos posibles.  

  Le iba a contestar  siguiendo el juego de niños, pero Iara levantó una mano, pidiendo silencio, que guardamos durante unos minutos.

  Iara habló sin previo aviso y di un respingo. Se volteó para mirarnos.

  -Ya sé dónde está mi hermano –su cara reflejaba preocupación, nos miró a los dos a los ojos- Recordad esto: edificio 3 subsuelo 4.

  -¿Edificio 3 subsuelo 4? -¿Qué era eso? 

  -Sí –asintió Iara- en el hospital Mágico Viena.

  -¿Habitación? –dijo Insua.

 A Iara se le llenaron los ojos de lágrimas, pero cerrando los ojos se las tragó, y cuando los volvió a abrir, tenía la cara desencajada.

  -En Cuidados Intensivos

  -Oh Iri –dije usando el diminutivo que su hermano le decía. Agarré el brazo de Iara y la atraje a mi hombro, donde la sentí sollozar quedamente.

  -¿Srta. Green? –dijo Enol, que se nos había acercado.

 Iara se separó, y de su bolsillo sacó un tajo de billetes. Abrí los ojos muchísimo los ojos, ni en un año conseguiría todo eso.

  Enol asintió, y tras despedirse, se marchó.

  -Bueno –dije yo- Vamos al hospital.

Cambiamos de edificio unas seis veces por no querer pedir ayuda, por lo que nos perdimos, pero una hora y media más tarde conseguimos llegar al edificio 3. Cogimos un ascensor y fuimos al -4, y una vez allí, nos colamos.

  Insua intentó ligarse a la secretaria, mientras Iara con un hechizo nos mantenía invisibles y traducía el ordenador y yo buscaba.

  -Green… Green… -dije mientras buscaba su apellido- Green Alexis, Green Karin, Green Renate… ¡Green Roi! –Exclamé, la secretaria hizo el gesto de mirar hacia aquí, pero Insua la paró- Habitación 32, enfermera Helga, doctor Bruno, bien ¡vámonos!

  Iara nos refugió hasta una columna, y de allí con un hechizo que acababan de enseñarme, me cambié el color del pelo y de ojos y salí.

  -¿Luis, querido? –dije en dirección a Insua.

Éste alzó la mirada hacia mí sonriendo, y la secretaria siguió su mirada hacia mí.

  -¿Qué haces? –me acerqué a él y tomé su mano. La secretaria enarcó una ceja mirando nuestro signo de cariño y furiosa, levantó la vista hacia Insua- ¿La conoces?

  Mi papel era representar a la novia de Luis, para que la secretaria le dejase ir sin la posibilidad de seguirnos para pedirle el teléfono a Insua.

  -¿A la secretaria? –Insua fingió un tono inocente- Pues no, la verdad, le estaba preguntando sobre cómo se sentía ser secretaria, ya sabes, por si quiero estudiar eso.

  Yo reí y le pegué con el puño con suavidad.

  -Pero cariño, ¡Sólo tienes dieciséis!

  -¿Dieciséis? –dijo la secretaria con los ojos abiertos.

  -Pues claro, ¿cuántos iba a tener? ¿Diecinueve? –Dije diciendo la edad que le había dicho Insua- Vamos Luis, mi padre me espera.

  Y nos fuimos dejando enfurecida a la secretaria.

  Tras la columna reímos por la escena, pero yo me sentía mal.

  -Se veía realmente furiosa, Insua. ¿Qué le dijiste?

 Él se encogió de hombros.

  -Cosas que a las mujeres le gusta oír –dijo con voz simple.

Iara nos apuró para llegar a la habitación. Estaba al fondo, y cuando digo fondo es el fondo de un piso mágico, por lo que si fuese mundano sólo entrarían cien habitaciones, con un hechizo podías hacer que nunca hubiese fondo, y así en un piso que caben cien habitaciones, caben quinientos. Y estábamos por el número cuatrocientos diez.

  Caminamos y nos escondíamos cuando veíamos a alguien. Frente a la habitación cuarenta nos detuvimos, porque ya podíamos ver la habitación de Roi, pero desde luego no íbamos a ir.

  Porque tras la puerta se escuchaban murmullos, y fuera había dos gorilas con los brazos cruzados mirando hacia el frente. Así que supuse dos cosas: o estaba siendo estrictamente vigilado por lo que ni de coña entrábamos sin ser vistos, o alguien importante estaba dentro, por lo que nos tocaría esperar hasta sabe cuánto tiempo.

  Todos miramos a Iara.

  -Mierda –dijo.




TACHÁN!! Sé que no es mucha cosa como para tardar tanto, pero enserio, LO SIENTO:(

Bueno, en el próximo capítulo las cosas se van a acelerar...¿un adelantillo?

Están atrapados. Les habían visto, y ellos lo sabían. La puerta de atrás les impedía ir a cualquier sitio y escapar.

Tisiana miró a Insua, y éste cuando la vio se alarmó.

 -¡Tisiana, tus ojos! -dijo.

Se estaban volviendo violetas. Los gorilas se acercaban con una mano iluminada por una bola de poder. Tisiana cerró los ojos y se recostó más contra Insua, que estaba detrás de ella.

Y la puerta se abrió, haciéndoles caer.

 -¡Ay! -dijeron los tres, Insua debajo del todo.

Tisiana se sacudió la suciedad de la ropa y miró para atrás: la puerta estaba cerrada dejando a los guardias fuera. Suspiró aliviada: estaban a salvo por el momento. Y entonces giró la cabeza hacia la habitación y se encontró con una cara familiar que hizo que su corazón se derritiese.

 -¿Leo? -dijo sonriendo. 

Los ojos azules de Leo la miraron y la reconocieron, entonces, se puso tenso.

  -¿Tisiana? -su voz era forzada.

Un bulto al lado de la cama donde Yakira estaba acostada se movió. La mujer alzó la cabeza para clavar sus ojos violetas en los iguales de Tisiana. 

  Entonces se levantó cuidadosamente atónita, y cuando iba a hablar, la puerta se volvió a abrir.

 -Madre, ¿por qué los guardias están aquí? ¡Casi ni me dejan entrar! -no tuve que girarme para reconocer la voz del príncipe, pero cuando me giré y me miró a los ojos, todo el mundo se quedó cayado.

  -¿Qué es esto?

Ni un alma se movió. Ahora sí estábamos atrapados.

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