29 de enero de 2010

CAPITULO 32

LECTOOORES MÍOS! Aquí os dejo el cap 32(: Siento la tardanza, pero espero que os guste. El final es algo rarito, pero impactante, y SUPER importante(:

MUAAAAAAAAAAK.


No me dejéis sin comentaaaaaaar(: (aunque sea el cbox)


UNA palabra. Seis letras, y los gorilas volvieron su cabeza a la vez hacia donde nosotros estábamos.

  Iara tragó saliva sonoramente cuando nos ocultamos detrás de una columna.

  -Creo que no nos han visto –susurré lo más bajo posible, pero aún así, nos echamos más y más para atrás hasta que una puerta nos impidió avanzar más.

  -¿Quién está ahí? –se escuchó de una voz que retumbaba.

  -Yo creo que sí –dijo Insua sintiendo su respiración por mi coronilla.

  -Joder, chicos, que son guardias reales, que se ve el escudo –dijo Iara con voz temblorosa. Nos apechugamos lo que más pudimos a la puerta.

  Estábamos atrapados. Nos habían visto, y tanto ellos como nosotros, lo sabíamos. Lo peor de todo era la creciente sensación de claustrofobia que estaba empezando a crecer en mi pecho.

  La puerta de atrás nos impedía el paso.

  Miré a Insua, asustada, y la mirada que me devolvió fue de alarma.

  -¡Tisiana, tus ojos! –Dijo- Se están tornando violetas, de nuevo.

  Me entró pánico. No solo era que nos habían atrapado, si no que habían atrapado a alguien con ojos violetas, lo que podía significar fraude, por lo que me llevarían a un calabozo, o si seguían a la antigua usanza… me colgarían.

  Mi cuello me escoció por el pensamiento.

Cerré los ojos cuando escuché los pasos más cerca, y recosté la cabeza en el pecho de Insua, esperando a que la columna dejase ver a los gorilas.

  Y entonces la puerta de atrás se abrió, y nos caímos todos encima de todos.

  -¡Ay! –dijimos todos, Insua casi sin respiración: el pobre había quedado debajo del todo.

  Se escuchó una exclamación ahogada proveniente de Iara, pero la ignoré y tras sacudirme la suciedad de la ropa miré a mi espalda: la puerta estaba cerrada milagrosamente: estábamos a salvo, por el momento.

  Y tras respirar profundamente, giré la cabeza hacia la habitación, y me encontré con una agradable cara familiar que provocó que mi corazón se derritiese.

  -¿Leo? –dije contenta.

Sus ojos azules, se movieron lentamente de Insua, a mí, y cuando me reconocieron se puso tenso.

  -¿Tisiana? –su voz sonó forzada.

  Un bulto al lado de la cama donde Yakira estaba tendida, se movió. La mujer alzó la cabeza para clavar sus ojos violetas en los míos del mismo color.

  No nos dio tiempo a reaccionar porque se escuchó barullo fuera, para que luego abriesen la puerta de un sopetón.

  La mirada de la mujer se trasladó hacia atrás de mi hombro, abriendo los ojos, pero los míos seguían clavados en ella. Era la primera vez que veía a la reina cara a cara y tan cerca. Era hermosa y sus ojos abiertos como platos, eran de un violeta oscuro, precioso, cargados de sabiduría y de… ¿horror?

  La reina abrió y cerró la boca cuando la interrumpieron.

  -Madre, ¿por qué los guardias están intentando forzar la puerta? –No tuve que girarme para reconocer la voz del príncipe Richard, pero cuando lo hice su lengua se trastabilló y se cayó. Todo el mundo lo hizo.

  -¿Qué es esto? –dijo horrorizado clavándome la vista. Sus ojos violetas iban de en hito en hito, recorriéndonos con la mirada a la reina, a Leo, a Iara, a Insua y a mí. Sobre todo a mí.

  Su mirada se tornó en asco mientras me miraba de arriba abajo. Entonces, con desdén, en su mano apareció un destello blanco y con dos dedos, chascó. La puerta se abrió y cuatro –dos delante y dos detrás- hombres entraron.

  -Que nadie entre. –Solamente dijo. Los hombretones asintieron y cerraron la puerta tras de sí.

  -¿Quién eres? –preguntó el chico.

Solté el aire que había estado conteniendo. El príncipe me había visto. Su mirada era de odio completo y su mueca de la boca dejaba ver el asco que me tenía.

   -Contesta.

 Abrí la boca pero un nudo se me hizo en la garganta impidiéndome hablar. Por detrás de mí, sentí moverse a la reina.

  -Hijo mío… -empezó, pero Richard, el príncipe, levantó una mano haciendo callar con la mirada también a su madre.

  -Has visto que tan solo con un chasquido, he conseguido que cuatro de mis hombres entrasen. Si lo vuelvo a hacer –dejó unos segundos de silencio- si lo vuelvo a hacer, entrarán, y bajo mis órdenes te llevarán a un calabozo donde la policía te hará preguntas sobre el Señor Oscuro hasta que te quedes sin sangre para vivir, así que, contesta a mis preguntas. Ya te hice la primera: ¿Quién coño eres?

  Vacilando, contesté. En su sermón había algo que no cuadraba.

  -Tisiana, majestad, mi nombre es Tisiana Severino –El príncipe había dicho “Señor Oscuro” incluyéndome a mí en una sola frase. Y eso no pintaba nada bueno.

  -¿Qué te trae por aquí, Tisiana? –siguió preguntando.

  -Vengo a visitar a… -miré a Iara, insegura. ¿Se lo podía contar? ¿O nos meterían en alguna cárcel?

  -¿A quién? –Su voz ahora era más dura- ¿Al Señor Oscuro?

Noté como Leo se ponía tenso a mi lado, y levantando las manos en gesto de inocencia, moví la cabeza, negando.

  -¡No! No, por Dios, no. ¿Cómo cree usted eso? –dije. Richard me caía peor por momentos.

  Dio dos pasos hacia delante, acercándose mucho a mí. Lentamente, Leo me agarró de la mano.

  -¿Y tus ojos? –alargó el sonido de la “s” produciéndome escalofríos.

  -Son mera… -comencé, pero entonces, una temblor sacudió el edificio.

Nos quedamos todos callados, mirándonos los unos a los otros. Me apreté contra Leo, y éste me puso un brazo protector sobre los hombros.

  Otro temblor que produjo que un vaso cayese de la mesilla de al lado de la cama de Yakira.

  ¿Temblores? Me pregunté. Iara me miraba asustada, también, entonces, al príncipe se le alumbró una bombilla.

  Y en ese momento sucedieron tres cosas a la vez.

  Richard gritó.

  -¡Nos atacan! ¡Atacan al edificio!

A la vez que entraban los cuatro guardias de antes, acompañados por otros cuatro que agarraron a la reina y a su heredero, para protegerlos. Pero el príncipe ordenó que nos llevasen también.

  Y una serie de médicos entró para ver a Yakira, y llevársela gritando.

  -¡A cubierto! ¡A la sala…! –sus voces se perdían por el pasillo.

Y pasó una cuarta.

  Tres enormes hombres se encargaron de nosotros. Uno para Iara, otro para Insua, y otro… para mí.

  Leo se puso delante de mí, y encaró al hombre, que con una bola de fuego le echó a un lado.

  -Quédate quieto, guaperas. –Dijo, y me agarró del brazo fuertemente. Mucho, ¿vale? Así que grité adolorida.

  -¡Suéltame! –dije, pero él sólo me cargó a modo de princesa, y me arrastró fuera de la habitación y lejos de Leo.

  “¡Que me sueltes!” gritaba mientras aquel hombre me llevaba en brazos hacia mis compañeros cuando el hotel volvió a temblar.

  -¡…aquí! –Se escuchó la voz de Richard desde delante- ¡Tráiganla aquí! ¡YA!

El gorila que me cargaba aceleró el paso y se acercó hasta al lado de príncipe, que estaba frente a la puerta de entrada del hospital.

  -Tú –dijo señalándome- Tú has provocado todo esto. Eres descendiente del Señor Oscuro, por eso el color de tus ojos.

  Fruncí el ceño, y mi boca se desencajó.

  -Con todo el respeto del mundo, alteza –dije- ¿Me está echando la culpa de un terremoto? –pregunté incrédula.

  -¿Terremoto? –Dijo el príncipe con un tono de burla- ¿Terremoto? Pero vamos a ver, ¿eres idiota, o qué? –escupió.

  -¡Richard! –dijo la reina, mientras yo daba un paso hacia atrás, ofendida.

 ¿Y esta era la realeza? ¿No se suponía que debían de tratar bien a los… eh, su pueblo?- Por los Dioses, hijo, ¿qué modos son esos? –La reina le miraba indignada, y cuando volteó su mirada hacia mí… bueno, hacia mis zapatos, contestó- Perdone a mi hijo, Srta. Severino, tan solo tiene quince años, y a esa edad todo el mundo se cree el rey del mundo… -miró a Richard- aunque sea tan sólo el heredero.

  Insua, que se había acercado a mí por la espalda, me susurró.

  -Esto es obra de magia negra, y de alguien con afinidad de la Tierra. Pero alguien muy poderoso. Quizá un hechicero.

  Asentí en silencio, cuando otro temblor barrió los cimientos. Enfermeras y doctores iban de un lado a otro poniendo a salvo a sus pacientes, cuando Leo llegó respirando entrecortadamente.

  -¡Una parte del techo se ha desprendido cubriendo la puerta de Roi Green, impidiendo la entrada! ¡Necesitan ayuda urgentemente! –dijo respirando fuertemente al final. Se había acercado a mí, interponiéndose entre el guardia y yo, cuando comunicó la noticia. Me quedé congelada.

  No había pestañeado y un borrón rojo, salió corriendo en la dirección por la que Leo había venido.

  -¡Iara! –gritó Insua.

Me di la vuelta, y agarrada de la mano de Leo, corrimos hacia la habitación 32. Cuando llegamos, pude ver cómo Iara lanzaba hechizos a la desesperada, gritando:

  -¡Roi! ¡Roi! ¡Escúchame hermano, te voy a sacar de allí, Roi! ¡Tú sólo aguanta! –y con las palmas abiertas, juntaba las luces de los poderes, aunque con un tono rojo.

  -¿Es su hermano? –dijo la voz de la reina a mi espalda.

Asentí, mirándola de reojo.

  -Necesita ayuda. –Y soltando la mano de Leo, me acerqué a Iara.

  -Respira, Iri, le vamos a sacar –la tranquilicé. Subí el brazo derecho en un ángulo de noventa grados, y cuando iba a lanzar un rayo verde, uno azul se interpuso.

  Sonreí a Leo, luego a Insua, y por último alcé una ceja a los gorilas, que comenzaron a ayudarme con sus poderes.

  Entonces, me concentré, y con el brazo en alto, un surtido de los cuatro colores, salieron de mi mano, juntándose con los otros.

  La piedra comenzó a romperse, y de pronto, cedió. Iara gritó aliviada y entró corriendo.

  Abrazó a su hermano, que gracias a Dios, estaba consciente, y me saludó con la mano. Pero entonces algo raro sucedió.

  Se me erizaron los pelos de la nuca y del brazo, y sin saber cómo y por qué, miré a Iara, a sabiendas de que algo iba mal.

 Un rayo de luz negra atravesó la pared de atrás de Iara, agujereándola un poco. ¿Negra? ¿Era la luz negra? Sí, sí que lo era, me dije, por lo que significa que… ¡Magia negra! Dios Santo, estaban utilizando magia negra.

  Y entonces lo pillé.

  Si la corriente de luz negra seguía así unos segundos más, mataría no solamente a Iara y a su hermano. Sino que me atravesaría a mí directamente para darle a la reina.

  Antes de que me diese cuenta, mi cuerpo se movió. Primero hacia atrás, empujando a la reina, para que se moviese, y luego corrí junto a Iara, pero me paré en seco a unos dos metros de ella, ya en la habitación. La razón: era espectacular la imagen de cómo una brecha se abría y daba paso a la luz negra… que se movía en dirección a una asustada Iara.

  -¡Iara! –grité alzando la mano, pero sin moverme.

Me moví.

  -¡TISIANA! –se escuchó atrás mía, cuando corriendo y gritando “¡IARA!” me puse delante de ella, y abrí los brazos en un gesto protector.

  En ese momento la brecha se terminó de abrir, y una luz venenosa salió de en medio.

  Cerré los ojos, viendo las caras de a quien más quería: Leo, Iara, Insua, Jotapé...

  Algo fuerte me golpeó, y sentí cómo se me escapaba el aire, como si me diese un golpe en la barriga. A través de mis párpados cerrados, podía distinguir un haz de luz blanca, hermosa.

  … y en mi madre.

Apreté los puños, y sentí energía pura, limpia, hermosa, salir de mí. Por todas partes, por cada poro de mi piel, que se sentía maravillosamente, a la vez que doloroso por cada segundo que seguía.

 Grité a todo pulmón.

Entreabrí los ojos un poco, pero un haz de luz blanca me cegó, obligando cerrar los ojos, y por último una sombra se interpuso entre mí y esa luz que no me dejaba en paz.

  La extraña pero hermosa energía paró de golpe de salir de mí, produciendo que mi aire se escapase. Por completo.

  Puse los ojos en blanco, y me dejé caer al suelo, introduciéndome en un sueño oscuro.



Mis cariños, temo deciros que no puedo dejaros adelanto POR AHORA.

Intentaré ponerlo luego. 


Os amooo(:

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