31 de enero de 2010

CAPITULO 33

HOOLAA!! Bueno, he estado unas semanas qe no escribía nada de nada. Pero ahora..... os subo OTRO!


Y pa el martes, como una especie de fuesta por mi cumple (jijiji) subo 2 SIIII!!! Bueno mis niñññños os quierooo(:



  ME sentía agotada. Tenía los ojos cerrados, y no tenía fuerzas para abrirlos, más mi cuerpo contestó a las caricias de unas manos suaves y dulces que con delicadeza, rozaban mi cara, mi barbilla, mis labios y demás.

  Involuntariamente suspiré en sueños, y la mano se quedó congelada. Fruncí –o algo parecido- el ceño cuando la mano se separó de mi piel, y un pensamiento se me escapó por mi mente: “otra vez no”.

  Gemí. No sabía por qué, pero extrañaba esa mano. La quería, y la quería ya. Gemí, y esta vez no solo fue más fuerte, sino que tuve fuerzas para mover ligeramente la cabeza.

  Un murmullo se escuchó y me quedé inmóvil. No se crean, literalmente: no me podía mover, aún cuando me sentía con fuerzas para hacerlo. Identifiqué aquel bajo sonido como un hechizo que actuó en mí dándome sueño.

  Sentía mi mente aflojarse y acomodarse a un sueño profundo, aunque mi consciencia daba guerra por conseguir aquel roce de aquella mano…

  …que me estaba acariciando.

Esta vez parpadeé varias veces antes de abrir los ojos y encontrarme con unos preocupados ojos azules.

  -¿Tisiana? ¿Amor? –dijo Leo.

Mi mirada desenfocada terminó de enfocarse para ver a un chico de pelo oscuro, piel morena, labios finos y ojos azules preocupados. Leo. Mi novio.

  Un suspiro de satisfacción salió de mi nariz cuando sentí su mano acariciando mi cara como había hecho antes.

  -Sí, yo creo que vuelve en sí –dijo la voz de Insua al fondo.

Intenté incorporarme, pero una tercera mano me empujó delicadamente en el pecho para acostarme.

  -No se mueva, Srta. Severino.  –la delicada voz de una mujer me llamó la atención. Reconocí el tono… pero la última vez estaba gritando, y desde luego su voz no rozaba la dulzura. Mi mirada se encontró con la de la reina, que tras segundos de vacilación, optó por bajar la vista.

  Muy ligeramente, asentí y me recosté sobre la blanda almohada.

  -¿Dónde estoy? –dije. La pregunta era para Leo, pero no podía apartar la mirada de la cara de la reina.

  -Estás en Palacio, Tisiana, en la enfermería de Palacio –contestó Leo. Mis ojos se giraron veloces hacia los de Leo.

  ¿En Palacio? ¿En la enfermería? ¿Qué hacía yo en una enfermería? Cerré los ojos, agotada intentando recordar. La idiota de Iara había corrido hacia su hermano para salvarle, pero al final había sido yo quien corrió para intenta protegerlos.

  La luz negra…

  -¿Qué era ese poder de color negro? –susurré.

  -Magia negra –contestó Leo, bajando la voz, también.

¿Cómo podía haber sobrevivido a un ataque así? Entonces recordé la energía. Aquella energía que me había traspasado haciéndome daño de un modo hermoso, por imposible que parezca. Pero me había estado quedando sin aire. A cada segundo la energía se hacía más blanca, más hermosa, pero ya inaguantable el dolor. El aire se me escapaba, podía ver con los ojos entreabiertos una luz negra detrás de la mía blanca, pero…

  -Perdí –dije con un hilo de voz.

  -¿Qué? –dijo Leo acercándose más. Sentí a la reina acercarse más.

  -Sí –dije. Abrí los ojos para posarlos en los atentos de Leo- Perdí contra aquella luz oscura… aquella magia negra. ¿Cómo es que sigo viva? –Vacilé- ¿y Iara? –un mareo me recorrió y dejé caer la cabeza sobre la almohada.

  -Iara está bien, Tisiana –dijo la reina alzando la mano para tocarme, pero en un último vacile, la dejó caer en la cama- Gracias a ti, los hermanos Green están a salvo. Iara fue quien te agarró antes de que te cayeses, y su hermano, el valiente Roi, se despertó ayer.

  -¿Ayer? –dije confundida. ¿No había sido ayer el ataque-terremoto-lo-que-sea?

  -Sí, Tis. –Contestó Leo- Llevas inconsciente casi cuatro días.

Tosí.

  -¿Casi cuatro… casi cuatro días? –tartamudeé. ¿Pero como era eso posible?

  -Al parecer gastaste muchísima energía para hacer…intentar –se rectificó la reina- hacer un campo de protección a vuestro alrededor.

  -Pero… -fruncí el ceño- lo conseguí. Hice el campo de fuerza… entonces una sombra se interpuso en mi camino, y fue cuando perdí la consciencia.

  -Tis… -comenzó Leo, pero fue interrumpido por la puerta, que se abría dejando ver a una Iara cabreada, que sonrió al verme.

  -¿Pero cómo que no puedo entrar? ¡Me salvó la vida! ¡Y pobre aquel que no me deje ver a mi mejor amiga! –sentí un escalofrío cálido por la última frase que Iara dijo. Que yo era su mejor amiga. Sonreí abiertamente.

  -¡Tis! –gritó, y apartando a mi novio, me abrazó fuertemente.

  -No…puedo…respirar –dije.

  -¡Ups! Claro, estás algo convaleciente todavía. Bien, bueno… solo te quería dar las gracias, Tis, enserio, lo que hiciste fue increíble. Fue un gran gesto tuyo el que hayas reaccionado de esa manera aunque fuese la reina el que pudo parar aquella hechicería negra –dijo de un sopetón.

  Volví a fruncir el ceño, mucho más confundida. ¿Por qué decían que había sido la reina? ¡Yo les había salvado! Por Dios, ¡Casi muero! La sombra, que ahora sabía era la reina, se había interpuesto después.

  -Creo que no recuerda nada –dijo la reina delicadamente. Alcé la vista hacia ella, enfadada.

  -Por supuesto que me acuerdo, solo estoy… confundida. –Me quedé en silencio varios segundos.- Fui yo quien se interpuso entre el hermano de Iara, ella misma y la bola de magia negra, ¿no? –dije.

  Estaba intentando organizar mis pensamientos.

Leo me cogió de la mano como pudo con Iara delante, y me la apretó en muestra de cariño.

  -Así es –sonrió Iara- Fuiste muy valiente.

  -Bien –la ignoré- Y si no fui yo la que creó el campo de fuerza, ¿quién fue?

  -La reina –dijo Leo. Su sonrisa era forzada. Sus ojos dejaban traslucir una preocupación grave… y debajo de ellos leí miedo también. ¿Miedo?

  -Pero… -sentí un severo golpe en la cabeza, que hizo que flaquease. Me llevé la mano libre a mi frente, ahora perlada de sudor. El golpe había sido psíquico. Mental, por dentro, nadie me había pegado. Pero era como un muro que me impedía ir más hacia allá.

  -¿Serías tan amables de dejarnos solos un momento? –Dijo Leo, mirando a la reina- Por favor, su Majestad.

  -Claro que sí, querido Royal –se levantó, y con gracia salió de la habitación, seguida de Iara e Insua.

  Me dejé caer en la almohada, agotada. Todo esto era muy raro. Viaje improvisado, mentiras para encontrar al hermano, reina, novio encontrado, príncipe furioso, ataque, defensa… confusión.

  -Leo… -dije, pero Leo, que se había acercado con una silla me puso un dedo en el labio pidiéndome silencio.

  -Tis… ¿qué es lo último que recuerdas? –dijo. Vaciló un momento, bajando la vista al suelo, y mordiéndose el labio inferior produciéndome ganas de levantarme y mordisquearlo. Levantó la mirada- ¿Y bien?

  -Pues, recuerdo correr hacia Iara interponiéndome entre la magia negra y ellos. Luego, cerré los ojos y extendí los brazos en cruz para protegerles, y sentí… -paré abruptamente. Ya casi no recordaba nada. Cada vez que intentaba recordarlo, se escapaba, como cuando estás en la ducha agarrando el jabón, y se te escapa una y otra vez.

  -¿Qué sentiste Tis? –La voz de Leo fue como un torrente de recuerdos.

  -Sentí que una extraña energía salía de cada poro de mi piel. Por cada centímetro de mí, recorriéndome, excitándome, haciéndome daño.

  -Magia de Defensa –asintió Leo. Ante mi expresión de “¿einch?” agregó- Es algo que estudiamos en segundo. Todos los magos lo tenemos. Cuando por detrás nos tiran algo, no suele darnos, a menos que sea un chorrente de magia, por lo demás, una pelota, un ladrillo… se desintegra o rebota.

  -¿Por qué no lo hizo Iara? –pregunté.

  -Porque era magia negra –contestó él- y la magia negra mata, Tis, y solo la realeza es capaz de combatirla y ganar. Un mago normal se queda sin energías hasta que muere –dijo guiñándome un ojo- mientras que la reina sólo tuvo que concentrarse un poco e interponerse entre tú y la luz.

  -Cuéntame… cuéntame lo sucedido desde tu punto de vista –quise saber.

  -Lo resumo. De repente de adelantaste como una zombie mirando a la pared, y cuando grité tu nombre ya era demasiado tarde, tu ya corrías gritando hacia Iara. Entonces te pusiste delante de los dos hermanos, abriste tus brazos, y creaste un campo de fuerza.

  >>Cuando cerraste los puños, la reina dio un paso hacia delante, pero se quedó quieta cuando gritaste. Sólo un segundo, y luego corrió a ponerse delante vuestra, pronunciando unas palabras muy raras.

  >>Y fue cuando pusiste los ojos en blanco, y te desplomaste sin más. Pero Iara, que había estado abrazando a Roi, corrió y te sujetó justo antes de que cayeses. Desde aquella estuviste inconsciente, recuperando fuerzas –finalizó.

  -¿Y eso en cuánto tiempo? –dije. Desde luego, no era nada parecido a mi versión- Me refiero al tiempo que duré con el campo de fuerza.

  -Unos… no sé, eh, ¿veinte, quizá treinta segundos? –dijo.

  -¿Treinta segundos? –exclamé. Para mí que había sido varios minutos. Bufé. Treinta segundos, y en cama tres días.

  Leo se acercó a mí sin previo aviso y me besó, provocando que mi corazón latiese a mil por hora, haciendo que el aparatito pitase rápidamente.

  -Me gusta esto. –Sonrió él cuando se separó.

  Con toda la fuerza que fui capaz levanté una mano y le atraje hacia mí. Jadeantes, pero felices, nos separamos de un apasionado beso.

  -A mí también.

  -Fueron los peores momentos de mi vida –dijo de repente Leo.

  -¿Qué?

  -Verte ir hacia el agujero negro, y luego caer desplomada, como si estuvieses –tragó saliva- muerta –le recorrió un escalofrío- fue horrible, Tis. Enserio.

  -Lo siento, fue algo insensato, pero no pude evitarlo –dije acariciando su barbita de dos días.

  -Oh, no, no te disculpes, fue un hermoso gesto –dijo él- pero después fueron cuatro días más de sufrimiento.

  -Venga ya –sonreí- fueron tres, y segundo: lo has pasado peor con tu hermana.

   -Cierto, lo pasé mal –asintió Leo- pero lo que a Yaki le sucedió es completamente normal y ya está bien. Y… bueno, tú eres mi novia, y luego…

   -¿Dónde está? –le interrumpí- Tu hermana.

  -Ah, pues, debe estar en alguna habitación de Palacio. –Se encogió de hombros- Pero no me interrumpas.

  Se levantó y se acercó a mí hasta que casi nuestras narices se tocaron.

  -¿Se puede saber qué haces aquí, Tisiana Severino? –susurró.

Me encogí en la cama bajo su mirada.

  -Yo… vine a ayudar a Iara a buscar a su hermano…

  -¡Su hermano no estaba perdido! Dios, Tisiana, ¿sabes lo que te pueden hacer aquí? En España te lo pasaban, pero, ¿en Viena, donde residen los reyes? ¡No puedes ir por ahí paseándote con esos ojos!

  Batí mis pestañas.

  -No era un cumplido –dijo él.

Suspiré.

  -Lo siento, sé que no debí hacerlo, pero se me puso a llorar… y no sé, no la podía ir dejar sola, porque venir lo iba a hacer con o sin mí.

  Ahora Leo respiró profundamente.

  -Me matas, Tisiana. Enserio.

  -Bueno, yo me alegro de verte –dije.

 Leo me miró penetrantemente.

  -¿Y crees que yo no? Es un alivio tenerte cerca de mí, aunque sigo pensando que es todo un peligro. Me gusta tenerte cerca de mí. Desde la primera vez que te vi a los ojos –dijo.

  -¿Enserio? –dije, pensando en cuando en el bosque me había mirado duramente.

  -Bueno, en realidad no. Creo que fue en el coche, cuando te pusiste a hiperventilar porque te pedía que comieses conmigo.

  -No me puse a hiperventilar –dije.

Leo alzó una ceja.

  -Bueno, no del todo. –Mi novio se carcajeó en mis narices. Luego me dio un golpecito ligero con el dedo índice en mi nariz.

  -Eres especial, Tis.

  Le sonreí abiertamente.

  -A mí me gustaste cuando la primera vez que me llevaste al internado, volvimos, y en mi habitación te confesé… o mentí más bien, que tenía novio. Me encantó la forma en que te ponías celoso.

  Enarcó las cejas, pero no dijo nada. Se agachó para besarme, simplemente.

  -Toc, Toc –se escuchó una voz infantil desde la puerta.

  -¡Yakira, cielo! –Dije alegre- Cómo me alegro de que estés bien. ¿Cómo te sientes?

  -Muy bien. Me siento fuerte, ágil, mayor –sonrió- ¿y tú?

  -Tirando –le sonreí de vuelta.

Yakira estaba abrió la boca para decir algo, pero la puerta de la habitación se abrió de golpe.

  -¡Oh, vaya Tisiana! –Dijo el príncipe Richard, furioso- Veo que estás despierta, bien, me alegro. –Chasqueó los dedos- Guardias.

  Cuatro hombretones entraron y me levantaron. Leo me puso una chaqueta por encima.

  -¡Eh! ¿Qué hacen? –gritó Leo.

  -La arrestamos por fraude.

  -¿Por fraude? –dije.

  -Sí, y por mentirosa –asintió el príncipe.

Yakira corrió a los brazos abiertos de su hermano.

  -¿Por qué?

  -Por estar vinculada al Señor Oscuro.

  -Pero… ¡le salvé la vida a dos personas del Señor Oscuro! ¿Cómo se atreve…? –grité.

  -Me atrevo –dijo el príncipe en bajo, lo que le hacía aterrador- porque soy tu rey, y ese gesto –movió la mano- pura actuación. Ahora, llévensela.

 Miré a Leo, que estaba teniendo una mirada cómplice con su hermana, pero para cuando alzó la vista, su mirada se tornó triste e impotente.

  -¿A dónde la llevan? –preguntó.

  -A las mazmorras –dijo un hombre. ¿Mazmorras? ¿Y los calabozos? ¿No eran cárceles? Nunca había estado en una mazmorra, y desde luego no quería pero cuando me debatí, me inmovilizaron tan fácil, que fue insultante.

  -Leo –susurré cuando me alejaban de la habitación, lejos de Leo, con una horrible sensación de deja vú.



Bueeeno... un adelantillo?? (:


  -Cuénteme, por favor –le pedí.

  -Por supuesto, alteza –dijo- Pero mientras come, eso será lo que le pida a cambio.

Entonces, al llegar aquí, caísteis al suelo. Podría deciros que en estado de coma, pero desde luego no fue así, pero sí en lo llamado sueño Reparativo. 

(...)

-Nunca había visto así a la reina, ¿sabe? Ella es muy calmada, y hermosamente inteligente. Pero su hijo… su hijo puede con ella, le da muchos disgustos pero es su heredero. Y como muchas madres, se deja llevar por el  malcriado de su majestad el príncipe Richard –me miró, asustado- No se lo diga.

  -No se preocupe –dije con la boca llena.

(...)

Su cabeza se movía de un lado a otro, y le subió una fiebre repentina. Su alteza se acercó a usted y le sacaba los mechones sueltos de la cara, pero eso se lo he visto hacer durante años, Lo que me llamó la atención fue la delicadeza y ternura con el cual lo hizo. Y después le miré a la cara.

(...)

-¿Qué pasó? –dije 

-En efecto, Srta. Severino, amor. El amor está cuando ves crecer a tu planta sembrada, hay el amor que le tienes a una mascota, el amor de una pareja, de dos enamorados –sonrió, nostálgico- y hay el amor que le tiene una madre… -me miró directamente a los ojos- a su hija.


A partir de ahora, en abriendo los ojos, nuevos misterios saldrán a la luz. Mentiras piadosas, amores prohibidos. ¿Que nos deparará?


Dejadme comentarios(:


BESOOOOS(L)


0 Comments:

Post a Comment



Template by:
Free Blog Templates