17 de noviembre de 2009

CAPITULO 15

BUEEEENO, aquí el capítulo 15- QUE DISFRUUUTEN MIS AMORES (:


LEO me abrazó pero yo me aparté de él.

 -No.-dije- Puedes estar como amigo, pero sólo como eso-advertí.

 -Como quieras-dijo Leo encogiéndose de hombros.

 Subimos al coche, y Leo comenzó a contarme lo que haríamos a continuación.       

  Mañana por la mañana quedaríamos para ir al internado y hacer todo el intercambio, y más o menos para Halloween ya estaría viviendo allá. Tendría que hacerme una prueba para ver que afinidad era la mía; si el fuego, aire, tierra o agua. Leo me confesó que le encantaría que fuese el agua, para ir juntos-cuando dijo eso se había puesto rojo, y lo había dicho rápido, como si quisiese que no me enterase-pero que había muchísima menos gente en tierra.

 -No sé, Tis-dijo después-cada día me convences más de que eres de la realeza: tus ojos, la escena de antes-como yo le miré interrogante, se explicó- utilizaste los cuatro elementos.

 -Pero todos los magos pueden, o eso es lo que me dijiste.

 -Lo sé, pero no con ese-calló, buscando la palabra-ímpetu, con esa fuerza, con ese control. A ver, los utilizaste a la vez. Los cuatro. Muy poca gente lo consigue, y más a los dieciséis, casi diecisiete-sonrió cálidamente- y de esa poca gente, el noventa y nueve por ciento es de la realeza.

 Me quedé en silencio. No estaba dispuesta a admitir que era de la realeza. Era pura casualidad, ¿es que nadie a parte de mí, lo veía? Suspiré.

 Llegamos al orfanato, donde nuestros respectivos amigos nos esperaban.

 -¡Tis! Pensábamos que era algo grave. ¡Tardasteis tanto!-dijo Miguel abrazándome fuerte.

 -¿Si? ¿Cuánto tiempo?-estaba convencida que como mucho una hora.

 -Dos horas y cuarenta y siete minutos-dijo Miguel consultando su reloj.

¿Tanto tiempo? Eso significaba que eran cerca de las doce. Mierda, tenía penado hablar esta noche con Jotapé.

 -Tenemos que ir dentro, ya, si no queréis que nos castiguen de por vida-dijo Melisa, despidiéndose de Derek con una sonrisa insinuadora. Éste por su parte, se la devolvió, pero algo cortado, mirando a Elisabeth, quien estaba ceñuda, pero callada.

 -Adiós-se despidieron todos de Melisa.

 -Bye-dijo Jotapé, marchándose también con algunos movimientos, algo gais, pero de lo más divertido que me hizo sonreír.

 -Está bien, nos vemos entonces-dijo Miguel, y se fue también.

 Me giré hacia Leo, cuando Miguel ya se había alejado un poco.

 -Mañana a las diez, aparécete en mi habitación-y me di la vuelta, corriendo para alcanzar a Jotapé.

 -¡Jotapé!-le llamé. El aludido se dio la vuelta, y esperó a que llegase a su lado.

 -A la una, en mi habitación. Dejo la ventana y la puerta de la habitación abierta. Nos vemos-dije en un susurro rápido-No me falles, de verdad.

  Y salí pitando hacia mi habitación, sin antes pasar por unas cuantas charlas de las monjas diciéndome que llegaba muy tarde, que esto era inconcebible, bla bla bla…

 Me duché rápido, con el agua caliente, sintiendo como ésta se deslizaba sobre mi piel, pensando en el futuro que tenía delante. Quién lo diría que saldría de este maldito orfanato antes de tiempo, para entrar en un internado privado súper caro, que además de estar en otra dimensión, era mágico, lo que conllevaba a las criaturas mágicas que lo habitaban.

 Me tapé con una toalla, y así salí del baño.

 -¡Ah!-grité, asustada, cuando vi la sombra de Jotapé encima de mi cama.

 -No te entiendo mujer, me dices que venga con una urgencia y secretismo para que cuando venga, te asustes.-me miró de arriba abajo- ¿Te he dicho que soy gay?-asentí- Pero a veces me lo haces pensar, cari.

Aunque me ruboricé hasta la raíz del cabello, le dije:

 -Eres demasiado gay para dejar de serlo-sonreí.

Con un gesto le pedí que se diese la vuelta, y cogí un pijama de pantalón corto y de tiritas, luego coloqué la toalla sobre mi pelo mojado.

 -Te dije a la una, tonto.

 -Y es la una y cuarto-dijo.

 -¿Qué?

 -Tardaste siglos en salir del baño, Tis. No sé en que estabas pensando pero…

Y allí dejé de hacerle caso. Miré al suelo, y cuando paré de escuchar el sonido de su voz, dije:

 -Jotapé…yo…te he mentido-y me eché a llorar. Jotapé, preocupada se acercó a mí y me abrazó, preguntándome desconcertado qué me pasaba.

 -Es que… me voy…-dije

 -¿Te vas? ¿Qué? ¿Por qué?

 -Leo…-comencé.

 -¿Te está obligando a irte?-se puso defensor, y me agarró de los hombros.

 -No…-suspiré- Él y yo somos iguales.

 -Sí, noté todas esas miraditas-sonrió Jotapé.

 -No, no de esa forma -aunque a mí ya me gustaría, pensé para mis adentros.

 -A ver, Tisiana, respira hondo. Puedes contarme lo que sea, ¿lo sabes no? -me dijo, mirándome a los ojos. Dentro de los suyos, marrones tan sinceros, supe que de verdad podía confiar en él, así que respiré hondo, y comencé por el principio.

 -Soy maga-solté. Jotapé abrió mucho los ojos, pero se quedó callado –Sé que no crees en esto, pero yo mucho menos lo creía hasta que ellos…me demostraron que sí existe. Hay un internado mágico, Jotapé, en otra dimensión, a el cual…-y me dispuse a contarle todo acerca del mundo mágico. Me hacía algunas preguntas, pero asentía, con la mirada perdida.

 -¿Maga?-dijo, al cabo de un silencio incómodo-Yo…Tis, sabes que te quiero más que a nadie, incluso más que a Meli (pero tu calla) pero…esto que me estás contando…es que… ¿es una broma pesada?

 -¡No! Te estoy contando esto porque confío en ti, y porque me voy a ir. Mira.

Pensé, como me había dicho Leo, en algo que quisiese, pero lo único en lo que me concentraba, era en un oso de peluche, no preguntéis por qué. Y aquel oso de peluche apareció.

 Jotapé saltó.

 -Imposible-dijo.

 -Es magia-dije, sonriendo recordando que tuve casi la misma escena con Leo. Sólo que yo no me levanté, asustado, y me dirigí a la puerta.

 -¿Jotapé?-dije.

 -Yo…esto es mucho para mí, Tis. No…. Yo… no…-y abrió la puerta.

El alma se me cayó a los pies. Mi mejor amigo no creía en mí, así que no dejaría nada detrás de mí. Me olvidaría, quizás sería lo mejor, y comencé a llorar, lagrimones en realidad.

 Pronto sentí los brazos de Jotapé alrededor mío y susurrándome que lo sentía, que creía en mí, que solo era que todo esto era muy fuerte.

 -Te quiero-le dije, abrazándole.

 -Y yo.

Nos quedamos un rato en silencio, que Jotapé rompió.

 -¿Cuándo te vas?-me encogí de hombros.

 -Mañana vamos a hablar con el director. Tengo miedo, Jotapé. Voy a estar muy atrasada  y...

 -Tis-dijo acomodándome un mechón de pelo tras mi oreja-desde el momento en que te vi, supe que eras especial. Tus ojos…vale, nunca se me ocurrió pensar en la realeza mágica-sonrió- pero sí en algo sobre natural. Por eso te creo, aunque me cueste, te creo. Cuando te vayas, vas a poder contar conmigo para lo que quieras.

 -Te voy a echar muchísimo de menos-dije.

 -Yo también Tis.

 -Me llamarás todas las noches-le dije.

 -Todas las que quieras, cari. Y tú cuéntame todo con todo lujo de detalles.

Nos reímos.

 -Quédate conmigo esta noche, Jota-pedí.

 -¿Estás loca? Y mañana, cuando llegue el bombón de Leo y nos vea…-dijo fingiendo una cara de horror.

 -Pues vete temprano, pero no te vayas.

Jotapé sonrió.

 -No sería la primera vez, ¿no?-dijo, aunque se quedó serio después, seguramente pensando lo mismo que yo, ¿sería la última?


A la mañana siguiente...


 -¡JOTAPÉ!-casi grité. Éste poco a poco despegó los ojos y se desperezó preguntándome que qué me pasaba.

 -Eres un cerdo, tío. Me has babeado todo el pelo. Arg-dije, tocándome el pelo con un ligero escalofrío.

 -Lo siento Tis-dijo riendo a carcajada limpia-Es que tu cama es taaaaaaan blandita… que no sé. Jajaja-le miré, seria.

 -No me causa la mínima gracia. ¡Que me duché ayer!

Jotapé me miró apenado.

 -Ya-se encogió de hombros- siento haber sido el culpable de romper tu rutina de lavarte una vez al mes. Sé que te costará ducharte dos días seguidos…-y paró ya que le lancé una almohada.

 Después de unos diez minutos de guerra de almohadas, quedamos los dos tendidos sobre la cama, nuestros pies entrelazados como cuando éramos pequeños, respirando agitadamente.

 -Bueno Tis, será mejor que me vaya yendo… dúchate aunque sea sólo el pelo para no oler a la cena de ayer-reímos, aunque me estremecí ante aquel pensamiento tan asqueroso.

 -Sí, bueno, nos vemos Jota- le abracé, y él me lo devolvió fuerte.

 -Te quiero Tisiana Severino, seas maga de la realeza, impura o hasta elfa-dijo- y aunque me oiga Meli, que lo niegue, que niegue que desde que apareciste en mi vida has sido mi mejor amiga, y lo serás hasta que tú ya no quieras.

 -O hasta que tú me olvides-dije.

 -Nunca-dijo.

 -Nunca-asentí, alejándome del abrazo.

 Corrí a mi armario y cogí una camiseta amarilla, un pantalón negro, ropa interior (cómo olvidarlo jaja) y unos converse amarillas bajas, y me metí en el baño.

 Abrí la puerta, y salió todo el vapor. Salí, con toalla en el pelo y zapatos en la mano, para volver a gritar por segunda vez desde que salía del baño.

 -¿Vas a gritar cada vez que me veas?-dijo Leo, que estaba sobre mi cama (que estaba hecha) con los brazos detrás de la cabeza en una posición de relax.

 -¡Joder! ¿Y tú vas a entrar en mi habitación sin previo aviso siempre?-dije.

 -Bueno, fuiste tú quien me dijo que me apareciese aquí.

 -Cierto, pero envíame algo la próxima vez, no sé como una nota…-dije, pero fui interrumpida.

 -¿La próxima vez? Así que admites que habrá próxima-sonrió Leo cerrando los ojos.

 -Sabes que no me refiero a eso-dije, ruborizándome.

Nos quedamos en silencio, me mordí los labios, pensando si contarle que le había dicho todo a Jotapé.

 -Te dije que podías decírselo a quien confiaras, y creo que elegiste muy bien.

Le miré con la pregunta escrita en la cara.

 -Tu amigo, el chico gay, estaba haciendo la cama cuando me aparecí, el pobre se quedó alucinado, pero no comentó nada, así que supuse que se lo habías contado. Y sé que piensas en ello porque te leo la mente.

 -¿Enserio?-dije estupefacta.

 -No-sonrió él, todavía con los ojos cerrados.

Me cabreé.

 -En primer lugar-dije, concentrándome en un globo de agua que le lancé y le empapó-eso de chico gay se acaba. Se llama Jotapé. Píllalo, y úsalo. En segundo lugar, tus bromas no hacen gracia, búscatelas mejor antes de decirlas.

Leo, que había abierto los ojos y se miraba, sorprendido a su ropa mojada, me miró, cabreado. Me sentí mojada, de repente. Ya sabes, tenía el pelo mojado, pero de repente, me sentía entera mojada, y supe que había sido Leo, cuando vi su cara de satisfacción.

 No hice nada, simplemente me di la vuelta y entré al baño. Desde el reflejo pude ver como Leo me miraba, intrigado.

 Cogí el secador, lo enchufé, y después de sacarme la toalla y coger un cepillo,  comencé a secarme el pelo. Como cuando me lo seco, nunca lo hago del todo, sinceramente: me aburro. Estar allí esperando a que tu pelo se seque del todo, pues no, así que solo me lo secaba hasta el punto de decir: bien, si salgo no me da una pulmonía.

 Y comencé a secarme el cuerpo mojado. Leo se me acercó.

 -Mmm, no hay nada que me ponga más que una tía secándose el cuerpo.

 -Eres un cerdo-dije, dándole la espalda.

De repente, Leo sonrió y desenchufó el secador.

 -¿Qué haces?

 -Tengo una idea-dijo.

 -Oh, no.-dije, fingiendo miedo.

 -Oh, sí. Me vas a secar tú.

 -¿Qué yo qué?-estaba con la boca abierta.

 -Que me seques tú. A ver, yo no sé mucho sobre el aire, Derek es aire, pero nunca me he interesado por ese elemento -se encogió de hombros- pero esto creo que hasta yo lo puedo hacer. No, no, no te vayas -dijo cuando me vio alejarme. Suspiré y me di la vuelta.

 -Está bien-dije-Tu ganas.

 -Cierra los ojos-me dijo-Concéntrate. Piensa en el viento. En una brisa cálida. No, mejor en el calor-fruncí el ceño: me estaba mareando y desde luego no me concentraba- Mejor: piensa en el aire caliente del secador. Idéntico, con la misma fuerza, mismo calor, todo.

 Y pensé. Pensé en el aire caliente que producía el secador, y comenzó a haber ese aire caliente, que nos rozaba las mejillas, y me alborotaba el pelo.

 -Ahora-continuó Leo- dirígelo a mí. Pero no con mucha fuerza. Envuélveme con él.

Traté de hacer lo que me estaba diciendo, y tras varios intentos, tuve un presentimiento y abrí los ojos para encontrarme a Leo seco de pies a cabeza.

 -¡Yuju!-grité, y comencé a dar palmaditas, emocionada, mientras Leo reía.

 -Muy bien, Tis. Lo has hecho muy bien.

Nos miramos, y quedé prendida en aquellos ojos que me incitaban a sumergirme en ellos, bucear como haría en el mar, y encontrarme con un océano lleno de misterios y tesoros, en el cual me encantaría ser pirata para descubrir.

 Nuestros pies se habían movido contra nuestra voluntad, y ahora se tocaban. Leo agachó su cabeza, y cuando creía que me iba a besar (ya estaba casi que cerrando los ojos) meneó la cabeza y se dio la vuelta, dándome la espalda y saliendo del baño.

 -Vamos, nos esperan -consultó su reloj- y ya llegamos tarde.

Confundida me cepillé un poco el pelo y me moví como un autómata hacia él. ¿Por qué se había apartado de esa forma? La verdad era que en el fondo muy fondo (vale, no tan fondo) había deseado que terminase de acercarse a mí y que me besase.

 -Te voy a seguir llevando yo, ya que hasta mínimo veinte "visitas" (o que te inscribas en él), el internado no te reconoce, y te dejaría fuera.

  Me acerqué a él. Coloqué mis brazos alrededor de su cuello, y los suyos los colocó sobre mi espalda.

  No le miré a la cara, porque seguía confusa. Cuando ya sentía que nos íbamos y me pegué a él, volviéndome a leer la mente, se escuchó la voz de Leo:

 -Yo también lo deseaba Tis, pero te lo prometí. Sólo amigos.

Y todo se volvió negro, otra vez.

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