26 de noviembre de 2009

CAPITULO 18

Hola!! Bueno, he aquí el capi 18, espero que disfruten, y CREO que mañana o pasado subiré el 19 (:

   

    MIRABA el techo estrellado de mi habitación escuchando la respiración acompasada de Jotapé. Lo mejor de él era que cuando querías silencio, obtenías silencio, por lo que las horas siguientes a la elección, había subido a mi habitación y me había tirado a la cama, que como la vez en que vine a cambiarme, estaba vacía ya que Leo se había ido. Poco después sonó la puerta, y vinieron muchos niños adarme ánimos, luego había venido la directora a decirme que tuviese listas las maletas el jueves a las tres de la tarde. Antes de salir, se me había quedado mirando, como que con ganas de decirme algo, pero ¿qué me va a decir la persona que desde los siete años me lleva castigando por cualquier cosa? ¿Suerte? ¿Por fin? Así que, tras agitar la cabeza, cerró la puerta y se marchó. A continuación de ella entró Melisa.

 -Qué suerte tienes, Tisiana. No sé como lo lograste, pero te vas.

 -Yo no lo veo así –dije. Sabía que le afectaba mucho todo esto: ella siempre fue la que quiso tener la familia, mientras yo solo quería cobrar mi herencia y salir pitando de aquí.

 -Es muy raro todo esto –se sentó a mi lado en la cama y me miró largamente, mientras yo recorría también su cara con la mirada. Aquella cara con la que había compartido secretos, travesuras, enfados, alegrías, desgracias… todo. Jotapé podría ser mi mejor amigo, pero Melisa era mi otra mitad, había cosas que simplemente no le podía contar a Jotapé por ser chico, ya que no entendería.

 Las lágrimas comenzaron a brotar de nuestros ojos tan diferentes, pero que rebosaban tristeza a cal y a canto. Nos abrazamos, enterré mi cara debajo de aquel pelo que siempre olía a miel.

 -Tis, Tis, Tis –lloró Melisa.

 -Dios, no sabes cuánto te voy a extrañar –le dije.

  Ambas sabíamos que me iba a mudar muy lejos de aquí, pero Melisa pensaba que iba a ser a otro sitio, mientras que yo sabía que era algo muy diferente: cambiaría de dimensión, de mundo. Pensar que por un momento casi la pierdo, cuando el director de mi nuevo colegio dijo que haría que me olvidasen… me estremecí y me separé de ella.

 -Melisa, mantendremos el contacto telefónico, ¿vale?

 -Pero, ¿quién me calmará si vuelven las pesadillas? ¿Quién me llevará a casa cuando me emborrache? –Sonreímos ante lo último -¿Y cuándo me rompan el corazón? ¿Quién estará allí para no dejar que me hunda?

 Suspiré. Melisa podría parecer una chica feliz, más las noches eran su peor pesadilla, ya que la invadían en sus sueños la noche en que, saliendo de una obra, unos ladrones asesinaron a sus padres con una navaja. Para hacerla sonreír, de pequeña le decía que sería Batwoman  por el parecido de su historia con la de aquel chico.

 Cuando se fue, llegó Jotapé que como siempre ya había supuesto que aquella pareja no era una pareja normal, sino una mágica. Abrió mucho los ojos cuando le dije quién eran en realidad. Después estuvimos recordando viejos momentos y habíamos quedado los dos tendidos sobre la almohada con las piernas entrelazadas mirando al techo.

 -Así que te vas de verdad –rompió el silencio Jotapé –Por unos instantes pensé que era mentira, que todo era un sueño, que no te ibas… -se le rompió la voz y se mordió el labio. Mordí el mío, tratando de pensar con claridad y no en aquellas lágrimas que intentaban resbalar por mis mejillas.

 -En realidad, creo que yo tampoco me lo creía, ¿sabes? Tenía mi mundo ya hecho, por lo menos hasta los dieciocho, y ahora no sé lo que haré desde el jueves.

 Volvimos a quedarnos en silencio. A partir de mañana todo sería distinto, comenzaría a hacer las maletas, iría al colegio a despedirme de todos, los abrazos, y por las tardes, estaría con Leo. Claro, siempre y cuando aquel cabrón apareciese de una vez, ya que le había dejado durmiendo, y al volver ya no estaba.

 Como si leyese mi mente a distancia, se escuchó un estruendo, y en dentro de un remolino girs, salió Leo, vestido de azul oscuro (vamos, que se había cambiado), con el pelo algo mojado. Sacudió algo su cabeza y después miró hacia nosotros y se rió.

 No me estraña, deberiamos de tener una pinta: Jotape y yo abrazados por el susto en una esquina de la cama, Jotapé con cara de susto, y yo… aunque al principio era cara de susto… ahora, con mi corazón latiendo a mil…

 -Bueno, esto –dijo Leo tocándose el pelo, algo que había notado yo que hacía cuando se ponía nervioso- Necesito a Tisiana un momentito, José.

 -Jotapé –corrigió éste separándose de nosotros y asintiendo. Me dio una mirada significativa y se marchó.

 -Vale, ¿dónde estabas? –le dije cortando el silencio incómodo que siguió a continuación.

 -¿Y te lo debería contar porque…? –me dijo, pero su expresió cambió cuando levantó una ceja y dijo: ¿O es que estás celosa de que me fuese con otra mujer?

 Bufé.

 -Cuando esté celosa de alguna mujer por estar cerca de ti le quemaré el pelo, mientras, por ahora, me apiado de ella.

Leo asintió pero no dijo nada. Me recosté en la cama y entreabrí un poco los ojos.

 -¿Qué haces?

 -Ver tu habitación. Bien, oye –dijo- mañana irás al trabajo, pero para dimitir,¿vale?

Me quedé estupefacta, pero asentí.

 -Luego, por la tarde, quedamos en Dallí’s –mencionó el restaurante al que fuimos el otro día… con Miguel y los demás, donde nos besamos por primera vez. Me sonrojé -…y después te llevaré a un sitio para poder practicar, ¿vale?

Volví a asentir. Nos quedamos mirando, y se acercó a mí: se sentó a mi lado. Me acarició la mejilla, ocasionando que mi corazón latiese a mil por hora, y cuando el ambiente estaba en su máxima calidez, tocaron la puerta, y Leo desapareció. Me peiné y dije “adelante”. Entró Miguel.

 -Esto… hola –dijo azorado.

 -Hola.

Entró en mi habitación y vino a sentarse al lado de mí.

 -Yo… sólo vine a despedirme de ti, Tis –dijo. Nos quedamos un rato en silencio. Pobre Miguel, realmente lo iba a pasar mal, y todo por mi culpa, desde luego, era una misearable. Como leyendo mis pensamientos dijo:

 -No te preocupes, Jotapé me dijo que nos visitarías y que llamarías, yo sólo no quiero que… te olvides de mí, ¿vale? –me miró, sus ojos llorosos, al igual que los míos. Le acaricié el pelo, y su cabeza calló en mis rodillas, sus brazos se entrlazaron detrás de mí, por  la parte baja de mi espalda. Y allí lloró secamente.

 -Miguel, siento todo lo que te hice, porque sé que te hize mal, no digas que no. Perdóname.

 Levantó su cabeza, y tras pedirme perdón por la escena anterior, se secó las lágrimas y se puso más rojo, si es posible.

 -Te quería pedir dos cosas Tis.

 -Claro.

 -Quiero que te quedes esto para que me recuerdes –y me dio una especie de pulsera rosa de bolitas con un lazito violeta.

 -¡Miguel! ¡Es precioso! ¡Gracias! –le abracé- No deberías…

 -Espera, tengo otra cosa –hice como si cerrase mi boca con una llave y la tirase y asentí- En realidad no te tengo, sino que quiero pedirte algo. Un regalo a cambio de este, si no es mucho pedir –Alcé una ceja, intrigada, pero me callé. Miguel bajó mucho la voz cuando dijo- regálame un beso, Tis. Un último beso de despedida.

 Abrí mucho los ojos por la sorpesa, pero no pude decir el no que tenía en mente, si es que me sorprendí cuando me di cuenta que de veras quería, asi que sin decir nada, poco a poco, nos fuimos acercando, hasta que nuestros labios se tocaron.

 Miguel pasó sus manos por mi espalda, acariciándome, y yo enredé mis dedos en su cabello. Fui yo la que nos separó (ambos rojos y jadenado) porque ¡parecía una puta! Dios santo… y además, yo… tan sólo pensaba en Leo mientras me morreaba allí con Miguel, el pobre Miguel que sonreió, me abrazó y salió de la habitación, dejándome sola, con una mueca en la cara.

 Me puse rápidamente el pijama, y me quedé dormida.

Dormí mal, a decir verdad.

 A la mañana siguiente, ni me molesté en ponerme mi uniforme del trabajo, y cuando llegué allí, y le dije a Don César que me iba por mi “adopción” me sorpendió como este viejo cayó en mis brazos, diciéndome que había sido la mejor dependienta que tuvo en toda la historia de su heladería, a lo cual yo refunfuñe “demasiado tarde, idiota”.

 Me dio el mes de septiembre y octubre(que ya me hacía falta) y de regalo, el de noviembre.

 Cuando, con la palabra en la boca, me despedí de Don César, me dirigí al Burger King, que estaba a mi izquierda y allí comí, y vi las manecillas del reloj pasar lentamente.

 Suspiré cuando me tiré frente al Dallí’s. No sabía a qué hora habíamos quedado, simplemente me dijo “por la tarde”. Así que mientras veía como la gente pasaba y pasaba, se me ocurrió una idea.

 Cerré los ojos, como bien me había enseñado Leo, y me concentré. Agua, agua, agua, agua, agua pensaba, y comenzó a llover. ¿Qué dirías si vieras a una empapada chica de casi diecisiete años, saltar como una loca y riendo como tal? Por que sería lo que dirías si me vieses.

 Escuché aplaudir detrás de mí. Me giré y allí empapado, estaba Leo. Se me cayó el alma a los pies. ¿Cómo alguien podía ser tan sexy y haberme prometido sólo amistad? Pero nada iba a estropear eso, por lo que cuando llegó, le abracé y tras vacilar algo, él me lo devolvió.

 -Vale loca –me dijo-  Vayamos a un lugar que te quiero enseñar.

  Me dio la mano y me condujo a su deportivo, me abrió la puerta del copiloto, y tras sentarnos y abrocharnos el cinturón provocando una descarga eléctrica literalmente, cuando nuestras manos se tocaron, arrancó el coche y nos fuimos de allí.

  Condujo hasta una carretera vacía, donde aparcó –en la nada- y después se internó en un bosque que había detrás.

 A unos trescientos metros, paó y respiró hondo y se volteó a mirarme.

Abrió los brazos invitándome a acercarme, cosa que hice después de vacilar unos segundos. Me agarró las manos.

 -Hoy empezaremos con algo de historia ¿qué te parece?

 Asentí sin palabras, la verdad. No estaba segura, tampoco, si quería saber la historia. Él tambien asintió y bajó mucho la cabeza, nuestros labios casi tocándose, subió sus manos hasta la altura de mi cabeza prácticamente rozándola, abrió mucho las palmas y con el dedo corazón tocó mi sien por ambos lados.

 Noté como se me ponían los ojos en blanco y como si fuese una pantalla plana, aparecieron imágenes.

 -Es un tipo de Vislumbración –escuché de la voz de Leo. Me di la vuelta, estaba a mi lado, miró a la derecha y allí apareció un sillón, donde se sentó y me invitó a que lo hiciese. Lo hice- La gente que posee el Don de la Visión es capaz de ver el futuro, el pasado, o ambas. Pero los magos hemos aprendido que siempre que queramos, podemos pasar cierta información con imágenes, pero lo solemos hacer a gente a la que confiemos, ya que esa persona lo puede dar/enseñar a otra persona que no debería tener aquel tipo de información –Me conmovió el hecho de que me dijese que confiaba en mí, aunque fuese indirectamente- Lo que se enseña es el punto de vista de algún suceso de la persona que da la información. Lo que yo te voy a enseñar, es más o menos nuestra historia según libros e imágenes de profesores que tuvieron el punto de vista de un vampiro.

 Se quedó un momento en silencio.

  -Así que lo que vas a ver, también tendrá algo de mí, pero si le preguntas a Iara, tu futura compañera de habitación, podrá tener otra versión. Como si hubiese pasado una pelea, yo te figo que la empezó ella, y ella te dice que la empezé yo, aunque si eres lo suficientemente lista, podrás ver los puntos iguales de la visión, ¿vale?

 Asentí, creo que lo pillaba.

  -Bien, comencemos por la Primera Guerra… -cerró los ojos, y tras unos instantes de silencio, las imágenes se definieron y tuvieron sonido. Me acomodé bajo el brazo que Leo había puesto sobre mis hombros, y presté atención a lo que tenía delante.

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