19 de noviembre de 2009

CAPITULO 16

HOOLA!! bueno, he aquí el capitulo dieciséis, pero ANTES, una cosilla:


Ayer,, aquí en España, se estreno Luna Nueva...y NO pude irr al cine :S pero mañana voy, así que como estreno tardío (xD) pondré una crítica OBJETIVA y SIN spoilers. Prometo ser justa (:

Y sin más preámbulos, el capítulo 16:

   SÓLO nos paramos cuando llegamos frente a la puerta del director. Hoy había más gente que el sábado anterior, a pesar de ser eso, bueno, un sábado. Aunque también hay que pensar que sólo eran las doce y media, y la gente que salía-o llegaba- tenían cara de seguir dormidos.

  Tocamos a la puerta, y enseguida se escuchó el adelante. Miré a Leo, el cual había evitado mirarme después de la escena anterior a trasladarnos. Había sido raro, pero un bonito gesto de su parte, aunque ahora me odiaba un poquito más por haber dicho semejante cosa de “sólo amistad”.

 Pero él ahora me miraba, y sonriendo dándome ánimos, giré el pomo y entramos.

  El señor Ramón estaba en la misma posición que el otro día: tras su escritorio, con unas gafas que resbalaban sobre el puente de su nariz, la cabeza gacha ojeando unos papeles-los cuales apartó y nos miró sonriendo- dejándonos una vista de su “agradable” calva.

 -Bienvenidos-nos hizo señas de que nos sentásemos.

 -Srta. Severino, estoy encantado con su cambio de opinión-dijo, sonriéndome a modo de saludo- En cuánto a usted-dijo mirando a Leo, quién bajó la mirada, como siempre hacía cuando el director le miraba lo que me producía dolor de estómago-gracias, pero ahora necesito hablar con la Srta. Severino.

 Leo cabeceó una señal de asentimiento y cuando se iba levantando, reaccioné.

 -¡No! Por favor-dije cuando el director me miró sorprendido-Verá, Sr. Romero, Leo es la única persona que conozco que estará presente en mi próxima vida…-callé al recordar que Jotapé sabía todo-…en el internado Mágico-especifiqué-así que me encantaría que estuviese presente en todo momento, a menos que sea algo muy íntimo-dije, pensando en las entrevistas de la tele que le hacían a la chicas: si era virgen, la “maldición” etc.

  Romero me miró alzando una ceja, pero sonriendo y asintió.

 -Como usted quiera. Bueno, empecemos. Pediremos su traslado en una semana y media, diciendo que somos un colegio privado de mucho prestigio información que sabrá exclusivamente la directora, que la olvidará cuando usted ponga un pie fuera-sonrió-Nadie sabrá que usted pasó por allí, excepto usted y nosotros.

 Me incorporé, alarmada. No me gustaba esto.

 -¿Quiere decir, que si me uno a vosotros, mis amigos, simplemente me olvidarán?

 Romero asintió levemente, le miré atónita y cuando le iba a decir cuatro palabritas, Leo saltó:

 -No puede hacer que sus amigos más cercanos la olviden. Será mejor que la adopte una familia, que se fue a otro país y si ellos-y ella quieren, que mantengan el contacto por vía telefónica.

 Sonreí, agradecida.

 -Esa idea es…-comenzó el director negando la cabeza, pero antes de que terminase la frase le interrumpí.

 -La única si me quiere aquí-avisé.

 -…perfecta, Sr. Royal-sonrió automáticamente el Sr. Romero-A finales de octubre, no, el viernes veinticinco se trasladará aquí a las cuatro. Royal le traerá, y le enseñará a su compañera de habitación. Usted se incorporará a las clases el lunes veintiocho-dijo como si fuese una agenda humana-¿Le parece bien, Srta. Severino?

 -Esto…sí, pero, ¿no es algo temprano? Digo, no he estudiado nada de magia, pero tampoco quiero comenzar desde el principio, pero hacer el ridículo no me parece otra buena opción.

 -En cuanto a eso-dijo Romero-se le asignarán compañeros que le ayudarán con los hechizos, y se quedará a clases extra para aprender historia. Su horario se le entregará el día en que se traslade aquí, junto al uniforme y libros. Las reglas básicas son iguales que cualquier colegio privado, pero siendo mágico, es obvio que queda terminantemente prohibido hacer magia dentro de las instalaciones del colegio, si lo hace, será expulsada tres días a su casa, que en su caso será trasladada a la habitación oscura-Leo se estremeció cuando oyó eso. Me pregunto si alguna vez él estuvo allí.

 -Una cosa-dije-Eso de uniforme…no tengo dinero ni nada.

 -No se preocupe, es una falda gris colegial y su sudadera negra, que ya se encargará usted de eso con deberes extra los sábados y domingos por la mañana.

 -Los domingos por la mañana trabajo-dije.

 -Pues a partir de ahora lo hará, pero aquí.

 Suspiré.

 -¿Tiene alguna pregunta?

 Ciertamente había una que me estaba comiendo el coco.

 -La prueba esa… la de la afinidad, cuando la tendría.

 -Bueno, eso se suele hacer el primer día de colegio a los diez años-contraje una mueca-pero siempre hay excepciones-dijo refiriéndose a mí. Siempre soy la rara, pensé, pero el Sr. Romero continuaba- así que su prueba será el viernes veinticinco. El Sr. Royal le enseñará algunos hechizos simples de los cuatro elementos.

 Asentí.

 -¿Y mis ojos? ¿No sospecharán?

 -Bueno-dijo Romero.

 -Hágame un hechizo como el del otro día-dije, esperanzada de parecer normal.

 -Sí, bueno, esos hechizos no duran mucho…

 -Hágalo permanente.

 -Niña, relájate-dijo el director- Corres demasiado. Que si quieres cumplir ya los diecisiete para cumplir los dieciocho, que si se quiere sacar esos maravillosos ojos color violeta-dijo, meneando la cabeza.

 -Perdone-dije, encogiéndome en el sitio. Leo apretó, delicadamente mi rodilla en una muestra de afecto, pronto, sacó la mano de allí.

 -No se preocupe por sus ojos. Se acostumbrarán-dijo, sonriendo, pero con esa clase de sonrisa que te dan ganas de salir corriendo-¿Alguna otra pregunta?

 -Por ahora no-dije sacudiendo la cabeza.

 -Bueno, dentro de poco Leo le irá avisando sobre nuestros movimientos con la directora de su centro escolar o del internado-se levantó y me tendió la mano la cual estreché-Será un placer tenerla entre nosotros, Srta. Severino.

 -Claro-dije.

Y se terminó mi primera entrevista de mi nueva vida.

  Fuera, había mucha más gente que antes, por lo que muchas más miradas se dirigían a nosotros (a mí) haciéndome sonrojar. En la tierra…normal, digamos, mis ojos sólo se clasificaban como bonitos, mientras que en éste mundo mágico, de una manera a otra significaba guerra.

  Leo me empujó hacia el jardín, mientras yo solo veía los pies de mis futuros compañeros, si es que para el veinticinco quedaban sólo seis días; hoy era sábado diecinueve de octubre. Tragué saliva.

 -Ven, vamos allá-Leo susurró, y nos dirigimos debajo de un hermoso y enorme sauce llorón, donde nos recostamos dando la espalda al internado.

 -Bien, ¿Estás contenta con todo?-preguntó Leo- ¿de acuerdo con todo?-asentí-¿Segura?-volví a asentir-Bien, como habrás supuesto, tenemos seis días para enseñarte cuatro hechizos básicos de los cuatro elementos. ¿Quieres probar ahora con uno? ¿Tisiana?

 Me tocó el hombro para que le mirase, pero yo, cuando él se agachó a mi altura, me tiré a su cuello a llorar. No sé por qué. Tenía que hacerlo, desahogarme.

 -Shhh- me acariciaba la espalda- Estoy aquí, nada te va a pasar. Nada.

Seguimos así, yo moqueando y el consolándome como podía, unos diez minutos, que fue cuando me separé de él, y toda lagrimosa le sonreí.

 -Siento la escena, es que todo esto-señalé a mi alrededor-es mucho. Y da miedo-me estremecí.

 -Sé lo que quieres decir, más te mentiría si te digo que te entiendo, comprende que desde los tres años que comenzó a aflorar en mí la magia, he vivido esto.

 Se volvió a sentar, esta vez mucho más pegado a mí, y me pasó un brazo por arriba, sólo que se veía en un gesto amistoso, nada romántico.

 -Espero que sepas, que siempre que quieras, voy a estar aquí. Aunque sea la dos de la mañana, aparécete en mi habitación, Tis.

 -Gracias, Leo.

Le abracé, y tras otros varios minutos, nos levantamos y nos echamos a reír a la vez, sobre todo cortados por la escena dramática anterior.

 -Bueno, ¿te apetece hacer algún truco de magia?-dijo luciendo una sonrisa que te podía dejar ciego.

 -¿No que un mago nunca revela sus trucos?-Leo se encogió de hombros.

 -No me gustan las reglas, ¿tú las sigues?-me retó.

 Negué, sonriendo.

 -Mejor, ya tengo algunas travesuras en mente-dijo, y reí-Ahora en serio, ¿Qué elemento cogemos primero?

 Me encogí de hombros.

 -El más fácil.

Leo levantó un dedo.

 -Primera lección: no hay ningún elemento más fácil, ya que quien tenga la afinidad con el viento le será más fácil éste elemento, pero el del fuego, será el fuego.

 -Bueno, pues el aire.

 -Está bien.

  Comenzó a decirme algunas cosas básicas de éste: tan fácil como podía haber brisa, se podía convertir en tormenta con un pensamiento, por lo que cualquier elemento era peligroso en su límite. Me enseñó a mover el viento ligero de las copas de los árboles, hasta ayudándome a concentrar en un punto, un huracán en miniatura.

   Claro que éste último era dificilillo, y creándolo nos encontraron un grupo de chicos y chicas, en el cual reconocí a Pamela, Elisabeth, Derek y Andrew, y a Mauricio ese chico del otro día…¡que era un centauro! Madre mía, ¿cómo no me pude dar cuenta antes de esas magnificas patas marrones que le salían desde la cintura? Era inhumano, incluso algo friki, pero una imagen espectacular.

 -¿Qué hacéis?-preguntó Mauricio.

 -Magia-contestó Leo, burlón. Mauricio movió la pata derecha delantera en un acto de enfado.

 -Eso parece las pruebas que nos mandaban practicar cuando éramos pequeños, Leo-dijo Pamela. Me di cuenta, también, que cuando ésta hablaba, sacaba más pecho de lo normal. E-s-c-a-l-o-f-r-i-a-n-t-e.

 -Son las pruebas-se encogió de hombros Leo.

 -Ya es algo mayorcita para empezar ¿no?-dijo alguien.

 -Pero ella es especial-dijo Pamela, tras un silencio.

Escuché los pasos de Pamela acercarse a mí, y cómo levantaba mi barbilla, haciéndome levantar la vista que tenía clavada en el suelo. Se escucharon murmullos ahogados.

 
-Ella es de la realeza. 

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