4 de noviembre de 2009

CAPITULO 9

Espero que disfrutéis con el siguiente capítulo(:


  SENTÍ ligeramente el choque de mi cuerpo contra el suelo duro y húmedo, pero antes de  que el golpe doliese, unas fuertes manos me sujetaron. Sentí que me sacudían, y lentamente, abrí los ojos.

 -¿Tisiana? Despierta-dijo una voz apremiante.

 -¿Qué?-dije, fuera de lugar.

 -Que despiertes mujer, que no estamos aquí para dormir. Aunque puedes venir cuando quieras a mi habitación; 312-dijo con picardía.

 -Saca, saca-le dije quitándomelo de encima. Leo rió. Le ignoré, y miré a mi alrededor. Estábamos en un bosque, comenzaba a oscurecer, por lo que había zonas oscuras en las que daba algo de miedo. Me acerqué un poco más a Leo, aún a mi pesar. Le miré con la pregunta escrita en mis facciones.

 -Estamos en el Bosque de Fuera.

 -¿Bosque de Fuera? Me gusta la originalidad-le dije- Así que estamos fuera, ¿no?

 -Pues no Srta. Sabe-lo-todo-que-NO-lo-sabe- me contestó Leo- A partir de ahora, todo lo que pises es parte del internado, pero, como ya te dije antes, el internado está en otra dimensión, por lo que tiene que haber sitios para nosotros, ya sabes, pasamos todos los días de lunes a viernes las 24 aquí, necesitamos…espacio-dijo, luego ladeó la cabeza y dijo-Bueno, solemos pasar los cinco días laborales aquí-y comenzó a sonreír.

 -Arj, no me quiero ni imaginar lo que has hecho y con quién-dije, comenzado a caminar.

 -En primer lugar, eres una mal pensada-escuché unos pasos acercándose. Leo me cogió de la mano, y me tiró hacia él-y en segundo lugar, ¿adónde vas?

 -Bueno, no sé, pero mejor que quedarme aquí escuchando tus…tus guarradas-dije mirándole a los ojos.

 Leo bajó un poco la cabeza. Llegó un momento que me empecé a preocupar por si escuchaba mi corazón, que latía a mil por hora. A saber porqué, porque nunca me había pasado y Leo era tan arrogante y tan creído. Aunque bueno…

 -Eres una mal pensada, repito-me susurró. Sus ojos eran tan azules, un azul sobrenatural, de esos que no se ven todos los días, es más, parecía y todo que el océano estaba dentro de ellos.

 -¿Nueva víctima Royal?-se escuchó una voz por detrás. Leo se puso tenso, pero sonrió. Yo me intenté zafar, pero Leo me tenía bien sujeta, sin que yo puediese mirar al interlocutor.

 -No Mauricio, yo no le llamaría así a una señorita, además-añadió-es solo una amiga mía.

 -Bueno, pues parecía que os lo ibais a montar ahora mismo, venía a ver si podía unirme.

 -¿Qué si qué?-dije, empujando a Leo y dándome la espalda.-Bueno, pues ya sabes que ni nos lo íbamos a montar ni tú podrías…unirte-le dije, mirándole a los ojos.

 Tenía los ojos castaños, y cuando se fijó en el color de los míos, puso cara de susto y bajó la mirada. La vovlvió a subir, pero confuso.

 -¿Quién eres…sos vos?-me dijo asustado.

Yo me reí y miré a Leo.

 -Oh, vamos, como si no te hiciese gracia-me giré a mirar a Mauricio-Verás, a mi no me hace falta toda esa terminología y ese…bueno, respeto de reyes, que yo no lo soy.

 -Pero…

 -Coincidencia-le interrumpí- Mala formación de genes, yo que sé, pero no soy tu reina. Pero me harías un gran favor largándote.

Mauricio frunció el ceño y miró a Leo.

 -Como se la enseñes a Ramón, te la cargas, lo sabes ¿no?

 -Lárgate Mauricio-contestó Leo tajante. Mauricio me miró por última vez y se marchó. Yo miré a Leo, quien estaba mirando hacia un lugar del bosque, con el ceño fruncido.

 -¿Sabías que te la cargabas si me traías?-Leo asintió ligerísimamente- ¿Y porqué me trajiste?

 -Porque quiero que sepas quién eres. Y también yo, supongo. –Se giró hacia mí, y comenzó a andar también hacia mí.-Ya te dije Tisiana, que esos ojos, no son coincidencia o una mala formación de genes-bufó, pero enseguida se puso serio- A partir de ahora, no te alejes de mí, enserio. Porfavor-añadió al ver que yo abría la boca para protestar. Me puso una cara de tanta, no sé, ¿humildez quizá? Que no le pude decir que no.

 -Pero-dije levantando un dedo-¿Qué pasa con Melisa y Jotapé? No tardo tanto en cagar, y desde luego no me evaporo con mi caca-dije, sonriendo, pero preocupada.

 -Eso está solucionado-sonrió Leo- Melis no creerá que te evaporaste, simplemente que saliste del baño y te metiste con ella en el cine y Jotapé. Claro, que en realidad no estás ahí. Todas las conversaciones y todo eso, será producto de sus mentes, fruto de un hechizo controlador, que por desgracia-dijo haciendo una mueca lastimera-no sirve para los profesores.

Yo reí con ganas.

 -Vale, vale.

Leo me ofreció una mano, que obviamente rechacé. Os voy a ser sincera, en realidad (pero en el muuy muy muy fondo) se la quise dar, pero eso es un secreto que me voy a guardar. Así que simplemente le seguí hombro con hombro.

 Estuvimos solos unos segundos, pronto apareció gente. Personas de mi edad, más o menos.

 -Tisiana, intenta mirar al suelo lo máximo posible, por favor-me pidió Leo-no quiero que la noticia se propague.

 -De todas maneras ya me vió Mauricio-le dije, bajando la vista.

 -Ya, pero ese no va a decir nada, créeme-dijo Leo. Así que, mirando al suelo salimos del bosque, y pude ver a mucha gente, más gente de lo que me esperaba. Había adolescentes por doquier.

 -No me esperaba a tanta gente ¿sabes?-le dije.

 -Somos criaturas mágicas, pero también somos adolescentes, y a los que no le gusta salir, como a las sirenas, se quedan aquí-dijo señalando un laguito muy al fondo.

 Alcé la mirada hacia la suya:

 -¿Sirenas? ¿Existen?

Leo asintió y me pidió que bajase la cabeza. También hubo muchas personas que se nos acercaban a saludar, pero yo fingía mirar a otro lado, mientras Leo se los sacaba de encima, y por lo bajo me decía lo que había a mi alrededor.

 Me contó que en los bosques suelen estar todo el tiempo los centauros, y las noches de luna llena, los hombres lobo, y cuando tenían hambre, los vampiros, aunque de vez en cuando algún padre le suministraba sangre humana.

 Los elfos tenían sus habitaciones en un grupo de árboles que (atención al nombre) eran los árboles-casa.

 Yo asentía y miraba (cuando no había mucha gente) maravillada. Nos paramos frente a un gran edificio.

 -Éste es el edificio principal del internado, por así decirlo. Aquí está el director y toda la junta directiva, y pegado a él-dijo, señalando un edificio algo más alargado pegado al central-es el gimnasio, o pabellón, como quieras llamarlo.

 El edificio principal era enormemente alto, de un color gris algo gastado, pero no viejo. Su decoración, sin embargo(cristaleras enormes con dibujos que no se veían muy bien) sí se veía algo antigua, pero sinceramente, el edificio en sí era hermoso.

 El gimnasio no era de piedra, aunque también era gris, pero se veía más limpio y mucho más liso, sin la piedra. No tenía cristalereas, sino cristales normales con barrotes.

 Leo apoyó una mano en la parte baja de mi espalda y me empujó hacia delante.

 -Vamos, es hora de que te enseñemos al creador de todo esto.

El internado por dentro era una mezcla de modernismo con antiguismo, pero precioso de todas maneras. Había taquillas (lo que en mi orfanato le hacía buena falta) y bancos. Estaba casi todo señalado (clases de historia y una flechita señalando a la derecha, aseos y una flechita señalando recto y dirección, al igual que los aseos, una flechita señalaba recto).

 Leo me condució rápido hacia delante, sin vacilar. Ahí dentro había menos gente, y hacía más frío, por lo que daba una sensación de abandonado.

 Llegamos frente a una puerta en la que ponía: “Despacho del director Amateus”. Leo tocó la puerta tres veces, y tras escuchar el “adelante” que nos invtaba a entrar, abrió la puerta.

 -¿Si? Oh, vaya, ¡qué sorpresa tan agradable!-dijo con ironía un señor sentado en un sillón. La escena me dio algo de gracia, ya que parecía típico de película.

 -Pase Sr. Royal, pase. ¿Trae compañía?-dijo.

 -Sí, señor. Esto…-dijo Leo, mirándose las manos.-Señor Romero…

El director Romero me miró por primera vez, y se quedó clavado en el sitio.

 -¿Qué es esto?-dijo mirándome, y señalándome.

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