25 de noviembre de 2009

Holaa!! (: Bien, bueno, PA QUIEN QUIERAA.. (: esto es un trabajo que hice para literatura, para el cual había que hacer un diario, de mínimo dos folios, máximo seis. Bien, espero que disfrutéis (: (tened en cuenta que lo hice el día anterior jajaja) 

Se llama: Querido diario ...y llegó él.

Día 1: Querido Diario, hoy me fijé en él.

12.00am

 Miraba el techo estrellado de mi habitación intentando no pensar de nuevo en aquella trágica noche. Pero, como siempre, me vencieron las ganas de volver a ver sus rostros, de recordarlos, así que cerré los ojos y tragué saliva, regresando a dos años atrás.

 Salíamos del cine los tres, yo en medio agarrada a sus manos jugando con ellos, si es que aunque tenía diez años tan mimada estaba, que seguía queriendo jugar con ellos como si tuviese seis. Era irónico: en mi bolsito de Barbie tenía un muñequito de Batman, y ahora río por lo parecido de aquella escena. Le sonó el móvil a mi padre, y éste me soltó la mano cogiendo la llamada. Miré a mi madre, y ésta volteó los ojos “enfadada” ya que sonreía, era una broma de nosotras dos que no quiero recordar para hacer más hondo el agujero de mi pecho.

 Mi madre también me soltó la mano, cogió el móvil de mi padre y le dijo al aparato: “Siento esto, quien sea, pero estamos en noche familiar, llame a Eduardo más tarde, gracias y buenas noches” dicho lo último colgó. Mi padre la miró con una mueca en la boca, pero yo sabía que no estaba enfadado con ella simplemente al ver cómo sus ojos rebosaban de amor por aquella mujer que se puso roja por la intensidad de la mirada de su marido.

 A veces me hacía reír y aplaudir, y otras, como en ésta ocasión me hacían girar los ojos e ignorar como se enfrascaban en besos. Así que seguí caminando pasando por delante de un callejón donde escuché a un gatito maullar, y sin dudarlo, entré.

 Lágrimas caían sobre mi rostro al recordar lo idiota que fui. Pero seguí haciéndome daño recordando…

 “Gatito, gatito, gatito” le llamé, pero el gatito maullador no había aparecía. “¿Ángela?” me llamó mi padre desde el comienzo del callejón.

“¡Estoy aquí dentro!” le dije, haciendo movimientos con mi brazo. Papá me gritó que volviese, pero riendo, yo me adentré aún más por el callejón. Escuché los pasos de mis padres detrás de mí, y miré hacia atrás. Para mí era un juego: el escondite, así que giré mi cabeza en busca de algún escondite, pero me quedé en el sitio: una gran sombra estaba delante de mí, y sus grandes garras me agarraron mi bolsito de Barbie. Grité y di media vuelta, chocando con alguien, a quién reconocí el olor de mi madre. La abracé. Lágrimas de terror caían de mi cara. Mi padre se puso delante de nosotras y nos dijo que saliésemos de allí. Él nos seguía por detrás cuando gritó y se escuchó un ruido sordo. Mi madre cargó conmigo hacia la luz, y me dejó allí diciéndome que pidiese ayuda, y volvió a lo negro, donde gritó el nombre de mi padre pidiéndole que se despertase. Luego había gritado, y volvió a reinar el silencio. Corrí y corrí con la misma idea en la mente: soy culpable.

Día 2: Querido Diario, hoy me enamoré.

10.00am

 Lentamente abrí mis ojos. Salí de la cama y me duché. Compartía mi habitación con dos niñas más, ya que mi edad –doce años- era lo que más había en mi orfanato. Ellas ya se habían levantado, si es que los niños de mi edad se levantan tan temprano y comienzan a jugar desde aquella hora hasta antes de dormir. Yo no. Me levantaba cuando quería, no jugaba, no me comunicaba con nadie, simplemente me quedaba en un rincón abrazándome a mí misma con la mirada desenfocada.

 Mi psicólogo me había dicho que tuve una madurez muy prematura debido a la muerte de mis padres. Los primeros meses le había dicho y gritado que había sido mi culpa, pero él me seguía diciendo que todo había sido un desgraciado accidente, así que opté por callar y fingir que sus clases servían para algo.

10.30am

 Terminé de desayunar y salí a un hermoso día caluroso de casi verano. Respiré el aire puro y me dirigí a la salida. Puse mi nombre en la lista de personas que salían del orfanato. Sonreí al conserje. Al principio me habían prohibido la salida, me habían castigado, de todo… pero siempre escapaba, por lo que hicimos un trato: más allá de dos calles no, a lo cual yo había aceptado. Mi orfanato estaba en medio de aquel pequeño pueblo. Mi colegio a una manzana y las tiendas alrededor, pero ellos no sabían que a mí, a pesar de ser una niña de doce años, no me interesaba aquel parque lleno de niños chillando, sino que me refugiaba en aquella biblioteca tan grande y tan llena de… libros.

 Entré e inmediatamente me dirigí a mi zona, allí cogí un libro que había comenzado a leer, me acurruqué, y seguí por donde lo había dejado.

 -¿Cumbres Borrascosas? –dijo alguien. Alcé la vista y la clavé en un chico de unos trece o catorce años. Le conocía, se llama Jared: iba a mi orfanato. Sus ojos marrones me devolvían la mirada. No contesté, me dediqué a bajar la vista de nuevo a mi libro. ¿Era tonto o qué? ¿No veía que estaba leyendo eso? Desde luego, los chicos podían llegar a ser muy…

 -¿Eres muda? –dijo. Volví simplemente a mirarle. Nunca hablaba, al menos que fuese estrictamente necesario. Sonreí, mis profesores se habían cansado de mi silencio y me ignoraban –Vale-dijo, y se sentó a mi lado.

 No me aparté ni salí chillando como harían mis compañeras, sólo le miré intrigada y seguí leyendo.

12.30pm

No sé como había ocurrido, pero salí de la biblioteca con Jared a mi lado hablándome… y yo respondiéndole. No tengo amigos, ni los necesito. Los chicos me parecían retrasados imitando a los mayores, y las niñas absurdas imitando a las mayores, también.

  Volvíamos al orfanato para comer. En un semáforo me fijé en él. Sus zapatos: unos converse negros normales, sus pantalones: unos vaqueros flojos, y su camiseta amarilla que realzaban sus ojos enormes color marrón, con su cabello rubio despeinado. En realidad era muy guapo. Agité la cabeza, ¿desde cuándo pensaba yo tal cosa?

 -Ángela –me llamó- Vamos que está en verde, y apuesto que si no llegamos en quince minutos, nos pasaremos el resto de la semana limpiando cristales.

Sonreí y aceleré el paso. Seguimos (siguió) hablando sobre tonterías cómo videojuegos, ropa, jugamos al veo veo…

 Llegamos al orfanato justo para comer, y el conserje alzó las cejas, sorprendido de que fuese con compañía, pero no dijo nada.

 -Llegáis tarde, chicos –dijo la directora, dándonos cariñosamente unos golpecitos en la cabeza.

 Por primera vez desde que vine, no me senté sola ni me aparté. Estaba confusa, ¿por qué seguía conmigo? Nadie se juntaba con la rara, la marginada, nadie. Seguramente Jared había hecho una apuesta para ver cuánto duraba con la rara. Le iba a echar, cuando alzó la vista del plato y me sonrió. Mi estómago se llenó de mariposas, y me dio igual si había apostado o no, porque quería que Jared se quedase a mi lado.

4.00pm

 -¿Siempre estás callada? –preguntó Jared cuándo por enésima vez no le respondía, sino que me lo quedaba mirando. Me encogí de hombros. Esto no iba por buen camino. Recordé mi pensamiento anterior de la apuesta y la cambié a por una apuesta a por quién averiguaba qué me pasaba.

 -Está bien. Mmmm –dijo pensativo- Voy a averiguar por qué eres tan callada, que lo sepas –comencé a levantarme cuando Jared siguió, distraído- Me llamaste mucho la atención, ¿sabes? –Se puso triste-Llegué aquí la semana pasada tras la muerte de mi familia y lo último que quería hacer era hablar, más todos los niños me atracaban con preguntas. A los días se dieron cuenta de que quería estar solo y me dejaron en paz, fue cuando te vi –sonrió- en la biblioteca, silenciosa, leyendo como una adulta, pero con una cara angelical que solo puede tener una niña. –Me sonrojé- Te llevo dos años, pero eres la persona más interesante que conozco desde hace mucho tiempo –dijo tocándose el pelo, avergonzado. Desvié la vista tímida, me levanté y me encerré por el resto del día en mi habitación, confusa respecto a aquellas mariposillas que revoloteaban en mi estómago al cerrar los ojos y ver la cara de Jared y no la de mis padres. Sabía lo que eran, lo había leído. En todos los libros, sea mujer u hombre, había alguien que sentía maripositas en el estómago con la mención de un nombre. Suspiré, vencida por la lógica de mi mente, de que tras años de soledad, había conocido a alguien, que era del otro sexo que había sido capaz de hacerme hablar y era culpable de que ahora me mirase al espejo y me dijese: Estás enamorada.

 

Día 3: Querido Diario, hoy reí y lloré.

08.00am

  Bien, hoy era lunes, pero era el primer lunes que me pasaba más de diez minutos en el baño peinándome y revisándome cada parte de mi cuerpo pequeño y no desarrollado. Me había puesto una camiseta verde claro a propósito, para recalcar mis ojos verdes, por si Jared no se había dado cuenta. Me puse un lacito verde también, y unos vaqueros con unas conversen verdes.

 En el comedor, me esperaba un sonriente Jared. Nos sentamos juntos, otra vez y me pidió perdón por ser tan bruto ayer. Se quedó callado cuando le respondí que había sido culpa mía.

 -Vaya, pensé que no hablabas ya –dijo, y reímos, yo acercándome a él poco a poco. Olía a frutas, e inspiré el aroma.

 -No es la primera vez que me oyes, tonto –dije, dándole un pequeño golpecito en el hombro.

 -Es verdad, pero estás siempre tan callada, que oír tu voz es siempre oírla por primera vez.

 Me quedé atrapada en sus ojos, y cuando me di cuenta de lo boba que podía estar pareciendo, me levanté y salí corriendo.

10.20am

 En el recreo, estaba en mi rincón del colegio apelotonada, repitiéndome una y otra vez: tonta, tonta, tonta, tonta… La había pifiado. Resoplé enfadada, y me quedé en el sitio. Pamela, la chica mega guay de mi cole, tenía trece años, casi catorce. Tenía un horrible pelo rubio con unos horribles ojos marrón verdosos, y un horrible cuerpo. Obviamente no sería tan popular si fuese tan horrible, pero al lado de Jared, que estaba enganchado a su brazo, hasta mi encantador Brad Pitt era feo.

 El agujero que pensaba que estaba enterrado, volvió a surgir, ahogándome, haciéndome mucho daño. Pero esta vez las lágrimas que osaban caer sobre mis mejillas no eran de dolor, sino una combinación entre dolor, rabia…y casi nada de celos-a quién miento, los celos jugaban una gran parte.

05.00pm

 Cuándo por fin acabaron las clases, había hecho un plan A. Por lo que esperé que el brazo de Jared se zafase del de Pamela y caminase de vuelta al orfanato, cuando salí de detrás del árbol y alcé una ceja.

 -Pensé que ayer me habías dicho que estarías conmigo –le recriminé- y en vez de eso te dedicas a estar con chicas mayores sin cerebro.

 -No son tan mayores, Angie – dijo y salté. Nadie, excepto mi padre me había llamado así –Van en mi clase.

 -Bueno, perdóname por ser tan sólo una mocosa de primero de la ESO, ¡oh gran Jared de tercero! –le dije.

 No me había dado cuenta de que Pamela y sus amigas se nos habían acercado por detrás.

 -Quedas perdonada, mocosa –me giré, encogida bajo su belleza- Ya te puedes ir largando. Ni sabía que hablabas. Me gustas más cuando estás callada –le iba a replicar, pero se fijó en mis ojos llenos de lágrimas (¡Odio que cuando estoy llena de rabia, mis ojos se inunden de agua!)- ¿Qué? –Sonrió- ¿Vas a llorar y te vas a chivar a tus papis?

Me quedé de piedra. Nunca dije a nadie, menos a dos o tres que era huérfana, pero pensé que todos lo sabían a estas alturas, desde luego, Pamela no. Aunque sí su amiga, que le susurró “es huérfana” a aquella rubia sin corazón.

 Pero para cuando me iba a pedir perdón, ya había mirado a Jared, le había pegado un bofetón, que en realidad estaba dirigido a Pamela, y salí corriendo llorando, pero no hacia el orfanato.

 11.45pm

  Lloraba. Lágrimas amargas caían sobre mis mejillas ya empapadas. Mis ojos, seguramente rojos, estaban hinchados, y no me dejaban ver, por eso no me di cuenta cuando una sombra se sentó a mi lado, me cogió por la cintura y colocó mi cabeza sobre su hombro. Le reconocí por su olor a frutas. Cuando me tranquilicé, me separé de él.

 -Te llevamos buscando todo el día, Angie, hasta los polis –dijo Jared.

Me negué a contestarle.

 -Pero ellos no saben lo que es perder a alguien, sentirse culpable. Ver la lástima en la mirada de los demás al saber lo que eres –dijo- Si es que te dan ganas de escupirles en la cara –dijo serio, pero cuando me giré para mirarle, nos reímos, rompiendo el hielo.

 -Ángela… siento lo del patio, es solo, que… -se puso rojo.

 -Da igual, eres chico, supongo que es normal que te interese una chica de tu edad en esa forma –me encogí de hombros. Volví a mirar las tumbas de mis padres, esas tumbas que no deberían estar aquí. Fue todo culpa mía.

 Me iba a echar a llorar cuando Jared dijo:

 -Pero… tú también me interesas de esa forma –me di la vuelta, como impulsada por un resorte. Jared estaba rojísimo- Te he estado viendo, y como ya te he dicho antes, eres la persona más interesante que he conocido. Pamela es tan superficial. No te miento es muy guapa, pero me van más las morenas –sonrió- Así que para llamar tu atención, simplemente decidí ponerte celosa, ya sabes, en los libros siempre funciona, así que me dije ¿qué demonios? Por algo será ¿no? –no le contesté, pero por primera vez no fue por mi manía del silencio, sino que estaba demasiado ocupada besándole.

 

Y a partir de ese día, Querido Diario, comencé poco a poco a salir a la superficie, y todo, desde que llego él.     

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