27 de noviembre de 2009

CAPITULO 19

HOLA TOO EVERYONE!!! :D, bien, milagrosamente, ayer pude terminar el capi 19, y dije, bbua, pos lo subo ¿no? aasí que, QUE DEMONIOS!!! jajajajaja.


Bueno, siento poner eso, pero que Laura Pensado, mi mejor amiga leerá esto, y aunque a algunas no le importe, es necesario:

Nuestro colegio se ha vuelto un caos, si tú te vas Lau, si te echan por esa SEMEJANTE GILIPOLLEZ, y te cambias, juro que voy al Sr. Tocapelotas y le digo cuatro cosas:

VÁYASE USTED A COMER MIERDA, MARICÓN, JUBILATE DESGRACIADO!!!!!

Siento esto, pero lo necesitaba. Más o menos, paRa que entendáis: teneis novio, estáis en un banco con él, os cacha un idiota y os manda a direccion, no pasa nada. A la semana, vuestra tutora os dice que la próxima vez que os vea juntos, os echan ocho días del colegio.

 Tócate los huevos con semejanza estupidez, Dios! Hay que ser subnormales y cortitos.

Bien, a lo que iba xd, este capitulo aunque empieza a ser un coñazo, termina bfff, esque me encantó, pero claro, a gustos, colores xd

  APARECIÓ un hombre. Llevaba un atuendo de los siglos X o XII quizá. Sus ojos de un color azul oscuro –su afindad era el agua- hacían contraste con su cabello negro. Nariz totalmente recta, y labios fruncidos. A medida que iba caminando, iba apareciendo poco a poco más la imagen.

 Se movía por unos pasillos largos, llenos de sirvientes, que cuando él pasaba, inclinaban la cabeza y susurraban algo como “señor”. Pero el señor les ignoraba, y seguñia caminando con paso decidido hacia el frente.

 Una puerta se apareció en el fondo, donde dos guardias, tras vacilar, le cerraron el paso con lanzas.

 “Lo siento, mi señor, pero nos está prohibido dejarle…” Su señor, cansado de tanta idiotez, le lanzó un rayo que acabó con la vida de aquel hombre. Su compañero, miró aterrorizado a aquel guardia, padre y marido. Volvió su mirada a su señor, y éste alzó una ceja como diciéndole, “¿algo más?” bajó la vista, y se arrodilló.

 El hombre con tanta autoridad, asintió satisfecho. Se podía atisbar una pequeña áurea negra, de maldad, pero se la sacudió de encima, y abrió la puerta.

 La multitud que estaba allí llamada se dio la vuelta, y gritos y murmullos siguieron a la pequeña interrupción. Al fondo, un hombre muy bien vestido, se levantó de su trono y gritó “¡Leonardo! ¡Por el amor de los Dioses! ¿Qué haces hermano?” Leonardo empezó a caminar hacia el trono, concentrándose.

“Hermano” escupió “Un hermano no le roba el trono a otro hermano, Bartolo” Bartolo suspiró, “Si fueses el mayor estarías aquí, y te pondrían la corona. Pero en vez de eso, te cabras y refunfuñas como un auténtico niño. Ésa personalidad no es digna de un rey. Y si tan seguro estás de que tú eres el rey, estarías tranquilo, ya que al posar la corona sobre mi cabeza, lo más seguro es que moriría” dijo Bartolo con autoridad. Leo asintió y con un gesto de la mano le invitó a que siguiese, pero estaba dudoso, ya que su hermano estaba muy confiado, y le conocía, sabía que si no estuviese claro, no lo haría.

 La corona se alzó, y el sacerdote hablaba latín. Leonardo se concentró más que nunca.

 La corona bajaba poco a poco, ya rozaba la cabeza… y Leonardo actuó.

“¡NOO!” y sin vacilar, abrió mucho las palmas de las manos, concentrando toda su fuerza en aquel ataque, pero los guardias pudieron apartar aquella bola negra, que además nunca daría en su objetivo, por estar dirigido a la realeza.

 Como este ya sabía, por muchos hechizos mortíferos que le lanzasen, ninguno funcionaría, pero no desapareció, sino se quedó mirando como la corona encajaba perfectamente en la cabeza de su hermano… mayor y sintió un vacío en el estómago. Bartolo le miró. Su hermano, su hermanito, co uien jugaba, quien le cuidó y el cuidó de él también… tantos recuerdos felices, rotos todos por aquella corona que ahora se ceñía a la perfección en su cabeza y que le daba autoridad, aquellaautoridad que tenía que usar.

“Leonardo VIII quedas excolmugado de esta comunidad por intento de asesinato…” le falló la voz. Carraspeó y una lágrima involuntaria le rodó por la mejilla “…por intento de asesinato al rey Bartolo IV” Leonardo creó una mueca que borró al instante. Bartolo subió las manos, y sintió como el poder surgía y le llenaba de autoridad, abrió las palmas, y como hacía para jugar cuando eran pequeños, le lanzó a su hermano una bola, que ya no era amarilla como antaño (no es peligrosa el amarillo) sino negra y llena de autoridad del rey.

 Le impactó de lleno en el pecho. Leonardo gritó… “venganza” se escuchó.

 

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 Bartolo tenía en brazos a su nieto. Aunque no le gustaba la idea de que su único hijo –y último a partir de ahora por la ley- tuviese un hijo a los diecisiete años, su mujer se había quedado embarazada antes de lo previsto por un “pequeño desliz”. Tenía los ojos violetas, como los tenía él, su mujer y su hijo.

  Le tendió el niño a la madre –su nuera- quien con unos ojos marrones violáceos, le sonrió y bajó la cabeza, aun estaba aprendiendo español, pero seguía con unligero tono francés. Sonrió.

  Salió fuera de aquella sala, donde estaba también su mujer, que no cabía en sí de felicidad.

  Su sargento más cercano le dijo la palabra que mas temió durante aquellos últimos dieciocho años “Mi señor” bajó la mirada, asustado “volvió”.

 

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  Fuego, Aire, Viento, Tierra, variados hechizos y colores se dilumbraban por la capilla del castillo, donde Eugenia, la Reina, rezaba a los Dioses. Destrucción era lo que se veía por doquier. Tristeza acompañado de dolor.

“Mis Dioses, por favor, oir mis plegarias”

 En los pergaminos y en las vidas de las criaturas magicas se escribiría con tinta el primer día de aquella Primera Guerra Mundial de las Criaturas Mágicas.

 

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Bartolo tenía en su poder a su hermano. Había pedido privacidad, aunque notaba a los guardias fuera de la habitación. Suspiró. Leonardo había envejecido en aquellos años de oscuridad, aparentaba más de cincuenta, cuando ambos empezaban los cuarenta. “Leo, Leo, Leo… hermano, ¿qué has hecho? ¿Por qué hermano, por qué?” Leonardo le sonrió, y le iba a contestar cuando se abrió la puerta de golpe “¡Miserable! ¡Rata callejera! ¡Hijo de Satanás!” Gritó el heredero, rojo por la rabia, cerrando el puño, y descargandolo con toda su fureza posible en la cara de su tío, quien se hizo un ovillo. Bartolo miró a su hijo con horror y a su hermano con lástima “Santo Cielo, ¿qué haces hijo?” Los ojos violeta se clavaron en los de su padre, y de ellos comenzaron a brotar lágrimas “Éste hijo de, éste cabrón” dijo señalando a Lenardo, quien seguía ovillado en el suelo “Asesinó sin piedad a Faiceé” sollozó. Bartolo miró con horror a su hijo, que con tan solo dieciocho años había sido padre, y ahora se quedó viudo.

 Más tarde dejaría ir a su hermano, sin poderes, cosa que le costó casi la vida, y en cama, le entregó la corona a su hijo, quien reinó con tristeza pero con rudeza de matar a cualquier ser que practicase la hechicería.

 Cuando Auguste II –nieto de Bartolo- cumplió la temprana edad de los dieciocho, se convirtió en rey, ya que su padre, vencido por la tristeza y soledad, había fallecido.

 

***______________________________***_______________________________***

 

Años, e incluso siglos más tarde, la lucha seguiría, hasta que la paz reinase otra vez en el Mundo Mágico, pero siempre hubo, hay y habrá una duda: ¿Es verdad que el Señor Oscuro –o sus descendientes- sigue vivo? ¿Qué hará? ¿Qué maldades creará para destruir?

 

  Pestañeé varias veces, y quité avergonzada, unas lágrimas que habían osado caer con la historia y que yo ni me había enterado. Me quedé mirando al vacío. La historia había sido realmente emocionante, dramática… pero tan revelador y real, que me había llegado al fondo, haciendo que mis tripas se revolviesen.

 Miré a Leo, quien tenía los ojos cerrados. Abrió uno, y sonrió con sorna.

 -Realmente me ponen las tías sensibles –dijo. Le di un pequeño golpe en el hombro.

 -Esto es mucho más largo y más amlpio de lo que el Sr. Romero me contó –dije, cambiando de tema.

 Leo se desperezó, dejando ver algo de su barriga, que más bien se podía decir que era una tableta de chocolate…

 -¿Te gusta? –dijo señalándose.

 -Oh, cállate –le dije, y nos reímos.

 -Anda, vayámonos –me dijo, cogiéndome de la mano.

 Todo se puso negro de nuevo. ¡Comenzaba a odiar esto!

 Abrí mis ojos pestañeando, porque pequeñas y frías gotitas caían sobre ellos. Leo seguía en aquella posición tan cerca de mí, y abrió los ojos. Se separó inmediatamente, sonrojándose ligeramente.

 -Llueve –dijo. Sonreí, era obvio que llovía y que se sentía azorado por mi presencia. Sonreí, me sentía con poder sobre él, muajaja. “Concéntrate Tisiana” dije.

 Leo se tocó el pelo, y comenzó a caminar hacia donde estaba yo, pero pasó de largo, y fue cuando caí en la cuenta de que volvíamos tras nuestros pasos.

Corrimos hacia el coche, donde nos notamos empapados.

 -Dios, me va a dar una pulmonía… -dije. ¿Cuánto tiempo llevaría lloviendo?

 -¿Qué hora es? –pregunté.

 -Las… -consultó el reloj- Las dos menos cuarto.

 -¿¡De la mañana!? –casi grité.

 -Sip. ¿Por?

 -Dios, Leo, mañana es día escolar, ¡arranca arranca!

 Leo conducía rápido cuando quería, realmente rápido. Fuera, las luces de la carretera apenas se notaba como un borrón. Imagínate, llgamos a y cuarto al orfanato, cuando en un día normal, llegaríamos como a las tres, si no calculo mal.

 Desde luego, no le invité, pero Leo me siguió hasta la habitación.

 -Bien, esto… -momento incómodo- me voy a duchar- dije.

 El vapor acariciaba mi piel, calentándola. El espejo estaba empañado, y puse en él mi nombre: Tisiana Severino con aquella letra tan irregular mía. Me vestí –lo admito, con mi mejor pijama- me lavé los dientes, y tras una última revisión, salí a mi habitación.

 Como ayer por la mañana, Leo estaba dormido sobre mi cama, y como ayer por la mañana mi corazón se derritió.

 Suspiré, y muy a mi pesar, le moví ligeramente.

 -Leo, Leo… -canturreé- levanta.

Pero Leo no se levantó.

 -¡Leo, despierta! –dije con la voz más alta ahora.

 -¿Qué? Oh, perdona –dijo sonrojándose ligeramente- últimamente no duermo mucho.

 -Ya, por eso te vienes a dormir en mi cama ¿no? –sonreí. Su camiseta estaba mojada, empapada más bien.

 -Leo, mi má, dúchate en agua caliente, anda –le dije sin pensarlo. Cuando se me quedó mirando, comprendí las palabras y me sentí ruborizar- Digo, que si quieres te duchas aquí, que si no te e-e-enfermas –balbuceé.

 Leo sonrió, y dijo.

 -Claro, nena. Sigue en pie mi oferta a que me des un masaje.

 -En ese cajón –señalé haciendo caso omiso de su comentario- hay camisetas de chico, coge una.

Leo asintió y cogió una negra (que sabía que cogería) y me mordí el labio para no reir.

 Mientras, preparé lo del día siguiente, acomodé algo la haitación, me puse un poco de brillo en los labios, cogí un libro y me puse a “leer”.

 Poco después, se escuhó la puerta, salió Leo enfadado mirándose a si mismo.

Reí a carcajada batiente.

 -¡Esto no es de chico Tisiana! –gritó.

 -Si que lo es –dije- Es de Jotapé.

 -Aarrgg… -dijo. Se veía tan chistoso con aquella camiseta que le tapaba poco más de los boxers, donde en el pecho ponía en rosa: “Kiss me boy, if don't I'll do it”.

 Leo se movió rápido y se puso los pantalones. Y se me quedó mirando. Me había colocado las sábanas hasta la cintura y supongo que con el calor que hacía en mi habitación, estaría roja. Suspiró.

 Y de nuevo sin invitarle, se sentó a mi lado, y me miró suplicante.

 -No me va a dejar pasar el internado –me dijo. Iba a encoger los hombros cuando me di cuenta de lo que me estaba pidiendo.

 -¡Oh! Bueno –vacilé- coge una sábana y ponte a dormir en el suelo.

 -¿Con el frío que hace? –dijo.

 -Pégate al radiador.

 -¿Sin colchón? ¿Dormir allí como un perro? –volvio a decir fingiendo una mueca de horror tirando a incredulidad.

 -¿Qué quieres? ¿Qué duerma yo allí, o que?

Leo me sonrió de una manera tan pícara y sexy, que corrientes de calor recorrieron mi cuerpo.

 -Podemos compartir la cama.

 -Ni de coña –dije, pero antes de que me diese cuenta, se había quitado los pantalones (quedando solamente en camiseta y boxers, ¡DIOS!) y se había metido junto a mí.

 -Vamos, imagínate que soy Jotapé. Fijo que ya has dormido con él.

 -Pero él es gay, no cuenta –repliqué, además el no hacía que me sintiese tremendamente mareada. Giré mi cuerpo al contrario del suyo, y dijo:

 -¿Me estás incitando a algo o qué?

Aunque por lo bajo reí, apagué la luz.

-Vale, vale, sólo amigos, lo recuerdo, lo recuerdo -susurró por lo bajo.

Suspiré.

 -Buenas noches, Leo –susurré tiritando. Leo me agarró por la cintura y me acercó a él. Que calentito y cómodo se estaba.

 -Buenas noches,linda.

Me estremecí, puede que de felicidad o de satisfacción, el hecho fue que me quedé dormida placenteramente en los calientes, cómodos y fuertes brazos de Leo, obviamente, con una sonrisa en la cara y su respiración revolviendo mi pelo.



Bien, espero que os haya gustado (: Siento lo anterior, pero me preció muy fuerte, de verdad. Para compensarlo, un adelanto:


Me cogió por la barbilla y clavó sus ojos en mí.

 -Te quiero Tisiana, te quiero como no lo hecho con cualquier otra chica.

Sonreí. Eso era imposible...


¿Más? Averígualo en el capítulo 20 (;

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